Es la típica perspectiva farisaica.
Trampa mosaica para impedir que los gentiles crezcan y se multipliquen desplazando al pueblo elegido de su natural destino a la supremacía..
Como todo en la vida el asunto es poliédrico y hemos de abordarlo con mesura y equilibrio. Pero sin perder las cabeza ni caer en las trampas arteras del «¡No corráis, que es peor!»
Antes de descubrir la energía atómica, al ver un metal, veíamos una pared impenetrable. Tras descubrirla vimos que había otros mundos. Unos mejores y otros peores. Y vimos que eran inmensos. A nuestros efectos como si fueran infinitos.
El mismo Asimov nos recuerda que no saldremos de esta galaxia si no somos capaces de extraer de ella su energía. Como no podremos salir del sistema solar sin conquistar la suya.
Estamos a medio camino entre las civilizaciones del «cero punto algo» y las del 3.0 en términos de nuestra capacidad de dominio de la energía disponible en la galaxia. Hay de todo a nuestra disposición en un universo bastante más grande que las mentes de quienes sólo ven paredes.
Lo que también dijo alguien, antes que Asimov, es que como dejemos que alguien nos controle estamos fritos porque lo hará reduciendo nuestra libertad.
Se llamaba Ashby.
La metáfora del cuarto de baño me parece una insultante chapuza apestosa e impresentable forma de exponer un contenido ideológico, solo nos falta que nos «prediquen» con «parábolas» porque «semos gentes sencillas» que no entendemos razonamientos abstractos y nos lo tienen que plantear en términos «a ras de suelo».
No creo que haya que entender el vídeo como una apología de que la vida no tenga valor. Al contrario, es el aviso de que si no se detiene el hacinamiento, acabará por ser un infierno.
Para mucha gente joven ya es evidente que «su puesto» en la sociedad ya está pillado y ellos son un cero a la izquierda.
Es un quítate tú para ponerme yo.
Una merienda de negros.
Y las máquinas no van a parar de crecer.
Nos guste o no.
Nos duela o no.
Nos ofenda o no.
Hacer cola hasta para cagar, una metáfora excelente de una mierda de mundo.
Hay debates constantes en nuestra sociedad. El Malthusiano es uno de ellos.
Es tambien la historia de las entelequias creadas para manipularnos. El ecologismo contra el desarrollismo, la izquierda contra la derecha, el bien y el mal del maniqueo, el feminismo y el machismo, el materialismo y la «espiritismo», el punto de vista de los optimistas y el del optimista bien informado o pesimista, los republicamos contra los monárquicos, etc.
Todos tienen un poco de razón y la perdemos a partir de un punto.
Este punto es lo difícil, el punto de equilibrio es casi siempre inestable y manternos en él requiere tensión y esfuerzo. Por eso nos resulta más cómodo refugiarnos en la paz mental de los extremos y, si fuera posible, tratar de imponérsela a otros. Esto de imponer mola mazo, como dicen los TBO’s que quieren robarnos el alma.
Isaías Berlin explica en un librito breve dos viejas acepciones de la palabra libertad. La primera consiste en «poder hacer» sin que se te impida. La segunda es la libertad de «poder imponer» a otros nuestra voluntad.
Si pensamos que la primera es la más atractiva para los seres humanos nos equivocamos. La segunda es la que nos «pone» a tope y nos infla el ego como nada.
Es cierto que si nos dejamos tendremos que ir pensando en pedir permiso para ir al baño. Pero también es verdad que podemos negarnos y plantar cara.
Por ejemplo: El agua. A mi me gustaría que en mi pueblo fuese gratis, como siempre fue. Y resulta que ahora la UE dice que tenemos que pagar más por ella.
Y uno está convencido de que esta UE no trabaja por nuestros intereses. Que sobra y que hay que salir de ella antes de que termine con nosotros.
Pues eso.
Oye Manu, bien, pero ¿todo eso qué tiene que ver con advertir el hecho de que estamos hacinándonos y eso amenaza la dignidad de la vida y crea enormes bolsas crecientes de horror infrahumano?
El «creced y multiplicaos» de una vieja tribu de la antigüedad era una buena idea para su mundo, de gran mortandad infantil, gran necesidad de mano de obra, y esperanza de vida de 40 años.
Pero es que hoy, ¡no se muere nadie!
Trata de pensar en el slum sin horizonte en el que se agita y degrada la mayoría de los que nacen sin más esperanza que hurgar en la basura con un palo.
Y dime que cuantos más mejor.
La superpoblación es el gran tabú. Desde el descubrimiento de la penicilina los indices demográficos se dispararon exponencialmente. Esto es obvio pero nadie lo considera problema principal, se habla de crisis de alimentos, guerras por el agua, el pico del petroleo y la crisis energética, cambio climático, paro endémico, éxodos rurales, desigualdades sociales. Igual va a ser que el capitalismo necesitaba un ejército de almas que ahora en su decadencia la globalización deja al descubierto. Aún así sigue sin entrar en las agendas de nuestros gobiernos. Después de la libre interpretación de la eugenesia de los nazis o el intento de control de natalidad del régimen chino haber quien es el guapo que le pone el cascabel al gato. El cataclismo Maya?, la tercera guerra mundial?
Por fin hablamos de cosas serias. Debería ser de lo único que se discutiera en cualquier foro. En el instituto ya se estudia la pirámide de población, si nacen menos que los que se mueren la población envejece y el sistema se tambalea, porque la humanidad está montada como una huida hacia adelante de forma permanente. El problema es que esto solo funcionaría para siempre si los recursos fueran inagotables. Desgraciadamente no es el caso. Lo de ponerle el cascabel al gato, Miguelón, me temo que ningùn político tiene cojones para ponerse la soga al cuello. Como decía un jefe indio, si mando a mi pueblo hacer algo que no quiere, no tardaré en dejar de ser el jefe. Yo personalmente solo veo la solución que decía el otro día el del vídeo del fin del petróleo; volver a la edad media en cuanto al consumo de recursos y a nuestra forma de vida. Aunque creo que esto solo llegaría de forma violenta y nunca por las buenas y pacificamente. Por otro lado, en el fondo ya tengo más de cuarenta y pico de años y aunque se que soy todavía joven a veces empiezo a pensar que para lo que me queda en este convento y que los que vengan detrás que arreen.
Hola, Miguel. Ya sabes que discrepamos poco y en esto no mucho si nos explicamos.
Donde Marisol vive no hay exceso de población. Donde yo vivo tampoco.
El último viernes por la tarde estuve con los perros cuatro horas por la Fuenfría y en ese tiempo me crucé con seis personas, seis perros, un caballo y dos rebecos. Tres de las personas iban juntas y las cinco primeras las vi en el primer kilómetro así que la sensación de soledad el resto del tiempo fue bastante acusada. Al último de los seis le vi según llegaba de vuelta al coche y no me saludó. Seguro que era de ciudad y estaba harto de ver gente.
Hace muchos años, un domingo de invierno al amanecer, volví a Kennedy en un vuelo casi vacío desde Dublin. Uno de los pocos pasajeros tomó un taxi conmigo hasta Westport, Connecticut. Era un navegante solitario que vivía de contar sus viajes por los clubs de vela de Nueva Inglaterra. Fuimos hablando como una hora y me enseñó muchas fotos de su última travesía del Atántico Norte. Varias de las fotos eran de aviones del ejército americano que se acercaban a su barquito a dos mil millas de la costa y movían las alas para saludarle. Le pregunté qué sentía en esos momentos y me dijo que pasaba mucho miedo y que lloraba con frecuencia. La sorpresa de cada viaje era salir con vida.
Hace muchos más años, un amigo, Julio Villar, se fue a hacer lo mismo: dar la vuelta al mundo en un mistral de nueve metros, Petrel. Tardó tres años en volver a San Sebastián y cuando lo hizo había dejado de hablar. Su madre me advirtió de ello a tiempo. Luego pasó su vida haciendo trekking por el Pirineo.
Al mismo tiempo pocas cosas hay como la sensación de cruzar un semáforo de Insurgentes, en DF, o en la Avenida Paulista en Sao Paulo. Impresiona esa masa de gente avanzando hacia ti, cientos de personas que no miran. O ver 200,000 «almas» en un Fla-Flu en Maracaná o las 500,000 de la favela da Rocinha.
No pretendía negar que somos mucha gente, Miguel. Simplemente que depende de dónde estemos.
El domingo pasado la zona de Sol a medio día era un horror. No voy a volver nunca. Pero por lo que pude ver hay mucha gente a la que le encanta ver gente y bullicio. Seguramente hay quien prefiere ir al baño acompañado, o acompañadas ahora que lo pienso.
El caso es que entre la visión bien informada y una esperanzada elijo siempre la última aunque con frecuencia me equivoque.
Siempre nos quedarán las laderas de Gredos, el Klimanjaro o los Andes. En Torre también vive Pérez de Tudela, otro que, a base de no ver gente, disfruta cuando habla con otros y en una de estas hace un par de semanas me estuvo contando su última aventura, un descenso de 5 kilómetros en parapente en solitario en la otra punta del mundo.
Cuando pienso en que somos muchos en este granito de polvo planetario me asomo a las fotografías del Hubble y me pregunto cuánto costará el billete.
Un abrazo
Gracias por el viaje Manu.
El ser el segundo municipio en renta por habitante del país, parece que no impide que también participéis en vuestro pueblo de las ventajas del progreso.
La superpoblación es un problema para los occidentales –de izquierdas o derechas-, que es el que tiene los recursos: un soltero en Madrid consume más recursos energéticos que una tribu de setenta personas en alguna aldea de Mali, por ejemplo.
En el primer mundo los hijos se han convertido en un incordio, en el tercero siguen siendo fuente de riqueza: mano de obra barata para la economía familiar o para enviar en patera allende las fronteras.
Los occidentales cada vez tienen menos hijos, sufren depresiones, jaquecas, estrés, anorexia, bulimia… y se empeñan en vivir más años que el resto de los habitantes del planeta, esos que tienen siete, diez, quince hijos y mueren, como mucho, a los sesenta.
En los años sesenta en España todo el mundo tenía tres, cuatro, cinco o más hijos (dos pensionistas: tres/cuatro/cinco o más trabajadores). Ahora sólo los locos tienen más de dos, muchísima gente tiene sólo uno (un trabajador: dos pensionistas) y un número muy elevado no tiene ninguno (ningún trabajador: un pensionista). ¿Quién va a pagar esas jubilaciones?
Los occidentales, tan dados al sexo fácil, han renunciado a la reproducción. Y mientras ellos se divertían alargando eternamente la adolescencia, otros se reproducían. La cosa está clara: pronto Europa dejará de ser tan rubia. Se ponga como se ponga Breivik (el de la matanza en Noruega), la Falange y la Legión. Eso, y alguna que otra guerra, y asunto de superpoblación solucionado. Y cuando ese imperio llegue al nivel de molicie que el occidental, algunos se rebelarán otra vez y montarán su propio imperio… y así ad infinitum.
Otra opción es volver a la Edad Media y levantarnos con el canto del gallo,ordeñar nuestra vaca con nuestras propias manos, cavar con nuestra azada y rezar para que no hiele, para que el cochino no enferme, para que el señor no nos llame a servir en su guerra o para que no pase el recaudador de impuestos.
Como muy bien decía alguien: Carpe Diem.
No es un problema de superpoblación, es un problema de reparto.
13 respuestas a «Es el hacinamiento, estúpidos»
Es la típica perspectiva farisaica.
Trampa mosaica para impedir que los gentiles crezcan y se multipliquen desplazando al pueblo elegido de su natural destino a la supremacía..
Como todo en la vida el asunto es poliédrico y hemos de abordarlo con mesura y equilibrio. Pero sin perder las cabeza ni caer en las trampas arteras del «¡No corráis, que es peor!»
Antes de descubrir la energía atómica, al ver un metal, veíamos una pared impenetrable. Tras descubrirla vimos que había otros mundos. Unos mejores y otros peores. Y vimos que eran inmensos. A nuestros efectos como si fueran infinitos.
El mismo Asimov nos recuerda que no saldremos de esta galaxia si no somos capaces de extraer de ella su energía. Como no podremos salir del sistema solar sin conquistar la suya.
Estamos a medio camino entre las civilizaciones del «cero punto algo» y las del 3.0 en términos de nuestra capacidad de dominio de la energía disponible en la galaxia. Hay de todo a nuestra disposición en un universo bastante más grande que las mentes de quienes sólo ven paredes.
Lo que también dijo alguien, antes que Asimov, es que como dejemos que alguien nos controle estamos fritos porque lo hará reduciendo nuestra libertad.
Se llamaba Ashby.
La metáfora del cuarto de baño me parece una insultante chapuza apestosa e impresentable forma de exponer un contenido ideológico, solo nos falta que nos «prediquen» con «parábolas» porque «semos gentes sencillas» que no entendemos razonamientos abstractos y nos lo tienen que plantear en términos «a ras de suelo».
No creo que haya que entender el vídeo como una apología de que la vida no tenga valor. Al contrario, es el aviso de que si no se detiene el hacinamiento, acabará por ser un infierno.
Para mucha gente joven ya es evidente que «su puesto» en la sociedad ya está pillado y ellos son un cero a la izquierda.
Es un quítate tú para ponerme yo.
Una merienda de negros.
Y las máquinas no van a parar de crecer.
Nos guste o no.
Nos duela o no.
Nos ofenda o no.
Hacer cola hasta para cagar, una metáfora excelente de una mierda de mundo.
Hay debates constantes en nuestra sociedad. El Malthusiano es uno de ellos.
Es tambien la historia de las entelequias creadas para manipularnos. El ecologismo contra el desarrollismo, la izquierda contra la derecha, el bien y el mal del maniqueo, el feminismo y el machismo, el materialismo y la «espiritismo», el punto de vista de los optimistas y el del optimista bien informado o pesimista, los republicamos contra los monárquicos, etc.
Todos tienen un poco de razón y la perdemos a partir de un punto.
Este punto es lo difícil, el punto de equilibrio es casi siempre inestable y manternos en él requiere tensión y esfuerzo. Por eso nos resulta más cómodo refugiarnos en la paz mental de los extremos y, si fuera posible, tratar de imponérsela a otros. Esto de imponer mola mazo, como dicen los TBO’s que quieren robarnos el alma.
Isaías Berlin explica en un librito breve dos viejas acepciones de la palabra libertad. La primera consiste en «poder hacer» sin que se te impida. La segunda es la libertad de «poder imponer» a otros nuestra voluntad.
Si pensamos que la primera es la más atractiva para los seres humanos nos equivocamos. La segunda es la que nos «pone» a tope y nos infla el ego como nada.
Es cierto que si nos dejamos tendremos que ir pensando en pedir permiso para ir al baño. Pero también es verdad que podemos negarnos y plantar cara.
Por ejemplo: El agua. A mi me gustaría que en mi pueblo fuese gratis, como siempre fue. Y resulta que ahora la UE dice que tenemos que pagar más por ella.
Y uno está convencido de que esta UE no trabaja por nuestros intereses. Que sobra y que hay que salir de ella antes de que termine con nosotros.
Pues eso.
Oye Manu, bien, pero ¿todo eso qué tiene que ver con advertir el hecho de que estamos hacinándonos y eso amenaza la dignidad de la vida y crea enormes bolsas crecientes de horror infrahumano?
El «creced y multiplicaos» de una vieja tribu de la antigüedad era una buena idea para su mundo, de gran mortandad infantil, gran necesidad de mano de obra, y esperanza de vida de 40 años.
Pero es que hoy, ¡no se muere nadie!
Trata de pensar en el slum sin horizonte en el que se agita y degrada la mayoría de los que nacen sin más esperanza que hurgar en la basura con un palo.
Y dime que cuantos más mejor.
La superpoblación es el gran tabú. Desde el descubrimiento de la penicilina los indices demográficos se dispararon exponencialmente. Esto es obvio pero nadie lo considera problema principal, se habla de crisis de alimentos, guerras por el agua, el pico del petroleo y la crisis energética, cambio climático, paro endémico, éxodos rurales, desigualdades sociales. Igual va a ser que el capitalismo necesitaba un ejército de almas que ahora en su decadencia la globalización deja al descubierto. Aún así sigue sin entrar en las agendas de nuestros gobiernos. Después de la libre interpretación de la eugenesia de los nazis o el intento de control de natalidad del régimen chino haber quien es el guapo que le pone el cascabel al gato. El cataclismo Maya?, la tercera guerra mundial?
Por fin hablamos de cosas serias. Debería ser de lo único que se discutiera en cualquier foro. En el instituto ya se estudia la pirámide de población, si nacen menos que los que se mueren la población envejece y el sistema se tambalea, porque la humanidad está montada como una huida hacia adelante de forma permanente. El problema es que esto solo funcionaría para siempre si los recursos fueran inagotables. Desgraciadamente no es el caso. Lo de ponerle el cascabel al gato, Miguelón, me temo que ningùn político tiene cojones para ponerse la soga al cuello. Como decía un jefe indio, si mando a mi pueblo hacer algo que no quiere, no tardaré en dejar de ser el jefe. Yo personalmente solo veo la solución que decía el otro día el del vídeo del fin del petróleo; volver a la edad media en cuanto al consumo de recursos y a nuestra forma de vida. Aunque creo que esto solo llegaría de forma violenta y nunca por las buenas y pacificamente. Por otro lado, en el fondo ya tengo más de cuarenta y pico de años y aunque se que soy todavía joven a veces empiezo a pensar que para lo que me queda en este convento y que los que vengan detrás que arreen.
Hola, Miguel. Ya sabes que discrepamos poco y en esto no mucho si nos explicamos.
Donde Marisol vive no hay exceso de población. Donde yo vivo tampoco.
El último viernes por la tarde estuve con los perros cuatro horas por la Fuenfría y en ese tiempo me crucé con seis personas, seis perros, un caballo y dos rebecos. Tres de las personas iban juntas y las cinco primeras las vi en el primer kilómetro así que la sensación de soledad el resto del tiempo fue bastante acusada. Al último de los seis le vi según llegaba de vuelta al coche y no me saludó. Seguro que era de ciudad y estaba harto de ver gente.
Hace muchos años, un domingo de invierno al amanecer, volví a Kennedy en un vuelo casi vacío desde Dublin. Uno de los pocos pasajeros tomó un taxi conmigo hasta Westport, Connecticut. Era un navegante solitario que vivía de contar sus viajes por los clubs de vela de Nueva Inglaterra. Fuimos hablando como una hora y me enseñó muchas fotos de su última travesía del Atántico Norte. Varias de las fotos eran de aviones del ejército americano que se acercaban a su barquito a dos mil millas de la costa y movían las alas para saludarle. Le pregunté qué sentía en esos momentos y me dijo que pasaba mucho miedo y que lloraba con frecuencia. La sorpresa de cada viaje era salir con vida.
Hace muchos más años, un amigo, Julio Villar, se fue a hacer lo mismo: dar la vuelta al mundo en un mistral de nueve metros, Petrel. Tardó tres años en volver a San Sebastián y cuando lo hizo había dejado de hablar. Su madre me advirtió de ello a tiempo. Luego pasó su vida haciendo trekking por el Pirineo.
Al mismo tiempo pocas cosas hay como la sensación de cruzar un semáforo de Insurgentes, en DF, o en la Avenida Paulista en Sao Paulo. Impresiona esa masa de gente avanzando hacia ti, cientos de personas que no miran. O ver 200,000 «almas» en un Fla-Flu en Maracaná o las 500,000 de la favela da Rocinha.
No pretendía negar que somos mucha gente, Miguel. Simplemente que depende de dónde estemos.
El domingo pasado la zona de Sol a medio día era un horror. No voy a volver nunca. Pero por lo que pude ver hay mucha gente a la que le encanta ver gente y bullicio. Seguramente hay quien prefiere ir al baño acompañado, o acompañadas ahora que lo pienso.
El caso es que entre la visión bien informada y una esperanzada elijo siempre la última aunque con frecuencia me equivoque.
Siempre nos quedarán las laderas de Gredos, el Klimanjaro o los Andes. En Torre también vive Pérez de Tudela, otro que, a base de no ver gente, disfruta cuando habla con otros y en una de estas hace un par de semanas me estuvo contando su última aventura, un descenso de 5 kilómetros en parapente en solitario en la otra punta del mundo.
Cuando pienso en que somos muchos en este granito de polvo planetario me asomo a las fotografías del Hubble y me pregunto cuánto costará el billete.
Un abrazo
Gracias por el viaje Manu.
El ser el segundo municipio en renta por habitante del país, parece que no impide que también participéis en vuestro pueblo de las ventajas del progreso.
Al menos eso dicen los sediciosos de esta página:
http://atascosentorrelodones.blogspot.com.es/
El mundo es una controversia.
Carpe diem.
La superpoblación es un problema para los occidentales –de izquierdas o derechas-, que es el que tiene los recursos: un soltero en Madrid consume más recursos energéticos que una tribu de setenta personas en alguna aldea de Mali, por ejemplo.
En el primer mundo los hijos se han convertido en un incordio, en el tercero siguen siendo fuente de riqueza: mano de obra barata para la economía familiar o para enviar en patera allende las fronteras.
Los occidentales cada vez tienen menos hijos, sufren depresiones, jaquecas, estrés, anorexia, bulimia… y se empeñan en vivir más años que el resto de los habitantes del planeta, esos que tienen siete, diez, quince hijos y mueren, como mucho, a los sesenta.
En los años sesenta en España todo el mundo tenía tres, cuatro, cinco o más hijos (dos pensionistas: tres/cuatro/cinco o más trabajadores). Ahora sólo los locos tienen más de dos, muchísima gente tiene sólo uno (un trabajador: dos pensionistas) y un número muy elevado no tiene ninguno (ningún trabajador: un pensionista). ¿Quién va a pagar esas jubilaciones?
Los occidentales, tan dados al sexo fácil, han renunciado a la reproducción. Y mientras ellos se divertían alargando eternamente la adolescencia, otros se reproducían. La cosa está clara: pronto Europa dejará de ser tan rubia. Se ponga como se ponga Breivik (el de la matanza en Noruega), la Falange y la Legión. Eso, y alguna que otra guerra, y asunto de superpoblación solucionado. Y cuando ese imperio llegue al nivel de molicie que el occidental, algunos se rebelarán otra vez y montarán su propio imperio… y así ad infinitum.
Otra opción es volver a la Edad Media y levantarnos con el canto del gallo,ordeñar nuestra vaca con nuestras propias manos, cavar con nuestra azada y rezar para que no hiele, para que el cochino no enferme, para que el señor no nos llame a servir en su guerra o para que no pase el recaudador de impuestos.
Como muy bien decía alguien: Carpe Diem.
No es un problema de superpoblación, es un problema de reparto.