por Madre Superviviente
Fotografía en contexto original: fanpop
El otro sábado una amiga me invitó a comer a su casa, y cuando estábamos en ese maravilloso aperitivo de cocina, esas cervecitas mientras se pocha la cebolla, la llamó una amiga que trabaja en el instituto.
– Joder, Marta faltó ayer toda la mañana a clase –dijo cuando colgó.
Justo en ese momento, la susodicha apareció por la puerta con toda la pinta de acabar de levantarse.
– ¿Qué tal lo pasaste ayer? –le preguntó mi amiga malhumorada.
Marta, quince años, la miró con ojos de vaca y se quitó los auriculares que llevaba en las orejas.
– ¿Qué?
– ¡Que estás castigada sin ipod!
La hija se negó con una seguridad que me hizo pensar que siempre se sale con la suya. Y a continuación se lanzó a abucharar a su madre con explicaciones farragosas, preguntas, promesas, excusas y amenazas; y ambas se enzarzaron en una estéril pelea. La niña consiguió darle la vuelta a la tortilla y, al final, se marchó de la cocina poniéndose los auriculares en las orejas con santa indignación.
Mal, muy mal.
No podemos exigir a los hijos que sean responsables de sus actos cuando nosotros no lo somos de los nuestros. Si le decimos que está castigado sin ipod, tenemos que tener claro que no puede irse sin dárnoslo. Y sí, a veces hay que montarles el pollo y gritar y hasta arrancarle los auriculares de las orejas. Pero muchas veces no hace falta llegar a eso. Basta utilizar el sentido común:
1.- No empezar la conversación con una amenaza que no vas a cumplir (“te voy a quitar el ipod”), sino con el motivo de tu preocupación (“me he enterado de que ayer no fuiste a clase ¿dónde estuviste?”)
2.- No entrar al trapo del adolescente. Son muy hábiles provocando broncas que distraen a los padres de su objetivo, es mejor dejar que gaste toda su munición de explicaciones farragosas, justificaciones, juramentos, promesas y rasgamiento de vestiduras. No olvides en ningún momento que, te cuente lo que te cuente, el hecho es que ha faltado a clase. Y que tu obligación es sancionar ese comportamiento.
3.- Cuando el adolescente termina de montar su numerito, extender la mano y decir, ahora sí: “Dame tu ipod”.
4.- Fin de la conversación
– ¡No es tan fácil! –dice alguien al fondo de la sala.
No, no lo es. Y si en tu casa tus hijos están acostumbrados a salirse con la suya, te costará mucho que respeten tu autoridad. No se consigue en un día, ni en dos.
Por eso esto es una serie. En el próximo capítulo, continuaremos ahondando en el tema.