Ariadna, una de nuestras comentaristas habituales, colgó el link al documental El imperio de los sinsexo , que hace unas semanas emitió la 2 de RTVE.
El documental nos presenta a unos personajes que no tienen relaciones sexuales humanas con otros seres humanos. Algunos tienen pareja, otros no; unos buscan consuelo en las instalaciones de las sexshops; otros, en solitarias cabinas de karaoke y, los más patéticos, en bares de gatos; donde pagarán 10 euros por pasar una hora intentando acariciar a bonitos felinos que pasan de ellos. Porque los gatos, ya se sabe, van a lo suyo.
Los autores acaban preguntándose si esto sucede en Japón porque es un país raro o si, simple y sencillamente, es sólo que Japón va por delante. A mí no me cabe ninguna duda de que esto es lo que nos espera si continuamos con este modelo.
La sociedad consumista nos promete la satisfacción inmediata de todos nuestros caprichos, y nos hace creer que la felicidad es la ausencia de problemas. Y esto produce seres débiles y egoístas, que renuncian al contacto con los demás para no correr el riesgo de sufrir el más mínimo inconveniente.
La incorporación de la mujer al trabajo no es ajena a la situación de los sinsexo: el hombre se ha visto desplazado a una tierra de nadie, no sabe muy bien cuál es su papel y se siente intimidado por las mujeres. Para muchos japoneses, la pornografía ofrece la mejor solución a la soledad.
Al principio, el documental me puso la piel de gallina. Pero después lo pensé fríamente y concluí que quizá no fuera tan malo, que quizá sea sólo sea una selección natural más: si los más débiles dejan de reproducirse, sólo se reproducirán los más aptos. Y además, uno de los mayores problemas globales es la superpoblación. Quizá que un 30% de los hombres entre veinte y cuarenta años sean herbívoros (hombres que no tienen relaciones sexuales pero que viven por y para estar guapos), sea la solución final. Sin cámaras de gas, limpiezas étnicas ni bombas nucleares.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=jsvq5KeHdiA&w=600&h=450]
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8 respuestas a «Cuando el sexo es mercancía»
Hay una élite urbana muy escasa que está en línea con las tendencias de Japón, o las de Berlín, o las de Silicon Valley.
Pero qué quieres que te diga. Esa hipersofisticación, en este país de paella gigante en la plaza del pueblo, bares sin papelera, y ancianitos rijosos en Canal Sur, no la veo yo muy al alcance de la mano.
Algo bueno tenía que tener el iberismo.
y más de dos casos conozco yo
No se si es cuestión de élite esta tendencia japonesa, a mi me parece que hoy en día en España solo están teniendo más de tres hijos del mismo padre las casadas que ellas mismas tienen mucha pasta (heredada), no se confían en que sea el marido el que proveerá.
Por otra parte, sigo estremecida por el reportaje, por la terrible soledad y el egoísmo espantoso que refleja, ¡y qué sangre de horchata! …me revuelve las tripas.
Vosotros lo que queréis es dejarme sin trabajo.
Estoy muy de acuerdo en que podría ser una reacción natural a la superpoblación. Puede que de manera inconsciente, el ser humano supuestamente más evolucionado no tenga la necesidad imperiosa del sexo. Podría ser que las sociedades más pobres practicaran más el sexo, aunque solo sea porque el rato que estás metiendo estás entretenido y no piensas en el hambre. Quizá la riqueza y el exceso de otros estímulos artificiales y caros sustituyan al contacto carnal, que por otra parte puede ser engorroso, porque requiere de esfuerzo mental, en comprender a la otra persona, escucharla cuando lo que quieres es que se calle de una santa vez, reir sus gracias que maldita la gracia. Y todo para meterla, que al fin y al cabo es un rato de placer. De todas formas me quedo en el lado de los pobres aunque me toque la lotería.
están las cosas para andarse gastando el dinero en cacharritos, gatos, maquillaje y karaoke… Todos esos no sobreviven a un apagón de luz. Déjalos que se extingan.
Anda Sr. Pez!!! , dejemos que la gente compre lo que desee, siempre y cuando llegue a fin de mes.
La sociedad actual nipona es una aberración y no es extrapolable a ningún otro país. Recomiendo «Estupor y temblores» de Amèlie Nothomb.