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Postales para Miguel, 2

por Marisol Oviaño

En los últimos días he conducido unos 1.600 kilómetros al volante de mi cochecito Cuando paramos a repostar, no puedo evitar acariciarle el lomo, como a un fiel servidor de largas crines.

La carretera invita a fantasear con una vida errante. Mis hijos tomarán pronto sus propias decisiones, pero hasta que ese momento llegue, soy yo el capitán de este barco. Y pienso que, con lo que me gasto en pagar el alquiler, los recibos y demás cargas de una casa, podríamos vivir viajando una temporada, alimentar la insaciable máquina literaria con curvas, autopistas y caminos comarcales.

Ya tuvimos ocasión de comprobar la hospitalidad de los Proscritos cuando estuvimos en México.En casi todos los países encontraríamos alguno dispuesto a darnos alojamiento durante unos días. Sería una experiencia inolvidable para todos nosotros: un viaje sin meta en el que nuestro único objetivo fuera llenar nuestro corazón de emociones.

Y, cuando nos cansáramos, sólo tendríamos que buscar otro piso de alquiler y dejar el coche bien aparcado.

Por cierto, estoy en Cantabria. Te escribo desde el jardín de un capitán de petrolero.

0 respuestas a «Postales para Miguel, 2»

Eso se parece a la vida de Sarah Connor, esperando a que envíen a Terminator desde el futuro. No olvides esconder armas automáticas en el desierto y entrenar a los chicos para la guerra contra las máquinas.

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