por nidiosniamo
(Supongo que la foto será un montaje, pero pone el dedo en la llaga)
En vísperas de la huelga (escribo esto de madrugada, para mí el 29 no empezará hasta que me levante dentro de unas horas), pienso en Kaczynski, en Niño Becerra y en Miguel Pérez de Lema, que es mi visionario de cabecera.
La tecnología ha venido a dejar a mucha gente en la calle. Hace cuarenta años saber mecanografía y tener buena letra para apuntar los recados telefónicos en un cuadernillo, era suficiente para encontrar un trabajo de secretaria. Hoy cualquier niño de siete años maneja el teclado de memoria y sabe mandar un vídeo por teléfono.
Pienso en quienes tienen un trabajo de oficina (¿Cuánto tardará en aparecer un sistema operativo que los sustituya?), en quienes trabajan atendiendo una ventanilla (¿Cuánto tardarán en ser sustituidos por pantallas, que ni paran para desayunar ni hacen huelga?), en quienes aprietan tuercas en una fábrica (estos pueden ser sustituidos por máquinas o por semiesclavos del tercer mundo).
Del mismo modo que la revolución industrial vino a dejar en la calle a millones de operarios, la revolución tecnológica dejará en la calle a millones de personas que puedan ser sustituidas por software. Y están en su derecho de protestar, y de salir a la calle a manifestarse para que nada cambie.
Pero eso no evitará que la realidad, tozuda, se imponga.
Y mientras en Occidente los ricos consumen a todo trapo y los pobres abogan por una vida más tranquila: vuelta a la vida rural, a cultivar la huerta y a las comunidades autosuficientes; en Oriente –y en cualquier país del Tercer Mundo- todos están deseando comprarse el primer 4×4, fardar de teléfono, de ropa de marca y de dinero. Y esos, precisamente, son los que trabajan por un salario cien veces menor que el nuestro y sin ningún derecho.
A eso súmale que ahora mismo da más dinero poner el dinero a trabajar, que poner a trabajar a los hombres.
Las personas más ricas que conozco no tienen un sólo empleado. Ya no necesitan producir. Y, por lo tanto, ya no necesitan trabajadores.
Sobramos.
Y, cuando sobra gente, la solución siempre ha sido la misma: guerra.
—–
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4 respuestas a «huelga»
¡Uf!… ¡Asi, de un fajo?
¡Suficiente!
El Horror es el Amor.
Quienes amamos y cuanto amamos.
Ello, lo que amamos, atado. No al corazón, al talón. Y nuestro cuerpo protegido por la Vanidad.
La Guerra asusta.
¡Ahi viene! ¡vieneee!
¡Oh Vanidad!
Luego, Historia cíclica, un nuevo amanecer…
Aun no muta la semilla pero ahi va entre Vida y Muerte…
(Dios ha dicho)
Anonimo, disculpa, olvidé mi espurio apellido II.
Predecir una guerra no es difícil. Es como jugar a la lotería con un número que sale en todas las páginas de los libros de historia. Yo llego a la misma conclusión por otra vía. Sólo se me ocurren dos formas (no excluyentes entre sí) de salir de una crisis como ésta: o rebajar el valor de las cosas, bien mediante inflación, bien mediante un descenso del nivel de vida; o tirar abajo el chiringuito y empezar de cero: economía de guerra.
A lo mejor tenemos suerte y podemos conformarnos con una hiperinflación.
Empero, llama la atención la importancia del mundo -el planeta- para cada pequeño mundo. Hablamos con grandilocuencia de globalización, y nuestro cerebro y nuestra visión enfocando un punto.
La guerra no ha cesado jamás, a lo sumo en algunos lugares se ha atrincherado.