Paso por correos a pagar el último recibo del gas, justo antes de que me sancionen por impago y me lo corten. También recojo un certificado municipal, en el que mi consistorio me apremia a que le pague unos impuestos que suman la mitad de lo que gano un mes bueno.
Y decido pasarme por el Ayuntamiento, a ver si hay alguna manera de que me aplacen el pago.
No la hay.
El funcionario que me atiende pone cara de es que está muy mal todo y me recomienda que pague cuanto antes, como si no pagar fuera un caprichito mío.
A la salida, me detengo a leer un cartel que hay colgado en la entrada. El Ayuntamiento ha sacado unos talleres de escritura a mitad de precio que los míos: así da gusto pagar impuestos. Si me hubiera levantado con el día un poco más torcido, habría ido a explicarle al concejal de cultura que resulta un poco complicado ganar dinero para pagar impuestos cuando ellos utilizan ese dinero para dejarme sin trabajo. Pero no tengo ganas de hacerme mala sangre y me voy a trabajar.
Entro en la página del Ayuntamiento para buscar más información sobre mi competencia. Copio y pego el currículum de la profesora:
“Con trece años gana el primer concurso literario y ya entonces se plantea que algún día escribirá una novela.
Después de ganar otros concursos, hacer un Máster en escritura creativa y tener un
libro de relatos, «XXXXXXXXXXXXXx», pendiente de su publicación, ahora se
encuentra, por fin, cumpliendo su sueño de juntar palabras, palabras, y mas
palabras para escribir una novela. Ha impartido cursos de escritura para
adolescentes y tiene la ilusión de poner en marcha un proyecto con ancianos para
recuperar su «memoria histórica».
Pues para tener un Máster (jeje) en escritura creativa y haber ganado concursos variados (tantos, que no merece la pena enumerarlos), no tiene ni idea de escribir. Para empezar, no da un solo dato (¿qué Máster, qué premios, dónde ha dado clase?), el texto resulta sumamente impersonal por la excesiva utilización de infinitivos, las mayúsculas están mal puestas (Máster en Escritura Creativa), los tiempos verbales no son los más adecuados y la puntuación es muy deficiente.
La nota de presentación es obra de una aficionada.
Lógico: ningún profesional trabajaría por esa miseria.
Los profesionales tenemos que cobrar más porque, además de alquiler, calefacción, agua y luz, debemos pagar impuestos para que la Administración pague a los aficionados que nos hacen competencia desleal.
No me digáis que no tiene gracia el bucle.
Y luego mi madre me regaña cuando le digo a mis hijos que nuestro enemigo es el Estado.
10 respuestas a «la perversión del estado»
«¡Ahí le has daó!»
Y no mencionas el pequeño detalle sin importancia de que los ciudadanos pagamos impuestos para unos servicios públicos que no siempre son de la calidad que corresponde al precio que nos cuesta.
Todo se explica, mujer. Para impartir esos cursos no se requería pasar un examen por escrito, sino oral. Y seguro que, en eso, esa chica ha sacado sobresaliente.
No seas malo, Ricky.
Yo no creo que sea un asunto de sexo; sino de política low-cost.
La gente quiere que el Estado les dé cultura gratis (yo encontraría más útil que me dieran gratis la electricidad o el gas, por ejemplo), y en tiempos de vacas flacas, eso es lo que les dan.
Hay una incultura económica generalizada. No sólo los políticos, también muchos contribuyentes creen que el dinero público no es de nadie, y encuentran natural que todo sea gratis o casi.
Cuando yo abrí, los primeros días entraron muchos jubilados a preguntar los precios de los talleres. E invariablemente decían ¿Y descuentos para la tercera edad no hay? Y una mañana, cansada de escuchar siempre la misma pregunta, pregunté a uno de ellos:
– ¿En la carnicería le hacen descuento en la ternera por ser jubilado?
– No, claro -rió el hombre.
– Pues esto es lo mismo.
A nadie se le ocurre pedir el pan gratis.
Ahora, que no nos toquen la gratuidad de la cultura.
No sé si aún sigue funcionando pero no hace tanto que en una de las calles de Torre se leía un letrero anunciando literalmente: «Psicóloga municipal».
El primer día que lo vi caí en la cuenta de que en mi calle viven dos psicólogas particulares que sostienen este mismo ayuntamiento con los magros frutos de su consulta.
Seguramente esto proviene, más que de la perversión, de la falta de una conversación con el alcalde o concejal. No creo que el ejercicio de la caridad deba ser función municipal pero si el ayuntamiento quiere ejercerla puede dar vales y las direcciones de sus residentes que viven de prestar el servicio.
Y, aunque lo comprendo, tampoco estoy de acuerdo con el silencio de Hijadecristalero ante lo que es otro atropello proveniente de una institución del estado que, so pretexto de lo que sea, contribuye a dificultar más todavía la vida de los contribuyentes. Ya hay mucha gente que no puede pagar estos IBI`s de escándalo que se multiplican por 3 (repito, por 3 veces lo que eran) mientras el paro crece a miles cada día. Cómo no va a crecer si con ese coste no hay quien pueda vender lo que produce.
La crisis actual hunde sus raíces precisamente en esa idea de estado cuyas élites y dirigencias medran sistémicamente por el procedimiento de comprarse los votos de unos a base de arruinar las vidas de otros. Así funciona y lo peor que se puede hacer es no actuar políticamente y de inmediato.
A lo mejor se debe enviar una carta al alcalde o ir a verle para decir, en persona, que hay cosas que no son de recibo y que deben replantearse.
Buenos días
Yo creo que las cosas son más complicadas de lo que parecen.
Por ejemplo, en nuestro pueblo –el de Manu y el mío-, la administración central y la Comunidad de Madrid se han gastado la friolera de 2.200.000 euros en reformar la casa de la Cultura y otros tantos edificios municipales relacionados con el tema. El dinero para las obras, sea cual sea la administración que las pague, sale de los bolsillos de todos. Y el mantenimiento y los gastos de personal corren a cargo del Ayuntamiento. Y no solo de la casa de Cultura, también del edificio en el que está el psicólogo municipal al que Manu ha hecho referencia, el despropósito del gran edificio construido para asuntos sociales,… Si nos pusiéramos a contar los edificios municipales que hay en el pueblo, nos echaríamos a temblar. Y en todos ellos hay gente que cobra de las arcas públicas.
Yo pienso que sería mucho más efectivo librarse de tanto edificio y tanto personal, de ese modo quedaría mucho más dinero para ayudar a los vecinos. ¿Qué usted tiene problemas psicológicos? Tome, aquí tiene la lista de los psicólogos del pueblo, elija uno y tráiganos luego la factura, que nosotros pagamos el 15% (por poner un ejemplo). Así se subvencionaría directamente al ciudadano, y no se lo llevaría crudo el que más amigos tiene en el Ayuntamiento, sino el que mejor servicio da a sus clientes.
A los políticos no les conviene: habría menos posibilidades de corrupción.
Pero, si le dijéramos a la gente que vas a cerrar la casa de la Cultura y los mil chiringuitos que hay a su alrededor, el gabinete psicológico y el despropósito de Asuntos Sociales, se echarían a la calle.
Aunque, quizá si acompañáramos esas medidas con una brutal rebaja de impuestos, el ciudadano empezaría a comprender de dónde sale el dinero para tanta fiesta.
¿ Perversión del Estado?
¿El Estado?
¿ Qué cosa es eso?
¿Con qué se come?
La maravillosa masa tiene, entre sus múltiples y nefandos y obsesivos poderes, el de mimetizarse. Pero lo perverso no es la masa ni es el Estado, es… (por aquello de mis ejercicios orales shhhhh)
Aclaro para quienes pueden suponer un error: Un examen es algo irregular.
¿Olvidaste otra vez la medicación?
Pues ni me acuerdo. Si, creo que la olvide. Y mira como me trastorna: no es la masa la que se mimetiza, es el individuo en ella; a todos culpa, nada es su responsabilidad.
Ah, por puta, proscrita entre los proscritos. ¡Qué vergüenza! diría mi madre. En fin.
Pero vean, si uno sólo (incluyo al papa) de los habitantes de este planeta no fuera un hijo de puta, ya habríamos sido redimidos. Lo cierto es que eso somos.
El anterior comentario me hace recordar otra película: El ojo del Diablo.
¡Qué cosa con el Diablo!
«Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria.» Creo que él no se refería a él sino a… ¡Ay, se mimetizó!