por Robert Lozinski
Imagen en contexto original: kostiasantana
Lucía es sin duda la chica más guapa y más lista del liceo. Es alta, tiene un cuerpo esbelto y fino y una cabellera linda y moderna. Y para colmo ningún grano le afea la piel de la cara, limpísima y luminosa cual la luz de un día con sol.
Lucía es tan perfecta como una serpiente.
Cuando va por el pasillo, todo el mundo se aparta para dejarla pasar. Ella no contesta los saludos, no mira a nadie, no sonríe. El mundo, que pisa como los tacones altos de una diva la superficie de un tarima, debe quedar para siempre bajo sus pies. ¿Por qué? Porque ella lo ha decidido así. Punto.
De vez en cuando se la ve en compañía de alguna sombra. Es decir: alguien a quien Lucía escoge como juguete para matar el aburrimiento un rato.
La víctima de turno ha de ser ser más fea, más tonta y más gorda. (Perdón, pero los adolescentes no suelen usar términos socialmente correctos). Y preferiblemente debe tener granos en la cara, pecas o cualquier otra marca que en su opinión estropea los rasgos.
La víctima ríe cuando ríe Lucía, se levanta de la silla cuando se levanta Lucía, se sienta cuando se sienta Lucía. Si le manda estar en clase de palique y dar por saco a los demás y al profesor, la víctima obedece aún a riesgo de sacar una mala nota. La víctima hace todo lo que hace Lucía pero siempre en un segundo plano, allí donde repetimos lo que hacen otros, donde imitamos a quienes consideramos superiores.
Ayer Lucía estaba sola. No se alegren, no es lo que esperan. No estaba sola porque los demás por fin se hayan dado cuenta de lo canalla que es. Estaba sola porque se había cansado de la última víctima y andaba buscando otra. Como hay tantas, Lucía se ha vuelto ya un poco caprichosa.
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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena
2 respuestas a «Lucía y sus víctimas»
Mmmmmm… A mí me suena a sistema defensivo. Si es la más guapa y la más lista, probablemente se encuentre en el instituto como un cura en un guateque. Y si encima se da cuenta de que los demás harían cualquier cosa por ella, casi encuentro lógico que ponga distancia entre ella y sus «súbditos».
Probablemente, cuando madure, será una mujer excelente. Al menos esa es mi experiencia: he conocido a unas cuantas mujeres muy listas y muy guapas que son, además, buenas personas.
Me hace gracia, «no se alegren, no es lo que esperan»…no necesito como lector la justicia poética al final del relato. Sobre todo en el caso de las guapas…no deseo la desgracia y la calamidad para ellas. A mi eso no me sirve de nada.