Por Marisol Oviaño
Fotografía en contexto original: Todosloscomo
Día de mucho trabajo, de ése que no se sabe si dará dinero.
La cosa está jodida y todos nos refugiamos en sinergias: yo creo en tu proyecto, tú crees en mí… Venga, trabajo gratis, a ver si sale y ganamos los dos.
Así estamos.
Maquinando, jaleándonos los unos a los otros, echando horas reales y cuentas imaginarias…
No tenemos dinero, pero nos sobra experiencia, somos especialistas en reinventarnos. Nuestro país nos necesita: si salimos con vida de ésta, daremos trabajo a otros. Y entre todos estaremos reactivando la economía.
Pero ellos no quieren.
El trabajo ya no les interesa: su dinero trabaja solo. Creo que alguna vez he dicho aquí que las personas más ricas que conozco no tienen empleados. Si acaso una o dos personas de servicio, todo lo más. No producen nada y no tienen que compartir beneficios con nadie.
Los jefes ya no necesitan a los indios, les sobramos.
Leo en Voz Populi que en el País va a haber un ERE salvaje. Mientras, Cebrián cobra la friolera de 13 millones de euros; con ese dinero se podría dar trabajo a casi quinientas personas. Me pregunto cuál es el sueño de alguien que gana tanto ¿ganar 15, 20, 100? ¿Dónde deja el dinero de ser algo útil para convertirse en un arma de destrucción masiva? 13 millones de euros son más de 2000 millones de pesetas para un hombre solo. Es lógico que a Cebrián le interese que yo crea que su voto y el mío valen lo mismo.
¿Sospechará que aquí abajo algunos nos hemos dado cuenta de cómo funciona el sistema?
Quizá no necesite ni sospechar ¿qué podría temer de una mujer que tiene dos bocas que alimentar, que no llega a fin de mes y que apuesta por el trabajo para dar de comer a sus hijos y, de paso, ayudar a su país?
12 respuestas a «Resistencia activa»
Ay, si yo te contara la biografía de Janli… pero no, son sólo viejas locuras conspiranoico.
Miguel, por faaaa…¡cuentala!
Si no lo cuentas tú, lo van a acabar haciendo estos: la plantilla del país pide a cebrián que renuncie a parte de su sueldo
Por si a alguno os interesa: el blog del comité de empresa de El País.
Venga, Miguel, marchando una de biografía de Janli.
Sí, algo ya van soltando:
«La plantilla reprueba, por último, que a pesar de la nefasta gestión realizada en PRISA, y de haber perjudicado a los accionistas del grupo, tanto en Madrid como en Nueva York, el señor Cebrián se haya embolsado 13 millones de euros en el ejercicio de 2011, y que se haya aumentado en un 30% los bonus para 2012, según consta en la documentación enviada por la misma empresa a las Comisión Nacional del Mercado de Valores. Todo ello, tras haber llevado el precio de la acción de 19,70 Euros a 0,30 céntimos».
¿Para quién trabaja el señor Académico?
Juanlu, Juanlito, Juanelete:
lacomunidadelpaís
lowon
Muchas gracias, pero aqui falta mucho por contar, yo no se todo lo que falta, pero se nota que eso no es todo.
Tiempos aquellos en que los editoriales de El Pis ensalzaban las virtudes de cierto partido maoísta porque don Janli se encamaba con una tal Tina nosecuántos…
Entrevista exclusiva a Juan Luis Cebrián
mimesacojea
JOSE: Señor, Cebrián, muchas gracias por recibirme.
CEBRIÁN: ¡Joder, chico! Casi no llego, acabo de aterrizar de Punta Cana.
J: ¿Punta Cana?
C: Sí. Dios Santo, qué calor hace siempre en los sitios pobres. Alguien debería estudiar eso. He estado unos días haciendo networking en busca de soluciones innovadoras para el periodismo.
J: ¿Y se le ha ocurrido algo?
C: Na, ya sabes que pensar borracho es complicadísimo. Santo Dios, todavía me duele el pene.
J: ¿Cómo dice?
C: Nada. En realidad sí se me ha ocurrido una cosa: periodistas que trabajen gratis. En Huffington Post están experimentando con el concepto, pero todavía se encuentran con algún problema de cara a los periodistas.
J: ¿Qué tipo de problema?
C: Que comen. Lo ideal para la industria del periodismo, siendo como es un pilar de la democracia, es que los periodistas no coman. Los columnistas dan más igual porque envían los artículos por mail y pueden comer en casa de sus madres, pero la gente de información, esa gente tiene que estar en redacción y, con las actuales leyes, tenemos que dejar que coman y duerman de vez en cuando. El periodismo va más deprisa que la legislación, siempre estamos en vanguardia.
J: ¿Ve entonces posible reflotar el periodismo?
C: ¿Reflotarlo? ¿De qué cojones hablas?, ¡el periodismo está en plena forma! ¡Yo jamás había ganado tanto dinero! El único problema del periodismo es que ahora, con Twitter, las quejas de los periodistas se oyen más. Que antes se quejaban lo mismo, ¿eh?, pero lo hacía en privado, mientras rompían una botella de whiskey en la cara de un desconocido. Dios, este oficio era la rehostia. Qué bien lo pasamos… A veces pienso en aquellos años en que corríamos delante de los grises y… Madre mía, yo corriendo, ¿puedes imaginarlo? ¡Hace por lo menos quince años que no ando deprisa!
J: Y… Oiga, ¿ no cree que el periodismo se ha devaluado un poco?
C: Na, lo que pasa es que, como ahora no se puede beber en las redacciones, los textos quedan como más planitos, ¿sabe? Antes era todo más loco, más… vivaz. ¿Sabe que yo inventé los clasificados de putas?
J: ¿En serio?
C: ¡Hombre! Yo ya estaba innovando cuando en España la gente todavía hacía el amor con las cabras. Le digo yo que, sin mí, la Transición española no sé cómo se habría hecho, ¿eh? Malamente.
J: ¿Le parece si hablamos del ERE de El País?
C: Por supuesto, aunque es algo doloroso de lo que no me gusta hablar.
J: ¿Está sonriendo?
C: Sí, no, es que me he acordado de una cosa. A ver, dígame, pregunte.
J: Su sueldo anual se come los ingresos publicitarios del periódico de dos meses. ¿No le parece un poco excesivo?
C: Para nada. De hecho, creo que cobro poco. Mire que yo tengo que aguantar a Javier Moreno. ¡A veces me llama llorando en mitad de la noche y me dice: “sácame de aquí”. Le digo: “no, cojones, Javi, sé un hombre y aguanta, coño, que eres el director del periódico global en español”. La madre que lo parió… Le puse de director porque pensé que era un buen hombre de paja, pero ha resultado ser solo paja. Qué asco, de verdad. Si lo sé, pongo a Gabilondo.
J: Ya, sí, pero es que usted cobra 13 millones de euros al año y está desmontando el periódico.
C: ¿Y qué coño tiene que ver una cosa con la otra? Que yo dirijo El País, no La Farola, aunque a veces se parezcan. Además, que 13 millones de euros se te van enseguida, ¿eh? A poco que te compras un par de aviones y cinco esclavas sexuales de dieciocho años ya te los fundes.
J: ¿Y eso que ha dicho de que un periodista es viejo a los cincuenta años?
C: Sí, ¿qué pasa?
J: ¿No le parece un poco…? O sea, quiero decir, usted tiene más de cincuenta.
C: ¡Pero yo no soy periodista, yo soy millonario! Nosotros tenemos otro ritmo. Yo, como millonario, todavía soy joven.
J: ¡Pero ha echado usted a periodistas estupendos!
C: ¡Si fueran tan buenos serían más jóvenes!
J: Bueno, muchas gracias por concederme estos minutos, señor Cebrián.
C: De nada. ¡Y que viva España, coño, que estáis todos muy tristes últimamente! ¡Flojos, cojones! ¡Ja, ja, ja! ¡Una guerra teníais que vivir vosotros! Ay…
vozpopuli
Cebrián y el Grupo Prisa como trasunto de una España en liquidación por derribo
Como parte de los responsables de la ruina de España, Cebrián se ha convertido en millonario a costa de hundir su empresa, pero sigue impartiendo doctrina desde el púlpito de ‘El País’.
JESÚS CACHO
En mayo de 2009, Enric González, uno de los periodistas más solventes de la redacción de El País, intentó publicar una columna en la que aseguraba, textual, “No quiero ponerme en lo peor, pero cualquier día, en cualquier empresa, rebajarán el sueldo de los obreros para financiar la ludopatía bursátil de los amos”. Lo intentó, pero no pudo. La dirección del rotativo no consideró adecuada la frase. No había nombre propio de por medio, pero resultaba evidente que el ludópata de marras no podía ser otro que Juan Luis Cebrián, 68, el periodista metido a tiburón financiero que ya había sellado la suerte del Grupo Prisa al hacerle contraer una deuda de más de 5.000 millones de euros. El año pasado, este jugador de fortuna se embolsó 13 millones de euros (más que cualquier empresario del Ibex-35) entre sueldo, bonus y extraordinarios varios, mientras su empresa perdía 450. Esta semana, tras haber materializado EREs en los distintos negocios del grupo, el célebre Janly anunció que El País, que hasta ahora había permanecido ajeno a los ajustes, despedirá a 138 -más 21 prejubilaciones- de sus 440 periodistas, además de rebajar el sueldo un 15% al resto. El académico ha justificado tan dolorosa medida asegurando que “no podemos seguir viviendo tan bien”.
Imposible desligar la crisis del primer grupo de comunicación, educación y entretenimiento en lengua española de la gran crisis de España como nación, crisis terminal que ahora mismo mantiene con respiración asistida desde la Corona a la última de sus instituciones. En este sentido, el Grupo Prisa es un botón de muestra más del terremoto que sacude España y los pilares que la conforman, y que afecta incluso a su integridad territorial. Tanto el país como el grupo editorial se enfrentan a un tan llamativo como dramático final de etapa, un fin de fiesta al que durante años nuestras elites quisieron dar largas bailando alegremente en la popa del Titanic, pero que ha terminado por hacerse presente dibujando un futuro plagado de incógnitas.
El Grupo Prisa y el sistema político surgido tras la muerte de Franco son calcos que se retroalimentan como dos caras de una misma moneda
Es casi una obviedad decir que aquellos que en el futuro pretendan estudiar los avatares del sistema político surgido en España tras la muerte de Franco deberán seguir puntillosos la historia del Grupo Prisa, porque, dos gotas de agua, ambos son calcos que, en sus virtudes, escasas, y en sus defectos, cuantiosos, se retroalimentan hasta componer la imagen siamesa de las caras de una misma moneda. Imposible desligar la singularidad del Grupo y de su fundador, Jesús Polanco, de la esencia misma de la Transición española. Miembro en su juventud del Frente de Juventudes, Polanco hermanó de forma natural con aquellas Cortes de camisa azul que, en glorioso harakiri, fueron capaces de saltar de la dictadura a la democracia sin solución de continuidad. Lo extraordinario de aquel hombre de ademanes rudos, poco cultivado aunque dotado de una gran inteligencia natural, y apasionado del dinero, es que iba a darse cuenta muy pronto de que aquella democracia sin demócratas, aquella tropa fiel seguidora de la “servidumbre voluntaria” sobre la que teorizó Etienne de la Boétie, en cuya cúspide se instaló un Rey ungido por el dedo de Franco, iba a convertirse en lo que, casi 40 años después, lamentablemente es: una democracia meramente formal carcomida por una corrupción galopante, con una Justicia domesticada por el poder político, unos medios de comunicación al servicio de los negocios del editor de turno y de sus amigos, y un horizonte donde todo está en almoneda, empezando por las propias fronteras de España tal como se han conocido en los últimos siglos.
Muy pocos de los que inicialmente le acompañaron en la aventura de Prisa fueron capaces de intuir que aquel español regordete y bajito iba a convertirse en el tipo más influyente del país, un verdadero poder fáctico catapultado por los ancestrales miedos de nuestra inexistente sociedad civil, miedos genuflexos renovados cada día ante el altar del cañón Bertha –“Este va a ser mi cañón Bertha”- que durante décadas ha sido El País. He ahí el gran secreto de Polanco y de su sucesor, Cebrián: haber utilizado el diario como arma disuasoria capaz de infundir miedo –particularmente entre la elite política y la oligarquía empresarial y financiera- a una sociedad acollonada por el franquismo, siempre alejada de las pautas de comportamiento que distinguen a toda sociedad abierta.
Típico ejemplo de empresario franquista
Hombre con pocos escrúpulos morales (“el que se me enfrente que se vaya de España”), Jesús Polanco fue el adelantado de unas elites, políticas y empresariales, que a la muerte del dictador se apresuraron a hacer de la libertad un negocio. Él, como tantos otros representantes del capitalismo castizo madrileño, no hizo nunca un business siguiendo las reglas de un mercado abierto y en libre competencia. En este sentido, Polanco fue el prototipo de empresario franquista, típico ejemplar de economía intervenida donde negocios y licencias dependen del favor del Poder político, sean populares [Rato y Gallardón fueron sus eternos aspirantes a la presidencia del Gobierno] o socialistas los inquilinos de Moncloa. Lo explicó él mismo un día –junio de 1992- en su finca de Valdemorillo, ante una taza de porcelana inglesa de humeante café:
-Estoy negociando la compra del paquete que me falta para hacerme con el 100% de la SER, y Solchaga se está poniendo muy pesadito con el precio. Ya veréis como con unos cuantos editoriales entra en razón.
Naturalmente entró. Hay quien sostiene que el ocaso de nuestro Ciudadano Kane y su Grupo, que presumía de tener a su servicio “más abogados que periodistas”, comenzó a perfilarse, como dice el protagonista de Los Buddenbrook de Thoman Mann (“sé que con frecuencia los indicios del encumbramiento aparecen cuando en realidad todo camina ya hacia el ocaso”) en el momento de su mayor gloria. Porque nuestro tycoon no fue nunca un editor vocacional, sino un especulador dispuesto a hacer negocios colaterales mediante el uso y abuso del poder disuasorio de sus medios (pecado, por otro lado, muy común en los media españoles). La potencia y relevancia de su grupo editorial, que ha contado siempre con algunos de los mejores periodistas españoles, no ha servido para cicatrizar viejas heridas históricas y hacer de España un país más amable y habitable, sino, al contario, para reabrirlas hasta la náusea a cuenta del insufrible sectarismo impuesto por la marca Cebrián.
Pudiendo haberse convertido en un elemento decisivo de progreso y concordia, el Grupo Prisa ha hecho sin embargo mucho daño a España
El factótum de Prisa, en efecto, ha sido siempre un convencido de que en esta democracia sin demócratas el pavor a las negritas es un tipo de interés que cotiza muy alto en la bolsa de valores del miedo a la libertad. Con El País convertido a menudo –y en contra de la opinión de sus periodistas más solventes- en un simple periódico de partido, soy de los que opinan que, pudiendo haberse convertido en un elemento decisivo de progreso y concordia, el grupo Prisa ha hecho mucho daño a España. Entendámonos: a esa nación liberal que durante un tiempo pareció haber superado la dramática fractura entre las “dos Españas”; a ese país abierto reñido con la corrupción y regido por el principio de la igualdad de todos ante la Ley; a la separación de poderes; a la radical delimitación entre lo público y lo privado, y a tantas cosas más. Una línea editorial coherente del Grupo, por ejemplo, hubiera sido suficiente para impedir, o hacer más difícil, la deriva de España hacia la balcanización a plazo fijo, algo que el zoquete de Zapatero aceleró en grado sumo. Muerto el fundador, Cebrián prefirió seguir medrando a la sombra del inmenso poder de intimidación acumulado, convencido tal vez de que los negocios del Grupo seguirían yendo viento en popa con siete o diecisiete paísitos sobre la piel de toro.
La fortuna de Cebrián sobre la desgracia de los Polanco
Tras los rasgos descritos, cuyo relato pormenorizado daría para varios volúmenes, parece claro que el Grupo Prisa tenía que ir a morir en la ribera de la gran crisis de España, en el mismo momento y en idéntica circunstancia, porque llevaba en su seno la misma semilla de destrucción que esta democracia sin demócratas nuestra. De dar la puntilla al hace unos años aparentemente inexpugnable Imperio Polanco se ha encargado ese Cebrián que el 21 de julio de 2007, tras el fallecimiento del fundador, reclamaba a su hijo Ignacio “lealtad a la alianza de sangre en torno al propósito fundacional de El País que habíamos sellado [Jesús Polanco y él mismo] entre nosotros”. La “lealtad” de Cebrián consistió en arrinconar a los herederos del fundador y hacerles perder la mayor parte de su fortuna. Él, por contra, se ha hecho rico. Como buena parte de los responsables de la ruina de España, Cebrián se ha convertido en millonario a costa de hundir su empresa, no obstante lo cual sigue, “impasible el ademán” que decía el viejo himno falangista, impartiendo doctrina desde el púlpito de El País.
La historia del fiasco es de sobra conocida. La identificación, auténtica mimetización, entre la historia del Grupo y la burbuja económica española alcanzó tales cotas que Prisa, bajo la mano experta de ese gran gestor, fue capaz de endeudarse, como tantas de nuestras empresas, en más de 5.000 millones de euros, suma de todo punto imposible de devolver. Un ejemplo de libro de mala gestión. En cuanto se cerraron los mercados financieros para España, la suerte del Grupo estaba echada. Sabedor de que la solución pasaba por el desguace del conglomerado y su venta por piezas, el nuevo presidente ejecutivo dio en buscar un “fondo buitre” (el hedge fund Liberty que preside un tal Nicolas Berggruen) dispuesto a completar la tarea, a cambio de suculentas comisiones personales. Con la gran banca –sin olvidar Telefónica- acreedora convertida en accionista del antaño “diario independiente de la mañana”, los paganos de la fiesta, como no podía ser de otro modo, han sido los trabajadores del grupo. De la parte más sucia del negocio se ha hecho cargo Fernando Abril-Martorell, elevado por Cebrián a la condición de consejero delegado, vulgo capataz de este no menos vulgar corte de cabezas. Triste sino el del hijo de aquel gran padre.
Ya lo dijo hace muchos años el ínclito Haro Tecglen: el trabajo, desde que cayó el muro de Berlín, ya no vale nada. Desaparecido el equilibrio de fuerzas, el capitalismo no tiene enemigos y campa a sus anchas. Lo peor que le ha sucedido a la clase trabajadora de Occidente es la desaparición de la Unión Soviética. Ya no está el coco ahí enfrente para decir: no me toques mucho los cojones a los trabajadores que te monto una revolución y os vais todos a la mierda. Y entonces el capitalismo se inventó a la socialdemocracia para tenernos a todos contentos. Ahora ya no es necesaria, y se procede a desmontar el estado del bienestar.
Si todo el talento que se destila por aquí (incluso abreviando) se dedicase a crear un pequeño Huffington en español Marisol no iba a tener tiempo para gastar las sinergias en Sánchez Romero.