por hijadecristalero
Fotografía en contexto original: flickr
Ella sabe que yo sé que miente.
No es la primera vez que soy testigo del derrumbe de una vida de juguete. Es más, a veces me siento como el ángel exterminador, como si hiciera falta mi mirada para que todas las mentiras escondidas salgan a flote y la alegre ficción deje paso a la dura realidad contable.
Ella ha crecido en función de las miradas de los otros, como si estuviéramos aquí para dejarnos admirar en el escaparate. Como si los otros no tuvieran sus propias vidas, como si a los otros nos importaran los demás.
A mí no me engañan sus bolsas de tiendas caras, sus aires de gran señora, ni su tinte para las canas. Yo sé cuánto debe y qué vejez de deudas de le espera, soy un testigo incómodo.
Hoy me he cruzado con ella. Le he sonreído, y cuando me disponía a saludarla, ha bajado la cabeza y ha comenzado a revolver en su bolso, como si no hubiera visto. Ha pasado junto a mí, casi rozándome, y he dejado que se marchara creyendo que lo había conseguido.
Caminaba tan deprisa y tan concentrada en sus asuntos, que no ha podido ver que la realidad le iba pisando los talones.