de una súbdita
Fotografía en contexto original: estrelladigital
Siempre se han esforzado en hacernos creer que son una familia normalita de clase media alta: el rey tan campechano, los niños tan rubios, la reina tan antipática… Pero en cuanto tienen problemas de salud, demuestran que no tienen ni idea de cómo funcionan las familias normales, esas a las que ningún fotógrafo espera cuando entran y salen del hospital.
Cuando un abuelo se rompe la cadera, lo normal es que alguien se quede con él cada noche, incluso aunque esté en una clínica privada: a veces la mujer, a veces los hijos, a veces los nietos (si son suficientemente mayores). En las familias normales nos organizamos para que el convaleciente nunca esté solo. Incluso hay divorciados que acuden al hospital a visitar a su ex cuando la situación es grave. Pero la reina, que sigue casada con el rey aunque habitualmente viva en Londres, no se ha movido de Grecia. A ella el rey, plim. Y, por extensión, a ella España y los españoles, plim también.
Tampoco podemos decir que los hijos hayan demostrado un amor filial envidiable. Ni van todos los días, ni están demasiado rato. Parece que se ha partido la cadera algún antiguo y jubilado empleado de la Casa Real al que han de visitar por compromiso. Pero resulta que es su padre. Que se la ha partido haciendo el panoli, sí. Que no tiene edad de jugar a hacerse el machote, sí. Que ha metido la pata hasta el fondo, sí. Pero no deja de ser su padre. A lo mejor a Cristina le habría gustado quedarse con él pero, claro, con los líos que tiene su marido con la justicia, cualquiera se acerca por este país.
Y podríamos entender que todos estén muy enfadados con el rey porque ha puesto en peligro las habichuelas de todos. Pero ¿y Froilán? (por mucho que se empeñen la reina, la infanta y los medios pelotas en llamarle Felipe, ese niño será siempre Froilán. Salvo que demuestre lo contrario) ¿Qué castigo merece Froilán?
Vemos a su regia madre rodeada de fotógrafos cuando llega a “visitarlo”. A un niño que se ha pegado un tiro en el pie. ¿No duerme con él, como haría cualquier madre, sabiendo que sólo será por unos días? Cualquier mujer que trabaje diez horas diarias se organizaría mejor. Y no creo que el problema de la infanta sea que no tenga con quien dejar a los otros niños, o niño, no sé cuántos son –con Marichalar no ¿eh? Mejor con el servicio-, ni que en Mapfre no le den unos días para cuidar de su hijo.
Cuando vemos cuánto se preocupan por los que se supone que son sus seres queridos, una se pregunta: si tan poco les importan su padre y sus hijos ¿qué cabe esperar que les importe su pueblo?
Al final va a resultar que tienen sangre azul de verdad. A la roja la tiñen los sentimientos.
(Y cuando dijo roja, me refiero a sangre roja de verdad. Que no sé quién me da más miedo, si esta familia o los que agitan la bandera republicana cada vez que salen a la calle)
2 respuestas a «La extraña familia»
A mi lo que en serio me parece mal es que, dado el actual contexto de crisis, en el que sobra decir que muchísima gente lo está pasando de verdad fatal, sus majestades se vayan a echar unos tiros al coto familiar o, peor aun, a Africa. ¿No iban a recortar gastos?
Vergüenza les debería de dar.
Esto es digno de, por lo menos, una manifestación en frente de la clínica, que para algo son los ciudadanos los que les pagan sus viajes.
¿Una manifestación frente a la clínica? Qué candidez la tuya, Asterión.
Leí el otro día un comentario en algún medio que me pareció que resumía a la perfección lo que está pasando: a los borbones les das una cuchara y se ponen a cavar su propia tumba.