por hijadecristalero
Ilustración de Quino
La envidia es propia de gente desocupada. De personas que espían tras las cortinas la vida del vecino mientras la suya se escapa así, sin estrenar.
Al envidioso no se le puede enseñar a ser feliz, porque él no quiere ser feliz: quiere que el otro sea desgraciado. Y se consume a fuego lento aguardando el momento, frotándose las manos aunque a él en nada le afecte la bonanza o la ruina del otro.
El envidioso no odia al otro porque piense que es injusto que tenga lo que él no tiene –dinero, belleza, salud, alegría, talento…-, no quiere que se haga justicia, quiere ser el otro. Y que el otro sea él.
Y cuando se imagina siendo el otro, se ve mirándose a sí mismo por encima del hombro.
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Hijadecristalero es autora de Historia de un desclasamiento