por Marisol Oviaño
Fotografía: Santiago Gª de Leániz Caprile
El escritor es un loco en una isla desierta que, en lugar de preocuparse por construir una balsa que lo saque de allí- quizá sospeche que en el mar sólo hay más islas desiertas- , pasa los días escribiendo para aliviar su soledad.
Meterá sus palabras en una botella y las lanzará a las olas, con la vana esperanza de que alguna corriente las lleve a un lugar en el que puedan hacer eco.
De vez en cuando, llegan a la orilla de Proscritos botellas con papeles cuajados de palabras agradecidas escritas por nuestros lectores, palabras de aliento para que sigamos lanzando botellas al mar, palabras nutritivas que son nuestro alimento.
Y ante ellas, el escritor sentirá un tembloroso orgasmo espiritual que dará sentido a su vida: su voz ha llegado a otra isla desierta y ha florecido en el corazón de otro náufrago solitario.
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Mandais un mensaje en la botella lanzado al mar pero lanzado a un mar en la cual hay una multitud de destinatarios
que pueden acusar recepción de manera casi inmediata. El mensajero se encuentra con una cierta exposición al
desnudo y, por otro lado sin embargo se encuentra con una gran compañía de signos y señales por parte del receptor.
Vosotros poneis en el interior de una botella el mensaje , pero enviada a la velocidad de la luz, y con destinatarios que pueden estar a mucha distancia en el espacio y que pueden ser asombrosa y provocadoramente inmediatos y a la vez estos, quedar al igual que el mensajero, expuestos al desnudo quedando ambos, mensajero y receptor, a la misma intemperie e igual condición, ambos se susurran al oido siendo escuchados publicamente.
El orgasmo es mutuo, mensajero/receptor pues el receptor se siente de alguna manera, la coletilla del escritor.. verdaderamente muy buen rollo, al menos lo que percibo como lectora de «proscritos» y, se agradece!
Los que nunca dejaremos de ser paupérrimos proyectos de escribientes en ciernes, los también llamados orates piratas de la escritura sin cayo dónde retorcernos de placer, andamos a la caza y captura de todos los mensajes botellas flotantes en alta mar, para así poder saborear, alguna que otra vez, el ron embriagador que potentemente exhalan los artículos de esos locos escritores perdidos en solitarias islas, y que explotan en nuestras manos nada más destapar el corcho con ansiado clímax burbujeante.
Un mensaje de botella es para nosotros, los escribientes filibusteros, el más preciado mana-tesoro que se pueda abordar en una incruenta batalla literaria de galeones con mutilados bucaneros, y que con plumas de gaviotas emborronan con tinta negra de beodo calamar, y escriben en consonante asonada sobre el papel blanco efervescente de la agitada espuma del mar.
Pero hasta el más ruin de los corsarios, devuelve con infinito orgullo a cualquier enigmática botella mensajera a su sereno navegar, para que así se consuma ese estremecido orgasmo de aquellos náufragos que la puedan encontrar…
Parcheados piratas… garfiados corsarios… patapaleros bucaneros…. y enamorados filibusteros… damos las gracias a los galeones que como Proscritos se dejan por nosotros abordar…
¡Que Neptuno los cuide de las tormentas del mar!
(Refiérome a Proscritos y a los mensajes en botella que nos puedan y quieran mandar)