por hijadecristalero
Fotografía en contexto original: cadenaser
Cuando me despierto, veo desde la cama que el domingo está gris.
Mi pequeña se fue hace un rato a estudiar a la biblioteca, a ver si hay manera de que apruebe todas esta evaluación, y el mayor ya está dándole al Derecho Romano. Hasta el gato, sentadito muy formal junto a los apuntes, parece estar estudiando.
Paso por su habitación para dar los buenos días a ambos, enciendo el ordenador, y desayuno un arroz con leche que hice anoche mientras busco más información sobre el caso Bárcenas. En La gaceta zanjan el asunto diciendo que los 22 millones de euros provienen de negocios privados, en concreto de la explotación de una finca agrícola en Argentina.
Aun en el caso de que eso fuera cierto, no dejaría de ser inmoral que el tesorero del partido que predica y aplica la austeridad sobre el pueblo sin que le tiemble el pulso, haya defraudado semejante cantidad al Estado español. Y tampoco la privacidad del dinero explicaría por qué el PP le ha seguido poniendo despacho, secretaria, chófer con pistola y coche después de que dejara de ser tesorero del partido. Se lo ponía el PP, pero lo pagábamos todos nosotros, no se nos olvide.
Ayer, en Al Rojo Vivo pudimos ver a un antiguo concejal del PP contando emocionado –parecía que iba a ponerse a llorar-, cómo desde su propio partido acabaron con él cuando intentó denunciar los tejemanejes de Bárcenas y Correa. El pobre hombre me recordó a los personajes de Kafka, indefensos ante el aparato del sistema. Todo huele tan mal, que parece que la verdad estará más cerca de lo que dice Verstrynge en El diario, por muy loco que esté.
La corrupción no es sólo el dinero que nos roban, los impuestos que nos imponen o la perversión de la Justicia con la que los amigos del poder siempre salen de rositas. La corrupción es un virus que se extiende rápidamente y que lo infecta todo, empezando por las ambiciones de los jóvenes que mañana tomarán el relevo y que hoy ya comprenden que la política no es una vocación de servicio público, sino un modelo de negocio.
Y para ilustrar mi teoría, recreo aquí una escena que viví ayer, cuando un amigo de mi hijo pasó ayer por casa para apañarme el ordenador. Mi primogénito, que sueña con ser rico, es de los pocos de su pandilla que ha elegido estudiar dos carreras, y lleva varios fines de semana sin salir porque está preparando los exámenes. Su amigo no desaprovechó la ocasión para tirarle una pullita.
– Tú sal cuando quieras ¿eh?
– Hasta que no acabe los exámenes, no pongo un pie en la calle.
– Tú déjale que estudieeeeeeeeee –intervine yo -, que se está labrando un futuro.
– ¡Ya te digo! Con las aspiraciones que tiene de ser millonario… Este va a para político, va a ser otro Bárcenas, ya verás.
– Ni hablar -me escandalicé-, que yo le he educado para que sea un hombre honrado.
Los dos me miraron como si hubiera contado un chiste y se echaron a reír.
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hijadecristalero es autora de Historia de un desclasamiento