La mayoría de las personas que conozco, viven al margen del fuego.
Las grandes ciudades, los adelantos técnicos y la vida moderna les han alejado de algo que era omnipresente en la vida de nuestros ancestros.
En estas tierras castellanas de duros inviernos, tener un poco de leña era casi más importante que tener comida. Las casas no tenían baño, ni electricidad, ni agua corriente; y en aquellas vidas en las que la supervivencia ocupaba todas las horas de todos los días, el fuego era la única distracción cuando afuera aullaban los lobos.
Mis abuelos emigraron a la ciudad -la mía fue la primera generación que nació en la urbe-, pero tenemos muchos parientes que nunca se han movido de aquí. Conocen los árboles, los animales, los olores y los sonidos; y saben interpretar el viento, hacer queso, pastorear vacas, matar cerdos y gallinas y encender un fuego en la nieve.
Ellos son expertos en su campo y yo lo soy en el mío, sé que ni su vida ni la mía son idílicas; pero es hermoso que se crucen.
La tarde de Navidad tres adultos estábamos de paseo con parte de la chiquillería, cuando mi primo me pidió el mechero porque el suyo no funcionaba. Pensé que lo quería para encenderse un cigarro, pero a pesar de que estaba helando y antes de que me diera cuenta, había improvisado un fuego.
Los niños estaban entusiasmados. ¡Es una fiesta! Los otros dos mayores – bichos raros que pasamos muchas horas pensando frente al fuego-, preguntamos por la posibilidad de que viniera Seprona a ponernos una multa, confiamos en la sabiduría de quien ha pasado muchas noches en el monte con las vacas al calor de las llamas, y dimos rienda a nuestro entusiasmo ¡Es una fiesta!
No tardaron mucho en reunírsenos el resto de parientes y hasta algún vecino del pueblo y acabamos cantando villancicos a cuatro grados bajo cero alrededor de una hoguera.
Nada como el fuego.
5 respuestas a «El fuego de los ancestros»
fun fun fun
Alguien se ha dado cuenta de que alrededor de un fuego siempre ocurre algo. El fuego siempre se relaciona con el buen rollo, se pueden asar unos choricitos, se puede hacer el amor calentito, se puede bailar como si se acabara al mundo. Todo sienta mejor si es con una buena fogata.
Supongo que el fuego es una droga más: cuando empiezas, te gusta compartirla con todo el mundo; cuando eres un adicto, la quieres solo para ti.
Aunque disfruto de las relaciones humanas que se dan en torno al fuego, como adicta perdida lo que más me gusta es estar sola frente a él y pasarme las horas enredando en las brasas.
Feliz año a todos y un regalito para la autora.
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Eso significa que el individuo requiere de vez en cuando estar contacto con la naturaleza para adquirir habilidades y aprender defensa personal, recrear el sexto sentido como parte de la defensa ya que en la ciudad la persona se pone dócil, indefensa [inútil], va el individuo al campo para hacer fogata con intenciones claras de aumentar adrenalina, aprender sobre aspectos de sobrevivencia, conocerse a si mismo.
Al hablar de fuego nos lleva por otros aspectos relevantes los cuales nos lleva por la psicología, necesidades, temores, así que se debe de estar claro sobre las razones y motivos de la búsqueda, sin olvidar el peligro de este, los riesgos frente a frente a la naturaleza y sus peligros. -Chinca C. Salas R-