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Teoría de la jovencita

por Juan Hoppichler

No sabemos si el colectivo Tiqqun es una célula de militantes parisinos, un grupúsculo anarco ecologista provenzal, o Houellebecq y Beigbeder partiéndose de risa. Pero quienes -o lo que- se escuda bajo este nombre han publicado dos libros imprescindibles para cartografiar nuestro mundo. Teoría del Bloom, que es una antropología del hombre sin atributos actual, y Teoría de la Jovencita, más reciente y brillante, sobre el deseo como antesala del sometimiento.

El Bloom es el proletario moderno. No tiene sustancia pero sospecha que podría tenerla: sube al tren, se baja del tren, ve porno, compra ropa, se cobija entre la masa y, solo de vez en cuando, sueña.

La Jovencita “ocupa el nudo central del presente sistema deseos”, es una mentira que “lleva la máscara de su rostro”, es el nuevo humano inorgánico, convertido en “mercancía-faro” cuyo mejor ejemplo son las chicas que se representan en la publicidad, y que también las que se sientan a nuestro lado en el metro, nos sonríen en los bares, y alguna hasta nos invita a su ático con tapices étnicos.

Las implicaciones políticas y sociológicas son profundas pero, carencias de uno, lo más perturbador de los aforismos y sentencias de Teoría de la Jovencita es lo superficial: su retrato de las ninfas postindustriales que viven como detrás de un escaparate y a las que los Blooms deseamos y por las que nos esclavizamos.
Tiene algo de consuelo ver que no somos animales rijosos, lo que sucede es que estamos alienados.

4 respuestas a «Teoría de la jovencita»

Podrías haber desarrollado esto un poco más. Al principio no sabía si me encontraba con una crítica hacia una versión moderna del Cosmopolitan. Pero el tema parece tener bastante más enjundia, aunque me quedo sin saber bien si lo que pretenden esos manuales es acabarnos de alienar o hacer una crítica ácida a los y las lobotomizados chupiguays.
Ya lo buscaré, que me ha intrigado.
Saludos.

Con permiso, y para quien se haya quedado, como yo, un tanto confuso, copiopego la síntesis con la que se anuncia:

Primeros materiales para una TEORÍA DE LA JOVENCITA
(seguido de «Hombres-máquina: modo de empleo»)
Tiqqun

Este es un libro de amor. Habla sobre la imposibilidad del amor en nuestra estructura económica. ¿Qué significa esto?

El capitalismo no está ahí fuera: en el FMI, la OMC o el BCE. El capitalismo es una promesa de paraíso en la tierra, una idea de éxito y realización, un poder de fascinación.

Tiqqun le pone nombre y le da figura: la Jovencita. La Jovencita no es mujer ni hombre, sino una imagen, un modelo, un ideal. Eterna juventud, seducción ilimitada, placer indiferente, amor asegurado contra todo riesgo, control de las apariencias, cero defectos.

Impersonal, implacable, impecable, impermeable e imposible, la Jovencita se apodera de nuestra mirada, de nuestro deseo y de nuestro imaginario. Es una máquina de guerra. No se deja tocar y nunca pierde.

Tiqqun dibuja el campo de batalla: nos lo hace ver. De qué modo un bolso, un culo, una sonrisa, un perfume, unas botas o unos bíceps pueden ser armas en una guerra. Librada entre nosotros y en el interior de cada uno. Una guerra contra el azar y los encuentros sin garantías, la belleza y la sensualidad singulares, el tiempo de toda duración, la violencia del abandono y la entrega. Contra el amor verdadero.

Fragmento a fragmento, Tiqqun disecciona a la Jovencita. Sin piedad, porque hay que conjurar su poder de fascinación. El hechizo que nos hace ver la realidad repleta de arrugas, fracasos, peligros, grasas y ataduras. Brutalmente, porque el objetivo es desvelar la verdad que esconde su promesa de paraíso: vulgaridad, angustia y soledad.

Y al trasluz de la crítica, nos propone una nueva educación sentimental.

Esta edición incluye el texto «Hombres-máquina: modo de empleo», donde Tiqqun desarrolla el análisis del biopoder contemporáneo: la reducción de la vida humana a simple carne que vigilar y gestionar según parámetros estandarizados de belleza, salud o placer.

yo conozco al autor y es que es muy vago. por cierto creo su apellido está mal escrito, es Hoppichler. si quieren más información, además de esto de arriba, busquen el artículo de Amador Savater en su blog de Público.

Bueno, ya está corregido lo del nombre.
Cuando colgué el artículo pensé «linkar» todos los nombres que daba Juan, pero no tuve tiempo. Veo que Descla ya ha hecho mi trabajo. Mil gracias.

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