(A Sol: por el apoyo logístico y emocional y por las cañas)
Fotografía: bbc
Me duele todo el cuerpo.
He pasado todo el fin de semana haciendo limpieza general en la trinchera proscrita, he subido y bajado mil veces por la escalera de pintor para limpiar libros, reorganizar baldas, colocar volúmenes por temas, cambiar focos, apretar bombillas en casquillos moribundos… Eso sin contar con las decenas de veces que he tenido que agacharme y cargar peso.
Compré este local con la herencia recibida de mi padre un cuarto de hora antes de separarme, para ayudar a quien luego se convertiría en el peor enemigo de mis hijos. Gracias a la kafkiana justicia de este país, durante algún tiempo el cierre estuvo echado a cal y canto y nadie, ni en el enemigo ni nosotros, le sacaba rendimiento alguno. En aquella época,cada vez que teníamos que pasar por delante de aquella persiana metálica, metáfora del padre desaparecido en combate, los niños se cambiaban de acera.
Hace tres años trabajé mucho en él para que dejara de ser un lugar de infaustos recuerdos familiares. Pero yo no podía hacerlo todo sola y una tarde pedí ayuda a mi primogénito, que ese día empezó a metamorfosearse en hombre (artistadesconocida lo contaba aquí) .Destruir para construir fue terapéutico para ambos. También mis amigos Ramiro y Carlos, que trabajaron como cabrones varios días a cambio de cerveza, me ayudaron mucho: ellos son los responsables del original y cálido look de la trinchera.
Y ayer, mientras el Madrid y el Barça se jugaban la mejor liga del mundo en el Camp Nou como si España no estuviera siendo arrastrada hacia el sumidero -necesitamos tanto un poco de ilusión-, yo andaba moviendo trastos para despejar la trastienda. Hasta ahora sólo hacía funciones de trastero, ahora quiero utilizarla para celebrar un mercadillo de libros de segunda mano una vez al mes.
¿Te apuntas?
Una respuesta a «De limpieza en la trinchera»
No se si podré servir de algo, pero si fuera así, cuenta conmigo.