Categorías
General Lecciones de la vida

Todo lo que sube, baja

por Juan Hopplicher

Invitan a Jara a una fiesta temática sobre el Madrid de los ochenta en un bar de Malasaña y me pide que la acompañe.

El maestro de ceremonias es el cantante de la movida ése que, lamido de purpurina y con zapatos de plataforma, cantaba lo de «tengo piojos ye ye». Le secundan modernillos ya vetustos y alguna ninfa postindustrial con los ojos bien abiertos.

Esta es la clase de eventos sociales en los que siempre me he sentido incómodo porque Jara atrae a todos los cretinos, que se arremolinan a su alrededor y con frecuencia se la llevan a sus áticos gentrificados del centro, dejándome a mí solo, borracho y deprimido.

Sin embargo algo es distinto: Jara ya no brilla, tiene más de treinta años y ha echado caderas.

Saluda al de los piojos, con el que se acostó hace años (lo recuerdo bien: se lo contaba orgullosa a todo el mundo), pero éste muestra cierto desdén porque está trabajándose a un efebo adolescente vestido de marinero holandés.

Yo, contento porque las cervezas son gratis, empiezo a achisparme.

Se me hace raro que Jara esté tanto tiempo conmigo, sin pulular entre los grupillos de chicos, despertándoles el afán. Lo que hace ahora es hablarme de su necesidad de ser madre, tema que por cierto me incomoda.

Hay media docena de jóvenes modelos vestidas a la moda ochentera a nuestro lado y no quiero que piensen somos pareja. Me fijo en una rubia que emula a Madonna en likeavirgin y que me sonríe mucho. Dejo a Jara y me acerco a Madonna, que me pregunta de entrada que si la chica con la que vine es mi novia. Juro que no y le suelto todo el carrete de que soy cooperante en Colombia, que estudié filosofía y bla bla bla. Ella me dice que soy el chico más interesante que ha conocido en toda la noche y me doy cuenta de que me la voy a tirar.

Jara ve mi jugada, me da la espalda y se va a la barra, a hablar con la camarera, que tiene los dientes negros.

Poco tiempo más tarde, Madonna confirma que quiere venirse a mi casa y aprovecho que se va al baño para despedirme de Jara, que está explicándole, ya algo beoda, a la camarera de los dientes negros cómo va lo de la inseminación artificial.

Jara se muestra algo agresiva conmigo, como si la hubiera interrumpido en el punto culminante de una magnífica disertación, y me espeta:

-¡Qué asco me dais lo tíos!¡Lo vuestro es al revés, os convertís en lolitos a partir de los 27 años!

Yo no tengo nada que objetar. La abrazo y me voy con Madonna, que ya está lista y esperándome sonriente en la salida.


Puedes leer más cosas de Juan en el viaje de Críspulo

Una respuesta a «Todo lo que sube, baja»

Sin lugar a duda queda claro que se conocen desde siempre, eso es bueno, la moda hippie aun se mantiene, a muchos se le que dejan caer pijos, cocos de sus cabezas sea por desaseo o porque los insectos le han confundido como escondrijos para pasar la noche.

Enhorabuena, dicen que Madonna es ardiente, complaciente y le gusta lo agresivo, échele pierna ya que la amistad intima o con espinas para crear cercas, cualquiera es buena, la buena conversa nos lleva por desenmarañar la vida de las ideas de las estrellas que son también de carne y hueso, algunas veces nos sorprenden con criterios y nos alegramos ya que nos dejan ver que no son figurillas, son gente con talento y de apreciar.

Buena suerte, reconciliación con Jara, los conflictos y distanciamientos pasan y se aprende de estos estira y encogen, lo adecuado es comprensión si soy muy unidos, la amistad nos lleva muchas veces por caminos amargos y repletos de espinas para balancear, fiscalizar los intereses, que la unión es verdadera para desechar el interés comprometidos con …. monedas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *