por hijadecristalero
Ahora que tenía a los chavales casi convencidos de que un invierno sin calefacción nos vendría muy bien para endurecernos (más), mi madre nos ha traído una catalítica.
Una Bosch moderna, pero con su bombona de butano en la trasera (y otra de repuesto en la terraza), como las estufas que tenía mi abuela.
Encenderla y viajar en el tiempo ha sido todo uno gracias al olor, que yo asocio con el yugo y las flechas, porque mi abuela vivía en un piso de protección oficial que tenía la chapita sobre el portal.
A veces tengo la sensación de que yo estoy realizando el mismo viaje que ella, pero a la inversa. Ella salió de la miseria y acabó teniendo calefacción central y mucama –que pagaban los hijos-. Yo he vivido gran parte de mi vida en la clase media alta, y cada día que pasa bajo un escalón más en la escalera social. Por suerte, tengo en la manga el as de una cabecita que no para de idear y escribir cosas para llevar un poco de pan a la mesa, y lo mismo cualquier día paso de la pobreza al desahogo. Si no, habré muerto en el intento. Y mis hijos tendrán apasionantes historias que contar a mis nietos: la del abuelo que se rindió al los cuarenta y la de la abuela que murió luchando.
Mientras, vivo como mi abuela en el franquismo: contando las monedas, mirando mucho los precios e imponiendo disciplina familiar. No tengo piso de protección oficial, pero tampoco lo merezco: tengo estudios y un pequeño patrimonio, se da por hecho que debería saber ganarme la vida. Yo solita me lo he puesto muy difícil, no busquéis más culpables.
Pero hay mucha gente en este país que, por A o por B, no tiene ni educación ni patrimonio, sólo un currículum que a nadie interesa, y hoy se ven en la calle. Lozinski dice que lo bueno del Estado comunista era que te daba casa y te pagaba los recibos. El franquismo no era muy diferente: mi abuela nunca habría podido tener una casa en propiedad con lo que ganaba. Los dos sistemas nos venden seguridad a cambio de libertad.
En ninguno de ellos encajo.
La democracia nos da una teórica libertad y nos sube el precio de la vivienda, de la luz, del gas, del pan… mientras lo que ganamos cada día vale menos y la oligarquía se enriquece. Tampoco encajo en ella.
Me encuentro a diario con nostálgicos del franquismo y con nostálgicos de un sistema comunista que nunca conocieron. Con nadie que defienda las cosas tal y como están ahora.
No creo en la vuelta al pasado.
No creo en lo que tenemos ahora.
Ahora mismo sólo creo en la catalítica.
Hasta que se acabe la bombona.
—-
Hijadecristalero es autora de Historia de un desclasamiento
3 respuestas a «Reflexiones catalíticas»
Fuero del Trabajo
Leyes Fundamentales del Reino
(1938–1977)
Fuero del Trabajo
Entrada en vigor: 9 de marzo de 1938
Reforma:
Derogación: Con la Constitución de 1978
El Fuero del Trabajo (1938) es una de las ocho Leyes Fundamentales del franquismo, siendo elaborada antes del fin de la Guerra Civil a imitacion de la Carta di Lavoro de Benito Mussolini. Si bien es cierto que en el momento de su promulgación los nacionales llevaban una clara ventaja en la contienda; de hecho fue en 1938 cuando Franco creó el Gobierno de la Nación.
Este texto es de ideología falangista, familia franquista que tuvo cierta influencia en la cuestión laboral y los medios durante la guerra y la dictadura, y entre sus principales puntos se cuentan la regulación de la jornada laboral y del descanso, se crea la Magistratura del Trabajo y así mismo se crean los sindicatos verticales, que son aquellos que agrupaban por igual a patronos y obreros (lo que en la práctica imposibilitaba los acuerdos), ambos subordinados a las decisiones del Estado.Fue parcialmente modificado en 1958 con la Ley de Convenios Colectivos, y siguió regulando las relaciones laborales en España hasta la creación del Estatuto de los Trabajadores, ya en la democracia.
Los derechos y deberes que el Fuero establece son los siguientes:
Derecho y deber del trabajo
Considera el trabajo como la participación del hombre en la producción mediante el ejercicio voluntariamente prestado de sus facultades, tanto intelectuales como manuales, según la personal vocación, en orden al decoro y al mejor desarrollo de la economía nacional.1
Siendo el trabajo un deber de todos los españoles no impedidos, resulta también un derecho, título suficiente para exigir la asistencia y tutela del Estado.:2
«…El derecho al trabajo se estima consecuencia del deber impuesto al hombre por Dios para el cumplimiento de sus fines individuales y en función de la prosperidad y grandeza de la patria…»
Torcuato Fernández Miranda, página 178.
[editar]Derecho al descanso
El Estado garantiza el descanso dominical, vacaciones anuales retribuidas, asegurando la creación de las instituciones necesarias para asegurar el descanso de los trabajadores y su acceso al disfrute de los bienes de la cultura, la salud, el deporte, etc.3
[editar]Derecho a una retribución justa del trabajo
Se crea en España el concepto de salario mínimo: el suficiente para proporcionar al trabajador y su familia una vida moral y digna, estableciendo además el subsidio familiar. El Estado fija las bases mínimas para la ordenación del trabajo, con sujección a las cuales se establecerán las relaciones entre trabajador y empresa.
«…El contenido primordial de dichas relaciones será tanto la prestación del trabajo y su remuneración como la ordenación de los elementos de la empresa, basada en la justicia, la recíproca lealtad y la subordinación de los valores económicos a los de orden humano y social…»
Torcuato Fernández Miranda, página 179.
[editar]Derecho al subsidio familiar
La remuneración del trabajador estará en razón directa de su familia, y a estos efectos se establece un subsidio familiar.
[editar]Derecho a la seguridad y continuidad en el trabajo
Protección en el aspecto físico, es decir, previsión y seguridad ante posibles accidentes, considerando las condiciones de salubridad e higiene en el trabajo. Protección contra despidos arbitrarios y también contra el paro forzoso o desempleo.4
[editar]Derecho a la seguridad en el infortunio y a los seguros sociales
Mediante la previsión social proporcionará al trabajador la seguridad de su amparo ante el infortunio. Concretamente mediante seguros sociales de vejez, invalidez, maternidad, accidentes de trabajo, enfermedades profesionales, tuberculosis y paro forzoso, tendiéndose a la implantación de un seguro total. A los trabajadores ancianos se dotará de un retiro suficiente.5
[editar]Derecho al acceso a la propiedad
El Estado reconoce y ampara la propiedad privada como medio natural para el cumplimiento de las funciones familiares, individuales y sociales, y asume la tarea de multiplicar y hacer asequible a todos los españoles las formas de propiedad ligadas vitalmente a la persona humana : el hogar familiar, la heredad de la tierra y los instrumentos o bienes de trabajo para uso cotidiano.6
[editar]Deber de la lealtad y solidaridad en el trabajo y en la producción
El trabajo tiene, además de su carácter individual o familiar, una función social. Íntimamente relacionado con la prosperidad constituye un deber de solidaridad basado en las obligaciones recíprocas que del trabajo nacen.7
[editar]Significación política del Fuero
Este Fuero nace de la concepción del nuevo Estado español como un Estado social, definiendo los derechos sociales del español a la vez que los principios rectores del Estado en materia laboral. Desde el punto de vista del derecho constitucional constituye la parte dogmática , en la que se formula una declaración de principios rectores, el reconocimiento de derechos y deberes y, en general, todo lo que tiene un carácter enunciativo y director:
«…Así, pues, es claro el carácter dogmático de ambos Fueros. La significación política del que ahora estudiamos, el Fuero del Trabajo, ha de entenderse en función del fin del Estado, en la esfera de la realización de la justicia social y en el establecimiennto de los principios rectores en dicha materia, así como en la consagración de los derechos y deberes de los españoles en el ámbito de la política social…»
Torcuato Fernández Miranda, páginas 180-181.
El Fuero del Trabajo consagra los siguientes principios rectores:
La justicia social como principio rector del Estado.
Carácter personal del trabajo.
Protección del Estado al trabajo.
El carácter personal de la propiedad y la propiedad familiar.
Sentido social de la empresa.
Subordinación de la economía al interés nacional.
Reconocimiento a la iniciativa privada y carácter subsidiario del Estado en materia de producción.
La organización sindical de los factores de la economía.
ub.edu: VIVENDA SOCIAL Y FALANGE: IDEARIO Y CONSTRUCCIONES EN LA DÉCADA DE LOS 40
Jesús López Díaz
Universidad Nacional de Educación a Distancia
(Resumen)
En la España de los años 40 las diferentes familias políticas que lideraban el Régimen de Franco intentan ocupar la mayoría de los espacios políticos y sociales, en muchos casos abiertamente enfrentadas entre sí. Falange reproduce esta lucha en el campo de la arquitectura, y especialmente en el diseño de la vivienda social (con Madrid como caso paradigmático), y por extensión del nuevo urbanismo, de modo que reflejen los ideales falangistas, ideales que diferían abiertamente con los del resto de fuerzas franquistas. Falange contó en su nómina con algunos arquitectos notables en el panorama arquitectónico español, quienes en sus obras reflejarán en muchos casos un principio de retorno a algunos de los valores vilipendiados del racionalismo español de los años 30.
Palabras clave: vivienda social, Falange, arquitectura y urbanismo.
Social Housing and Falange: ideology and building in the 1940s (Abstract)
In Spain, during the 1940s, the different political families, which were the leaders in Franco’s regime, tried occupy political social spaces, but in many cases they were brought face to face. Falange reproduces this fights in the question about architecture, urban and social housing (in Madrid as the best example), and so, Falange shows their own ideals, so different from the ideals of the other forces. Some of the best Spanish architects worked in Falange, who showed in their works some of those vilified valour from the Spanish rationalist architecture used in the 1930s.
Key words: social housing, Falange, Architecture and Urban Planning.
La vivienda en el periodo de reconstrucción (1939-1945). El final de la guerra civil y el inicio de la autarquía
Frente al alabado perfil «velazqueño» de la «cornisa del Manzanares», la ciudad de Madrid creció desde 1939 sin que las autoridades fueran capaces de controlar y dirigir este crecimiento masivo, rápido y dominado por la miseria de los nuevos inmigrantes, que abandonaban el campo para instalarse en la ciudad, acelerando un proceso comenzado décadas atrás. El Régimen se enfrentaba al problema heredado de los suburbios, más el de la reconstrucción de una ciudad sitiada y bombardeada durante tres años. La dimensión de la situación obligó a actuar a varios organismos paralelamente, incluso a crearlos al efecto, aglutinando las fuerzas del Ayuntamiento de Madrid, de varios Ministerios y de la Falange, instituciones que reflejaron la tirantez propia de las disputas de las diferentes familias políticas por acceder al reparto del poder. Las competencias, los recursos asignados o el personal disponible marcaron la escasa realización de todas las instituciones públicas en los años cuarenta. Lo que determinó en la década siguiente la necesidad de incorporar a la tarea al capital y la empresa privada, hecho determinante del cambio de la situación de la vivienda social, junto a la tardía creación, 1957, del Ministerio de la Vivienda.
En el caso de España la definición legal de vivienda protegida surgió con la Ley de 19 de abril de 1939, y no sólo incluyó la vivienda social -vivienda mínima- sino que se aplicó también a viviendas para militares o funcionarios. No fue hasta 1954 cuando se redactó una nueva legislación que refundía las categorías anteriores y generaba un nuevo tipo de viviendas exclusivamente pensando en resolver el problema de la vivienda más modesta (viviendas de renta mínima y reducida); a la par que se creaba un gran Plan Nacional de la Vivienda, antesala del Plan de Urgencia Social de Madrid.
La ciudad del «Movimiento»
En el mes de febrero del año 1938 se celebró en Burgos, sede del Mando Militar del Ejército de Franco, una reunión con más de doscientos arquitectos liderados por Pedro Muguruza, arquitecto huido de zona republicana e incorporado al Estado Mayor de Franco, quien le encargó la reorganización de la arquitectura nacional, objetivo de este encuentro de arquitectos patrocinado por Falange. En esta reunión se trataron temas relacionados con la arquitectura y el urbanismo de cara al momento de la reconstrucción, entre ellos la problemática de la «vivienda humilde». En las palabras del discurso de clausura, el líder falangista Raimundo Fernández Cuesta abogaba por construir «hogares» frente a edificios, definiendo la casa como «el centro de expansión del espíritu, el marco que encuadra la familia». Fernández Cuesta esbozaba algunos de los principios y valores que debían regir la ciudad ideal que sueña el falangismo, «la ciudad del Movimiento», elementos que el falangismo intentará promover, sin éxito, en la futura política franquista (pues chocarán con otras «familias» políticas): «… no construir barriadas obreras aisladas que no es otra cosa que llevar la diferenciación de clases a la arquitectura, construyendo edificios que parecen tener la finalidad de hacer resaltar la diferencia de los seres que en ella habitan respecto de los demás. Cuando el ideal sería que en los distintos pisos de una misma casa pudieran habitar, indistintamente, personas de distinto rango social.»[1]
Esta idea de la superación de la lucha de clases forma parte del manifiesto teórico que configuraban los llamados 26 puntos de Falange, y que Franco convirtió en norma programática del Estado tras el Decreto de Unificación entre falangistas y tradicionalistas de abril de 1937: «11. El Estado nacional-sindicalista no se inhibirá cruelmente de las luchas económicas entre los hombres, ni asistirá impasible a la dominación de la clase más débil por la más fuerte. Nuestro régimen hará radicalmente imposible la lucha de clases, por cuanto todos los que cooperan a la producción constituyen en él una totalidad orgánica.»[2]
La hegemonía del nacional-sindicalismo
En septiembre de 1939, comenzada la II Guerra Mundial, España se declaró neutral, aunque públicamente el Régimen franquista se identificaba con las potencias del Eje. El contexto internacional tuvo una clara repercusión en la política interior española, pues el modelo político que proponía Falange, tan influenciado por el fascismo italiano, y que Franco había elegido como sistema estructural del nuevo Estado, vivió su periodo de auge y retroceso en paralelo a la suerte que corrían sus homólogos europeos. A los pocos meses del Decreto de Unificación, que suponía para Falange una claudicación de sus primigenios ideales y un acatamiento a la voluntad de Franco, se reorganizó el organigrama del nuevo partido único. Se crearon así los Servicios Técnicos[3], donde se agrupaban los arquitectos que colaboraban con Falange, y a cuyo mando estaba Pedro Muguruza.
Frente al ideal de un estado fascista que propugnaba la Falange se encontraban los monárquicos y especialmente la Iglesia. El punto álgido de este enfrentamiento se produjo en mayo de 1941, cuando Serrano Suñer (impuesto por Franco al frente de Falange) e ideólogos falangistas como Dionisio Ridruejo propugnaron claramente la idea de un estado radicalmente falangista[4], sin más instituciones que controlaran el poder. Al final, tras varias remodelaciones, Franco nombró a José Luis Arrese, arquitecto falangista sumiso al generalísimo, como encargado de dirigir el partido, quien publicó textos teóricos para «reorientar» doctrinalmente a sus militantes.
La autarquía económica y su repercusión social
Ciertamente los efectos de la Guerra Civil sobre la economía española, al devolver a la producción agraria e industrial a niveles prebélicos, se hicieron notar. Sin embargo las pérdidas en maquinaria e instalaciones no pueden considerarse catastróficas, no así los daños en infraestructuras. «No fueron, pues, los destrozos físicos de la guerra, ni en la industria ni en el campo, los que condicionaron de un modo más grave la evolución de la economía española (…) la peor consecuencia económica de la Guerra Civil fue la de los años subsiguientes, cuando el franquismo desenganchó a España durante un tiempo de las aceleradas líneas de progreso económico seguidas por los otros países europeos occidentales apenas concluida la Guerra Mundial.»[5] Como señala Barciela al examinar globalmente la trayectoria de la política económica franquista, su signo más sobresaliente fue «la resistencia a cambiar, la fuerza de la inercia, siempre el poder a remolque de los acontecimientos. No puede ensalzarse, precisamente, la capacidad de reacción de un régimen que tardó dos décadas en reconocer que su sistema no funcionaba y en convencerse de que la salida de la crisis radicaba en la liberalización que tanto había criticado»[6]. El sistema autárquico intervencionista y nacionalista de la década de los cuarenta supuso un freno al desarrollo económico y se convirtió en el periodo de mayor recesión económica de nuestra Historia, multiplicando los efectos producidos por los desastres de la guerra[7].
El control social del Nuevo Estado
Acorde con la política autárquica, las relaciones laborales se guiaron desde el Estado mediante una extensa regulación y unas exiguas medidas de previsión social. Falange aportó los cuadros y los militantes que controlaron el nuevo sindicalismo vertical, donde se incluían a los obreros junto a los patrones y empresarios, aunque en los ideales falangistas aún se preveía llegar más lejos en el terreno productivo-laboral, a través del cooperativismo y la titularidad sindical de los medios de producción. La regulación legal de las nuevas relaciones laborales quedó definida en el Fuero el Trabajo (transposición de la Carta del Laboro del fascismo italiano), publicada el 9 de marzo de 1938. La Delegación Nacional de Sindicatos (DNS), desarrolló una parte de los contenidos del Fuero a través de las obras sindicales nacionales, como la Obra Sindical del Hogar (OSH). Sin embargo siempre existieron tensiones entre los falangistas más duros, que deseaban dirigir la vida económica desde la nueva organización, y los monárquicos, la Iglesia y el capital, que preferían a Franco y sus ministros al frente de la dirección económica.
La reconstrucción de Madrid. «Madrid, Capital Imperial»
El organicismo falangista
«Madrid. Capital Imperial» es el título del capítulo quinto del primer texto teórico sobre arquitectura y urbanismo que se publica en el Régimen de Franco[8], y define muy gráficamente una de las prioridades del Plan de Reconstrucción que redactan los Servicios Técnicos de Falange, la recuperación del «Imperio». Sin olvidar, como hace uno de los ideólogos del fascismo español, Enrique Giménez Caballero, cuál ha sido la posición de la mayoría de los ciudadanos madrileños en los años anteriores de la II República: «…¡Madrid, abominable de masas en chancletas! Posaderas de oficina sentándose en sillones imperiales. ¡Y al fin el Escorial, El Escorial! Origen y sueño del Madrid cesáreo. Sus tumbas profanadas por los gusanos rojos…»[9] A través de estas continuas alusiones a «la cornisa imperial de Madrid» o el «perfil velazqueño», entendemos que se erigiera un edificio como el Ministerio del Aire, obra de Luis Gutiérrez Soto, cuyas formas son una deuda atemporal y desplazada de los usos de Villanueva o Herrera.
El Plan Nacional de Ordenación y Reconstrucción de Madrid elaborado por los Servicios Técnicos de Falange que dirige Muguruza desde 1938, será una más de las lanzaderas de Falange para imponer su visión del Estado. El Plan pretende «dotar a la Patria española de una organización corpórea de perfecto funcionamiento, viva y bella, donde su espíritu fructifique y cumpla gloriosamente su misión universal», que no es otra que aspirar siempre a la «ambición de Imperio», » la misión transcendente de España»[10]. Esta visión organicista se refleja en el ideal del urbanismo español, que debe tener como ejemplo los diseños de las ciudades de la Reconquista y de la colonización americana: «es materia propicia el genio de la raza eminentemente realista, integrador y jerárquico, que repugna la unilateralidad racionalista u oportunista francesa o inglesa,…» Por lo que propone una nueva división del territorio nacional en comarcas naturales (de carácter geográfico), y no la actual división «antinatural y fuente de desorden» de las 50 provincias[11].
La visión falangista sobre el barrio ideal se basaba en la desaparición de las barreras clasistas, y en la familia como forma «superior al individuo». Aquí encontramos la propuesta más interesante y radical que hará Falange con respecto a la vivienda y que apenas conseguirá llevar a cabo: «Como arquitectos podemos hacer notar que hasta ahora se construyen barrios independientes y distintos para las diversas clases sociales, que naturalmente, fomentan y excitan la lucha de clases. Y ahora queremos hacer barrios para gentes que estén unidas por un fin común, y dentro de cada uno de estos barrios estará comprendida toda la jerarquía desde la máxima hasta la mínima». No se cuestiona la separación y superioridad entre clases, se cree que los problemas que conlleva la separación en barrios según clases, se superarían, evitando así que estos barrios favorecieran las opciones radicales obreras. Por eso afirman que la «zonificación urbana es la tradición material de la lucha de clases socialista que hay que desterrar». En este documento Falange también hace referencia a la necesidad de diseñar un Plan de Vivienda: «No intentamos dar una descripción de la vivienda, cuyo modelo claro es de todos conocidos, pero sí hemos de señalar la enorme amplitud de este concepto, ya que comprende desde la casa, cuna de la familia y altar de nuestras tradiciones, hasta la casa como instrumento de trabajo, … » Esta vivienda ha de regirse por los siguientes fundamentos: separación en habitaciones del matrimonio y de los hijos por sexos; dotar a la vivienda de una pieza que «simbolice la idea del hogar»; y mínimos higiénicos (ventilación, orientación, iluminación, agua) conforme a las diferentes características regionales.[12]
La Junta de Reconstrucción
En 1938, se crea el Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones, cuya misión es la reconstrucción en las zonas «liberadas». Este organismo se transformará en Dirección General de Regiones Devastadas y Reparaciones (D.G.R.D.R.), pasando a formar parte de la estructura del Ministerio de Gobernación, cuya dirección se encarga a Moreno Torres. En septiembre de 1939 Regiones Devastadas dictamina que las poblaciones con destrucciones superiores al 75% sean nominadas como «adoptadas» por Franco, incluyendo algunos barrios de Madrid que habían sido primera línea del frente de guerra[13]. También en septiembre de 1939 el Ministerio de Gobernación completa su organigrama con la otra gran Dirección General que junto a la de Regiones Devastadas intentará dirigir la reconstrucción: la Dirección General de Arquitectura (D.G.A.)[14], que dirige Pedro Muguruza sin abandonar su puesto al frente de los Servicios Técnicos de Falange. Sin embargo, el Instituto Nacional de la Vivienda (I.N.V.), dirigido por Federico Mayo, constituido por ley de 19 de abril de 1939, se encuadró en el Ministerio de Trabajo.
Estas instituciones son las encargadas de dirigir la reconstrucción de Madrid a través de la Junta de Reconstrucción de Madrid (J.R.M.), Orden de 7 de octubre de 1939, formada por una Comisión Interministerial. Aunque hubo un intento anterior del Ministerio de Gobernación en solitario, cuyo primer objetivo era la redacción de un proyecto de urbanización, que Muguruza encarga personalmente y de modo «informal» al arquitecto Pedro Bidagor, proyecto germen del Plan General de Ordenación de Madrid[15]. La Junta tenía dos grandes líneas de trabajo: la reconstrucción material de la ciudad y la redacción del nuevo Plan General[16].
El papel de la «vivienda social» en el Plan General de Ordenación Urbana de Madrid
Pedro Bidagor había permanecido en la capital durante todo el asedio franquista. Había aceptado la protección de la CNT, para poder ir perfilando junto a otros colegas la futura reconstrucción y urbanización de Madrid. Muguruza, que en algún momento es consciente de esta labor, le encarga al poco de la «liberación» de Madrid, la redacción del Plan de Urbanismo de la capital, terminada en 1941, publicado en 1942, pero la Ley de Bases necesaria para su aplicación no se aprueba hasta el 25 de noviembre de 1944. Su desarrollo y reglamentación también verá la luz con retraso, al publicarse por Ley de 1 de marzo de 1946, fecha definitiva de la aprobación del Plan General de Urbanización de Madrid y Alrededores (pues afectaba a la capital y a 28 términos municipales limítrofes, anexionados por Madrid entre 1948 y 1954). El Plan sufrió un retraso fruto de la tirantez política y la necesidad práctica de poner de acuerdo a un número considerable de instituciones. Frente al sector falangista que dominaba las Direcciones Generales del Ministerio de Gobernación, y su utópica «ciudad del Movimiento» que aspiraba a reflejar en el entramado urbano el pensamiento nacional-sindicalista, se oponía el bando conservador, que tenía especial presencia en el Ayuntamiento de Madrid. El propio alcalde, Alberto Alcocer, había presentado públicamente otra propuesta de Plan de Ordenación de Madrid, obra del ingeniero municipal José Paz Maroto.
El Plan de Bidagor de 1941 superaba el sistema urbano del Ensanche, con su herencia de extrarradio obrero y suburbios míseros: «el surgimiento de los suburbios imposibilitó en Madrid el mantenimiento del trazado urbano en cuadrícula como fórmula práctica para ordenar la expansión de la ciudad. (…) … la complicación creciente de la vida económica y social y sus repercusiones en la vida urbana ,… los avances técnicos, … el desarrollo de los medios de comunicación y el impulso adquirido por la industria de la construcción comenzaban a romper los moldes tradicionales de la convivencia urbana. Se sustituye una ordenación geométrica por una organización funcional, dividiendo la ciudad en zonas para adoptar cada una un uso especializado. (…) La ilusión de planificar ciudades con una organización perfecta lleva incluso a la utopía de estimar que el establecimiento de ciudades ideales puede ser cauce viable para determinados tipos de redención social.»[17] En teoría, Bidagor continuaba la idea de la superación clasista falangista en su ciudad utópica. En la práctica, el diseño que propone su Plan, y que sin reconocerlo en público continúa las ideas ya expuestas por el proyecto Zuazo-Jansen de 1929, disgrega el Ensanche burgués del extrarradio obrero a través de anillos verdes de separación. Anillos que también circundan las propuestas de barrios suburbiales y ciudades satélites en el entorno de Madrid, y que evitarían el crecimiento en mancha de aceite de las últimas décadas. Los poblados satélites, de nueva planta o aprovechando poblaciones limítrofes, eran núcleos más autónomos que absorberían el futuro crecimiento de la ciudad, y se clasificaban en 3 grupos dependiendo de su función: poblados de servicio de zonas industriales y militares (en torno a polígonos industriales): poblados de albergue de población obrera que trabaje en Madrid pero sin recursos para vivir en la ciudad (poblados obreros); y poblados de vivienda con menor densidad (ciudades jardín residenciales). Esta distribución clasista de los poblados satélites es contraria a las formulaciones falangistas, por lo que Muguruza no dudó en criticarlo, pues lo que debía lograrse era lo contrario de la división social. La postura falangista pretendía unificar los barrios con una armonía de clases, mientras que los sectores más próximos al capitalismo entendían la ciudad como resultado de la división «natural» de la sociedad en clases económicas[18].
El debate sobre la segregación de los barrios obreros
Durante los primeros años 40 proliferaron algunos foros de debate sobre el tema de la ciudad, el diseño urbano y su futuro, y la vivienda. Como las Asambleas Nacionales de Arquitectura (promovidas en un primer momento por Falange), los congresos de la Federación de Urbanismo y de la Vivienda, o las páginas de publicaciones como Reconstrucción o la Revista Nacional de Arquitectura. En el polo opuesto respecto a la segregación obrera se encontraba el criterio de Muguruza, quien no recortaba críticas a la actuación especulativa de la burguesía en etapas anteriores, a la que acusaba de haber hecho negocio de la vivienda humilde. Como ejemplo de actuación expone la Ley proclamada por el Führer alemán para la creación de 300.000 viviendas modestas. Pensando en un modelo para España, Muguruza afirma: «La definición europea de la vivienda modesta tiene un sentido netamente materialista…, echamos de menos ese sentido del hogar tan español por cristiano y familiar». Su solución son los poblados donde se mezclen las clases sociales, para evitar barrios obreros, «preferible lograr el ideal de una jerarquización absoluta en el conjunto del poblado, con un carácter de hermandad, de gran familia social; ligada incluso al patronazgo de quien incorpora con su rango social un matiz de tradición española al conjunto nuevo»[19]. Se refiere a incluir en cada poblado una casa noble como ejemplo para la comunidad, como propondrá en el diseño del Cerro de Palomeras[20]. El orden constructivo ideal es el tradicionalismo arquitectónico que aprovecha los materiales locales y la economía de medios[21].
La otra corriente, de talante conservador, tiene su mejor órgano de expresión en los Congresos de la Federación de Urbanismo y de la Vivienda, promovidos por César Cort, arquitecto y concejal del Ayuntamiento de Madrid. Es un órgano de expresión en el que abundan las intervenciones de los municipios españoles (fuera de la órbita de Falange). El I Congreso se celebra en Madrid en octubre de 1940, y en él Cort plantea sus propuestas de solución al problema de la vivienda[22]. A diferencia de los falangistas, que culpabilizaban a la gestión municipal y sobre todo a la especulación capitalista, Cort culpabiliza a la clase obrera y defiende al propietario capitalista: «Una de las grandes fallas de la edificación presente se encuentra en la torpeza de la mano de obra y en su falta de rendimiento». Su solución: «Hay un procedimiento sencillísimo de lograr inmediatamente una reducción considerable en el coste de la unidad de obra, aumentar la jornada de trabajo sin variar el jornal. Y con el tiempo reducir también el jornal».[23] En sus propuestas pide a los Ayuntamientos abaratar los solares (no aporta ninguna idea de cómo realizarlo); construir barrios enteros para que sea mayor la economía de medios; estudiar la industria de la edificación, y sobre todo, aumentar el valor de los alquileres para que la edificación atraiga al capital. Idea esta última, que centra la comunicación de la Cámara de la Propiedad de Madrid, abogando por liberalizar los alquileres ya que «los salarios han subido un 362%» [sic], y es poco interesante para el capital invertir en propiedad.[24]
Al final, la solución se expresó en la aprobación de la Ley de Ordenación Urbana de Madrid que diseñó Bidagor y en la que todos los organismos ejercieron de algún modo presión. Como señala Terán, el Plan proyecta una visión novedosa por la escala, aunque el sistema de anillos verdes para la ciudad y para los núcleos satélites buscaba una segregación radical de la clase trabajadora, mantenida a distancia en un entorno semirural. Fernando Terán ha recogido el criterio del ingeniero Martínez de Lamadrid, colaborador de Bidagor: «La distribución de las zonas industriales, además de responder a los criterios normales de zonificación para este uso ya conocidos (…) ha obedecido fundamentalmente a la necesidad de localizar las masas obreras en sectores de la ciudad, y mejor aún, en núcleos satélites de población con vida material autónoma, en fácil contacto con su comarca rural. De esta forma las zonas industriales constituyen verdaderos baluartes defensivos contra la invasión de masas de población inactivas que se sitúan en los alrededores, constituyendo los cinturones suburbanos de miseria contra la que se lucha difícilmente».[25]
Como quiera que a finales de los 40 los anillos verdes son ambicionados por los especuladores y por las propias instituciones como única salida para obtener un suelo más económico, las ideas de Bidagor y todo el debate entre Muguruza y Falange frente a los sectores conservadores del Régimen, quedó superado por la realidad, lo que demuestra los errores de planificación, no sólo urbana, sino política, económica y social.
La labor de Regiones Devastadas
Moreno Torres, Director General de Regiones Devastadas, es también nombrado Director de la Junta de Reconstrucción. Pedro Bidagor señala en el número 1 de la revista Reconstrucción que 60.000 habitantes se quedaron sin hogar y malvivían entre las ruinas de los barrios más castigados por la guerra en todo el área oeste y sur de la capital. Las actuaciones de los suburbios y poblados limítrofes quedaban en manos de Regiones Devastadas, mientras que el extrarradio y el interior de la ciudad eran en un principio obra del Ayuntamiento. Regiones Devastadas, al igual que otros organismos, utilizó a presos franquistas en su labor bajo el sistema de redención de penas por el trabajo. A partir del verano de 1940, Regiones Devastadas comenzó a organizar, primero en Madrid, y luego de manera itinerante, exposiciones donde explicaba su labor.
En los primeros meses la tarea consistió en reparar viviendas semidestruidas y en levantar albergues para alojar familias mientras se construían viviendas de nueva planta. Regiones Devastadas anuncia en abril de 1940 que en 4 meses ha alojado 4.000 familias (25.000 personas)[26]. Regiones Devastadas tendrá dos actuaciones de nueva planta muy importantes en estos primeros años de la reconstrucción, porque erigirá algunos bloques de vivienda siguiendo los parámetros falangistas de cohabitación de clases sociales, siempre bajo las directrices de la moral católica:
-Viviendas de renta reducida en Carabanchel Bajo[27] (Situación: General Ricardos,220 / Av. Pza. Toros Vista Alegre; Arquitecto: Luis García de la Rasilla)
El diseño se basa en el proyecto de Emiliano Amann para el concurso de Bilbao de 1932. Se preconiza la solución en escalera frente a la galería-corredor (sistema de distribución de inspiración «rusa», y que Le Corbusier ya considera fracasado, según el arquitecto). Se reconoce la importancia de la orientación con las zonas vivideras al sol y las húmedas al norte. El conjunto lo forman 3 bloques de planta abierta en una manzana triangular, configurando un jardín interior. Se diseñan 3 tipos diferentes de viviendas teniendo en cuenta «las diferentes necesidades». El bloque que contiene las dos viviendas más «elevadas» se presenta en fachada a la calle principal con una pequeña y cuidada galería. El texto explicativo de la memoria es descriptivo de la radical tensión moral y política que se imponía en el momento: «Como es natural, ni remotamente hemos pensado un solo momento en adoptar soluciones marxistas a base de proyectar salas de estar convertibles de noche en dormitorios, tan anticristiano por su falta de moral y lo poco familiar [Solución que sí se adoptará en los Poblados de los 50 como consecuencia de las dimensiones mínimas]. La vivienda ha de responder a las necesidades de un hogar cristiano (…) No hay salud ni moralidad posibles donde se hacinan seres humanos de todas las edades y todos los sexos en repugnante promiscuidad». En la revista Reconstrucción se recalca la importancia moral del diseño de las viviendas según las clases sociales para «conseguir una verdadera hermandad cristiana entre las diferentes clases, que necesariamente siempre han de existir. Los más acomodados, con mayor influencia social, pueden hacer como de hermanos mayores de aquellos que están en inferiores condiciones de vida, y todos juntos, guiados por el mismo ideal, poder servir mejor a Dios y a España»[28].
-Viviendas en el Puente de Toledo [29] (Situación: Gta. Marqués de Vadillo, General Ricardos, 7; Arquitecto: Felipe Díez Somarriba)
Los edificios refuerzan la alineación y el diseño de la nueva trama urbana. Se repite el esquema de las viviendas de Carabanchel Bajo, con patio interior y 3 tipos diferentes de viviendas según las condiciones económicas de los usuarios, aunque el proyecto responde mejor a demandas de clase media y alta.
La labor de Regiones Devastadas se centró en la recuperación o creación de pueblos enteros, como Brunete o Belchite. En Madrid se erigieron pequeños poblados o colonias siguiendo las características que Regiones Devastadas dictaminaba para estos casos.
-Colonia Casas Baratas Barrio Goya[30] (Situación: Barrio Goya -entre las calles Caramuel, Sepúlveda y Fco.J. Jiménez Martín-; Arquitecto: DGRDR)
Comenzada por los Servicios Técnicos de Falange y terminada por Regiones Devastadas, se alojó a los habitantes del Paseo de Extremadura afectados por las obras de construcción de los bloques de la DGRDR. Albergues para 1.000 personas.
-Colonia Nuestra Señora del Carmen[31] (Situación: Colonia Ntra. Sra. Del Carmen -entre Arroyo del Olivar y Av. Palomeras-; Arquitecto: DGRDR)
Igual función de alojamiento que la anterior para familias del Paseo de Extremadura. 114 viviendas para 800 personas.
Muguruza y la Dirección General de Arquitectura
Ya hemos señalado que Regiones Devastadas y la Dirección General de Arquitectura eran los dos organismos desde los que el Ministerio de Gobernación intentaba controlar la arquitectura española, bajo el sesgo del pensamiento falangista. Pedro Muguruza, el hombre de confianza de Franco en Burgos fue nombrado Director General de Arquitectura (septiembre de 1939), desde donde protegió los trabajos de Pedro Bidagor en el diseño del Plan de Urbanismo. En un primer momento Muguruza ostenta aún el cargo de arquitecto jefe de los Servicios Técnicos de Falange. Es quizás por esta dualidad de cargos por lo que, según la fuente, Falange o la Dirección General de Arquitectura presentan el proyecto del primer poblado del franquismo, el Cerro de Palomeras, que pertenecía al primer proyecto de poblados satélites del Plan de Bidagor.
-Cerro de Palomeras[32] (Situación: Cerro Palomeras -Arroyo del Olivar, Av. Palomeras y Av. Albufera-; Arquitectos: Ramiro Avendaño y Paisán y Luis Díaz-Guerra y Milla)
Anteproyecto de agosto de 1939 inspirado por Muguruza y desarrollado por los Servicios Técnicos de Falange. Lo aprueba la JRM en noviembre de 1940 y la DGA lo presenta en la exposición de sus trabajos en 1942. Con capacidad para 15.000 habitantes distribuidos en 5 núcleos de 660 viviendas, cada núcleo con los servicios administrativos, religiosos y políticos que debían tener las nuevas poblaciones. El 75% de las viviendas serían unifamiliares de 1 ó 2 plantas, de carácter semirural (con corral y patio) y máxima economía de construcción. Al final, lo único que se construyó en este área fueron 4 bloques paralelos de doble crujía y 2 plantas (208 viviendas), levantadas por los propios usuarios bajo supervisión de Regiones Devastadas.[33]
-Tercio y Terol[34] (Situación: Barrio Tercio y Terol, Opañel/Carabanchel; Arquitectos: L. Moya Blanco, E. Huidobro Pardo, R. Avendaño y Paisán, L. Díaz-Guerra y Milla, C.Bailly Bailliere, J.Tamés Alarcón, R. Moya Blanco y E. García Ormaechea)
El proyecto pertenece a la DGA y está encuadrado dentro de la ordenación del sector de la Ctra. Extremadura. También presentado en la exposición de la DGA de 1942. El poblado se articulaba en torno a una plaza con iglesia (y abrevadero para animales) y las dependencias de la administración, a su alrededor se disponían unas 700 viviendas de 1 ó 2 alturas, y un pequeño grupo de 3 plantas; todas con patio y corral, según 5 diseños diferentes dependiendo del número de habitaciones y oscilando su superficie entre los 50 y 100 m². Tercio y Terol sí se construyó (no como Cerro Palomeras), aunque no fue hasta primeros de los 50 cuando el INV y el Ayuntamiento terminan y entregan las viviendas.
-Poblado de la Ventilla[35] (Situación: La Ventilla -Pza. Castilla-; Arquitecto: DGA)
Las primeras actuaciones en este barrio correspondieron a la DGA en torno a 1945, cundo levanta unifamiliares con corral (como en Tercio y Terol) de 2 y 3 dormitorios con cocina-comedor y aseo; de nuevo viviendas mínimas de carácter semirural.
-Albergue de urgencia en Usera/Colonia Almendrales[36]Situación: Colonia Almendrales (Usera)Arquitectso: Juan Navarro Carrillo, Enrique Huidobro Pardo
En un principio era un recinto cerrado con vigilante que encerraba viviendas mínimas («albergues») con cocina-comedor, aseo y 1 dormitorio (como en la Ventilla), donde alojar a las personas que vivían en cuevas y chozas antes de que pasaran a viviendas definitivas «para que se eduquen a los hábitos, pues ha habido casos que no han sabido aprovechar…» Las viviendas son unifamiliares de 1 ó 2 plantas en hilera, con viviendas entre 30 y 60 m². Con el tiempo la colonia se amplía pero ya en bloques de 4 y 5 plantas en forma de U, debido a la carestía del suelo.[37]
-Casas abovedadas en Usera [38]Situación: Usera; Arquitecto: Luis Moya Blanco
Por encargo de la DGA, el arquitecto Luis Moya recurre a la artesanía constructiva para experimentar nuevas posibilidades en un momento en que obtener materiales como el hierro y el cemento era casi imposible.
Todas las actuaciones de la DGA de los años 40 desarrollaron la tipología ruralizante que Muguruza diseñara en Cerro Palomeras, aunque lo construido se supeditaba más a la economía del momento. La DGA apostaba en los 40 por la vivienda unifamiliar de 1 ó 2 plantas, una idea que respondía a los medios económicos, sociales y materiales pero que no resolvía, por lo exiguo de las actuaciones, el problema de la carestía de vivienda[39].
La labor del Instituto Nacional de la Vivienda
El 19 de abril de 1939 se crea el Instituto Nacional de la Vivienda dependiente primero de la Organización Sindical y posteriormente (2 de enero de 1942) del Ministerio de Trabajo. Su dirección en un primer momento recae en la persona de Federico Mayo. La misma ley de abril de 1939 crea la figura de «vivienda protegida». Según esta Ley el INV es el único organismo capacitado para aprobar los proyectos de construcción de «vivienda protegida» y para lo referente a todo tipo de normas. Su función principal era diseñar un plan nacional de vivienda protegida para todo el Estado, de donde nace con retraso, el Plan Nacional de Vivienda para el decenio 1944-1954. Se estimaban necesarias para este decenio cerca de 1.400.000 viviendas, los resultados no llegaron a la mitad de lo planificado.[40]
De los Servicios Técnicos de Falange a la Obra Sindical del Hogar
Sin lugar a dudas Falange fue el organismo más activo en el bando franquista y terminada la guerra su estructura intentó superponerse a la estatal. Falange intentó desplegar su proyecto nacional-sindicalista, copiando instrumentos del fascismo, pero chocó contra otros sectores del Régimen. Muguruza compatibilizó en un primer momento sus cargos en Falange y en la DGA, lo mismo que Federico Mayo, director del INV y en los primeros años también de la Obra Sindical del Hogar y la Arquitectura (OSH). La OSH nace en la circular 19 de la Delegación Nacional de Sindicatos (el sindicato único vertical creado por Falange) como simple organismo de estudio y análisis. No será hasta 1941 (circular 133 de FET y de las JONS) cuando se agrupen en la OSH todos los organismos constructores de Falange y asuma la actividad constructora. Poco a poco irá incrementando su producción y aumentando su papel como promotor y constructor, aunque es 1954 cuando ve la luz el Primer Plan Sindical de la Vivienda.
La misión de la OSH consistía en proporcionar vivienda a los «productores» en colaboración con el INV. Para obtener una vivienda se debía solicitar al delegado sindical local o a la Sección Femenina, quienes remitían la solicitud al jefe provincial, quien a su vez elevaba la propuesta al jefe nacional. Luego había que esperar a que el Estado dispusiera de fondos, algo poco frecuente en la década de los 40. El productor aportaba en el momento de apuntarse el 10% del valor de la vivienda, el 90% restante lo anticipaba el INV y lo devolvía el ya dueño de la vivienda en mensualidades durante 40 años.[41]
Falange consiguió aglutinar en torno a sí algunos jóvenes intelectuales desde su fundación en 1933. Muguruza encabeza la nómina de arquitectos, donde también encontramos al donostiarra José Manuel Aizpurúa, fusilado durante la guerra y autor de una de las primeras obras del racionalismo español, el Real Club Náutico de San Sebastián[42]. Los Servicios Técnicos y posteriormente la OSH tuvieron en nómina a algunos de los mejores arquitectos de la posguerra, encabezados por Francisco de Asís Cabrero (arquitecto jefe de los servicios provinciales de Madrid) y Rafael de Aburto, José Mª Argote, José Antonio Coderch en Cataluña, o Vázquez de Castro e Íñiguez de Onzoño en los años 50. Su estilo arquitectónico, excepto Muguruza, tuvo una continuidad con la línea racionalista anterior propuesta en España por el GATEPAC. En este sentido, su arquitectura se convirtió en el contrapunto al «estilo imperial» interpretando en clave moderna la historia arquitectónica española, la realidad existente y su influencia a través de materiales, y contactando formalmente con las corrientes internacionales.
-Campo de Comillas[43] (Situación: Colonia Marqués de Comillas -Antonio Leyva-; Arquitectos: Servicios Técnicos de Falange)
El campo de Comillas inaugurado el 25 de febrero de 1940 dispuso de 700 albergues con capacidad para 4.140 personas, fue obra de los Servicios Técnicos de Falange. Su objetivo era paliar la escasez de vivienda del entorno de la Ctra. de Extremadura, dentro de una red de «campamentos provisionales» que apenas se llevó a término (como los albergues de urgencia de Usera/Colonia Almendrales de la DGA).
-Virgen del Pilar[44] (Situación: Entre las calles Cartagena, Fco. Silvela y Av. de América; Arquitectos: Francisco Cabrero y Abaurre)
Una de las mejores realizaciones del momento, obra de Cabrero (1ª fase). Es una superposición del modelo dúplex con bóveda tabicada. Las cotas de calidad técnica y arquitectónica, mezclando artesanía, tradición y diseño (los materiales y estructuras aparecen ante el espectador sin recurrir al revoco) no impiden ver que la solución de Cabrero se acerca más a los ideales del Régimen que a una solución realista (por el guiño a la tradición artesana en un momento álgido del período autárquico, alejándose de las soluciones estandarizadas basadas en la industria). Se convierte en un diseño aislado que no repetirá más la OSH.
-Coronel López Larraya[45] (Situación: Entre las calles Maudes, 40-48 y Ponzano; Arquitectos: José Mª Argote y Joaquín Nuñez Mera)
Una de las pocas actuaciones de la OSH en la zona del Ensanche, responde a un encargo para obreros del Taller de Precisión y Artillería.
-Nuestra Señora del Buen Suceso[46] (Situación: Entre las calles Cea Bermúdez, 63 y Andrés Mellado: Arquitectos: Rafael Aburto y Joaquín Nuñez Mera)
Otra actuación en el Ensanche, ejemplo de los problemas constructivos, pues la comienza la OSH en los 40, permanece parada, y la termina el INV en 1955.
Además de estas realizaciones existen tres grupos en Villaverde, la zona industrial en alza gracias al tren, y que en el Plan de 1941 como focalizador de la industria madrileña[47]. En los dos primeros casos el terreno para las viviendas lo compra la empresa que va a instalar su fábrica, y lo cede a la OSH para que construya las viviendas para sus trabajadores. Son dos ejemplos de colonia obrera al viejo estilo, donde los usuarios de las viviendas quedan desligados de la ciudad para estar a completa disposición de la fábrica. El ejemplo del grupo San Carlos es interesante en su segunda fase, obra de Aburto, por sus semejanzas formales con el grupo Virgen del Pilar, obra de Cabrero, compañero en la OSH.
-Virgen de la Paz (Boetticher y Navarro, S.A.)[48] (Situación: Colonia La Paz, Villaverde; Arquitectos: Ricardo Gómez Abad y José Mª Argote)
Proyecto de 1943 que tarda toda la década en construirse. Sencillas viviendas unifamiliares de 2 plantas.
-Colonia Marconi[49] (Situación: Colonia Marconi, Villaverde-; Arquitectos: José Mª Argote y Joaquín Nuñez Mera)
No se materializa hasta 1950-1951, tras años de gestiones. Las viviendas también son sencillos unifamiliares de dos plantas y pequeñas casas de vecinos de 2 plantas, con corrales en parte posterior.
-San Carlos / Villaverde[50] (Situación: C/Parvillas -Villaverde Alto-; Arquitectos: Joaquín Nuñez Mera, Luis de Sala y Rafael Aburto)
Actuación en dos fases, la segunda obra de Aburto, sorprende por sus líneas geométricas, casi racionalistas, cercanas a las obras de su compañero Cabrero.
-Grupo Álvarez Miranda[51] [No construido] (Situación: Carabanchel Alto; Arquitecto: Luis M. Feduchi)
Proyecto reducido de un arquitecto que trabajó poco para el Régimen después de la Guerra Civil. Las viviendas encajaban dentro del aire rural de las actuaciones de la OSH.
-Poblado de la Sociedad Comercial de Hierros[52] [No construido] (Situación: Méndez Álvaro; Arquitectos: Carlos de Miguel)
Diseño del director de la Revista Nacional de Arquitectura. El proyecto de poblado de viviendas obreras frente a la fábrica en la que trabajaban, se estructuraba en torno a una plaza mayor con iglesia. Conjunto sin excesivo ruralismo.
La Comisaría de Ordenación Urbana de Madrid
La gestión de la Comisaría
«… Yo he sentido siempre la tristeza, al entrar a Madrid, de contemplar esos suburbios miserables, esas barriadas que le rodean, esas casas de lata que eran la supervivencia de una ley municipal de más de medio siglo,…»[53] «El mejoramiento de la vivienda se ha enfocado en lucha abierta contra dos procesos lamentables: el social de los suburbios y el sanitario de las viviendas interiores. (…) … la sistematización orgánica de barrios … evitará la plaga de barrios dormitorios».[54]
El proyecto de Ordenación de Madrid de 1941, obra de Bidagor, es aprobado por Ley definitivamente en 1946. Disponiendo a su vez la creación de la Comisaría General para la Ordenación Urbana de Madrid y sus Alrededores (C.O.U.M.A.), a la que pasaba a formar parte la Junta de Reconstrucción. Su primer director, Francisco Prieto Moreno (nombrado a su vez Director General de Arquitectura en lugar de Muguruza), ocupó el cargo hasta su sustitución por Julián Laguna en 1954.
En 1948, en el número 1 de la revista Gran Madrid, la publicación informativa de la Comisaría, Prieto Moreno publicaba un artículo donde desarrollaba una solución teórica al problema de los suburbios[55], proponiendo la creación de 30 núcleos de entre 10.000 y 20.000 habitantes, reordenando los existentes y creando otros nuevos (con una duración de entre 20 y 30 años). Dentro de la explicación de las causas de la situación, Prieto Moreno recurre a los problemas de orden urbano, económico y social (una visión realista) y también a las carencias espirituales (una visión dogmática propia de la retórica del Régimen). Además, en una singular defensa de las clases modestas, afirma que los habitantes de los suburbios son gente digna y trabajadora y achaca a los anteriores planes urbanísticos el hecho de preocuparse únicamente de la edificación de tipo burgués, olvidando las necesidades de las clases trabajadoras. Los principios de ordenación de los suburbios mantienen los criterios del Plan de ordenación de Bidagor: delimitación de áreas, perímetros verdes, definición de vías y plazas, dotaciones de servicios comunitarios, … y continuando el debate de la segregación de la clase obrera, apuesta por la convivencia de clases sociales diferentes, además de la edificación de alta densidad.
La autarquía y su reflejo en la vivienda de promoción pública
En la primera mitad de 1944 se celebran una serie de conferencias bajo el título «El Futuro Madrid», auspiciadas por el Instituto de Estudios de la Administración Local[56]. La conferencia inaugural corre a cargo de Muguruza como Director General de Arquitectura. Lo importante de su aportación es el principio del resquebrajamiento de la idea falangista de la unidad y la armonía de las clases sociales. Poco después, en 1945, «Muguruza no se mostraba triunfalista cuando se refería a los suburbios y califica las escasas realizaciones, de ensayo parcial modesto»; él y su equipo, como señala Dieguez, se mueven entre la indecisión, interrogándose una vez más sobre cómo debían organizar a los nuevos habitantes de Madrid, «¿se volvería a caer en el achaque de la separación de clases?» [57]
Es decir, los planteamientos formulados por Muguruza y los Servicios Técnicos de Falange, al enfrentarse con la realidad provocaron poco a poco la huida de la utopía. Sus ideales, no eran compartidos por el resto de las familias políticas franquistas, por eso la futura ordenación urbana y habitacional quedaría marcada por la voluntad de los poderes del Régimen de trasladar al diseño urbano su diseño social, aunque también existe un aire revanchista como señalan las duras palabras de Moreno Torres desde Regiones Devastadas al culpabilizar a los suburbios de la «revolución comunista»[58], quien frente a Muguruza, expone en las conferencias de «El Futuro Madrid» la necesidad de crear ocho grandes barrios-satélites para solucionar el problema de los suburbios[59]. Su propuesta es de segregación espacial a través de los anillos verdes, elemento que ya está presente en el Plan de Bidagor aprobado en 1946, yendo más allá, al apuntar la necesidad de separar la clase obrera para debilitarla y controlarla, pues en estos núcleos sólo el 25% debía ser población obrera (del total de 20.000 personas máximo de cada barrio-satélite), que ocuparían 1.000 viviendas en 4 ó 5 grupos convenientemente «diseminados».
El camino tomado es fácil de averiguar, en 1946 Muguruza (enfermo) abandona la Dirección General de Arquitectura (justo después de criticar la ley de vivienda protegida del INV, constatando la «desproporción entre posibilidades adquisitivas y productoras» que hace imposible adquirir una vivienda a la mayoría de los obreros)[60], mientras que Moreno Torres es nombrado alcalde de Madrid (sustituyendo a Alberto Alcocer). Moreno Torres entiende conveniente separar la clase obrera en pequeños grupos dentro de los barrios-satélite, y no como las propuestas de Muguruza y la DGA (críticos con la especulación capitalista que ha hecho de la vivienda un negocio)[61] de realizar la separación dentro de los propios bloques de vivienda, como realizaron en Carabanchel Bajo o Marqués de Vadillo[62]. Bajo su mandato como alcalde Madrid multiplicó su superficie por diez, e incrementó su población en casi 350.000 habitantes. Con estas anexiones se conseguirá por fin disponer de una importante cantidad de metros cuadrados de suelo a un precio mucho menor que el del término de Madrid, el área de actuación «favorita» de la OSH y el INV en los años 50.
El fracaso de los 40
La primera crítica a la Ley de «viviendas protegidas» apareció sorprendentemente en octubre de 1940: «los beneficios que concede a las viviendas protegidas son más reducidos que en la legislación anterior, y esto lo consideramos un error»[63]; según su autor, «es al Estado al que corresponde hacer el mayor esfuerzo y sacrificio…. el apoyo estatal no es todo lo intenso que fuera de desear… no hay posibilidad de que organizaciones locales y sindicales puedan por sí solos abordar el problema». Sorprende sin duda el clarividente análisis de Iradier García, hombre próximo al alcalde de Madrid. Sus palabras se convierten en una premonición de los resultados en el decenio de 1940. Poco después, en 1946, Muguruza expresaría, como ya señalamos, la idea de que las medidas de las viviendas protegidas, tal y como exponía la ley, eran inalcanzables para la mayoría de los obreros con los salarios que cobraban. El Régimen, atenazado cada vez más por las consecuencias de su política autárquica, no estuvo nunca en disposición de abordar el problema durante todo el decenio. Al final, ni los ideales falangistas ya en retirada, ni los intereses de las oligarquías conservadoras, entenderán el problema en su magnitud. Es a finales de la década, como señala Sambricio, cuando la arquitectura realiza una aportación fundamental buscando ofrecer nuevas soluciones al problema, que pasan por establecer unos mínimos de vivienda que retoman el «debate racionalista de los años anteriores a la guerra», recuperando las ideas de estandarización y prefabricación[64]. El punto de inflexión se produce al tomar el último vagón del desarrollo con los Planes de Estabilidad de 1959, a pesar del disgusto de buena parte del Régimen. Durante la década de 1940 el freno que supuso la autarquía franquista en la obtención de todo tipo de recursos afectó directamente a la producción de vivienda, y por ende, a la de vivienda social.
El falangismo de los 40, en auge hasta la caída alemana, desarrollando su ideario de superación de lucha de clases, proponía edificios donde convivieran todas las clases sociales. Idea que sin duda difería del ala conservadora del Régimen, que entroncaba mejor con la segregación de los barrios obreros. Al final la aprobación en 1946 del Plan General de Ordenación Urbana de Madrid, con su propuesta de anillos verdes circundantes alrededor de la capital y la creación de ciudades satélites, sugería la teoría de la segregación. La realidad difirió en algún modo, pues el imparable e incontrolado crecimiento de Madrid (que había multiplicado por 10 su superficie tras el proceso de anexión de los municipios limítrofes entre 1948 y 1954), absorbió la zona verde y rural del Plan de 1946, para obtener suelo económico en la década de los 50. Para entonces ya no existía debate, y sí urgencia en alojar a los miles de chabolistas que circundaban la ciudad. En definitiva, y al igual que ocurrió con la economía española durante el periodo estudiado, la política de vivienda social seguida en Madrid fue a remolque de la realidad. El Régimen franquista nunca fue capaz de obtener éxitos en su política de vivienda protegida, ni con sus directrices, ni con sus planteamientos, ni con sus proyectos y la soñada «ciudad del Movimiento» propugnada por los falangistas se desvaneció al igual que la esperanza de muchos españoles de entonces por adquirir una vivienda digna.
Muy informativo. Ahora sácalo en Twitter.