Miguel Pérez de Lema
Después del crac del 29 vinieron los años 30. Quiero decir la violencia de los años 30. Todos los partidos políticos tenían pistoleros en nómina y sus juventudes se entrenaban como milicias. Esa es una diferencia sustancial entre esta crisis y la suya. Los flequillitos Ralph Lauren de las NNGG, y las mini ministras-jotía que levantaban su puñitos en Rodiezmo, están, simplemente, en otra dimensión. Los chicos anarquistas de Lavapiés, con todo su mal humor, y su pose agresiva, tampoco me parecen una amenaza para nadie. Ni para ellos mismos, a los treinta y tantos se acaban volviendo a la provincia, a trabajar en la ferretería de la familia, o así.
De momento, aquí, violencia, ni siquiera verbal. No diré, como Evo Morales, que el problema está en las hormonas que le echan al pollo, aunque vete a saber. Me parece que es un asunto hondo, cultural, de evolución de las costumbres, de educación sentimental, de época. Creo que ya no estamos dotados para la violencia.
Me parece que nos echaríamos a temblar si empezasen de verdad a volar las bofetadas.
Yo mismo, que soy un reconocido energúmeno, me considero un inútil para ejercer la violencia física. Sé que nunca podría hablar con propiedad ese lenguaje. No está en mi educación, ni en mi ánimo, y empiezo a pensar que sobre las evidentes consecuencias beneficiosas de ser una generación incapaz de ejercer la violencia física, hay también un pequeño porcentaje de riesgo para todos nosotros. El riesgo de no ser capaces de defendernos si, llegado el caso, nos ofenden más allá de lo tolerable, si vemos en riesgo nuestra integridad física y moral. Si nos violentan.
Creo que hay un Rubicón en la política, en la actitud social, que todos, sí, todos los partidos políticos y asociaciones, rebasaron en los años 30. El Rubicón de la violencia. Y creo que ese Rubicón es inalcanzable hoy, por mucho que escuchemos y leamos continuamente la palabra revolución.
La idea de una revolución sin violencia, es una incoherencia absolutamente coherente con nuestra forma de vida incoherente.
Tras el sexo sin reproducción, el azúcar sin calorías, la cerveza sin alcohol, el envejecimiento sin arrugas, cómo no apuntarse, un rato, a jugar a la revolución sin violencia. Una actitud del día, una experiencia, una moda más.
(Juan García Oliver, ministro anarquista de la II República, habla sobre la violencia y la Revolución).
8 respuestas a «Violencia y revolución»
Zeus te oiga, Miguel. Zeus te oiga.
Y Atenea, si no es mucho pedir.
Pues yo, por el contrario, creo que la violencia forma parte de nuestra naturaleza y que sólo está escondida.
Recuerdo que en su día leí mucho sobre la guerra de los Balcanes y vi muchos reportajes con testimonios de combatientes.
La gran mayoría de ellos eran hombres tranquilos y pacíficos que, una vez metidos en la guerra, encontraban natural violar, saquear, torturar y matar.
Me da la sensación de que, a pesar de la crisis que nos asola, la situación económica de la gente que menos tiene es mucho mejor que la que tenían en los años 30, y que eso es lo único que impide que la violencia se convierta en lenguaje habitual.
Me guío últimamente por este blog, que de paso recomiendo,
faunamongola
para conocer en qué tiene la cabeza la muchachada, y creo que la barricada es lo último que les tienta.
Por lo demás, estoy de acuerdo en que todavía comemos, y eso atenúa mucho las cosas.
(Quería explicar que la violencia siempre existirá y hoy es abundantísima, pero transformada en cultura, pero lo dejo para otro día).
¿A que integridad fisica y moral te refieres?
Si acaso respondes, piensa con calma esos conceptos.
A lo que tú me digas, guapita.
Jeje, veo que te curas en salud con anónimo II.
Por cierto, ya has escrito algo sobre la violencia transformada en cultura:
https://proscritosblog.es/2011/09/27/12406/
“El 15-M es emocional, le falta pensamiento”
Zigmunt Bauman, el filósofo y sociólogo polaco famoso por su concepto de la modernidad líquida, tan fértil que ha sido aplicado al amor (líquido), al arte (líquido), al miedo (líquido), al tiempo (líquido) y así hasta cualquier cosa, publica el ensayo 44 cartas desde el mundo líquido (Paidós). Además, el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 ha estado en Madrid para pronunciar una conferencia en el Matadero bajo el título ¿Tiene futuro la solidaridad? El sábado por la tarde, a la misma hora de la manifestación internacional de los indignados, mantuvimos una charla en un hotel a menos de 100 metros de la plaza de Atocha donde, entre la multitud, ya no cabía un alfiler.
Le pregunto a este profesor emérito en la Universidad de Leeds (Inglaterra) si le parece que estas grandes manifestaciones masivas, pacíficas y tan heterogéneas lograrán combatir los abusos de los mercados, promover una democracia real, reducir las injusticias y, en suma, mejorar la equidad en el capitalismo global, pero, como profesor que es, no responde a la cuestión de un solo golpe.
En su parecer, el origen de todos los graves problemas de la crisis actual tiene su principal causa en “la disociación entre las escalas de la economía y de la política”. Las fuerzas económicas son globales y los poderes políticos, nacionales. “Esta descompensación que arrasa las leyes y referencias locales convierte la creciente globalización en una fuerza nefasta. De ahí, efectivamente, que los políticos aparezcan como marionetas o como incompetentes, cuando no corruptos”.
“El movimiento del 15-M trataría de suplir la falta de globalización de la política mediante la oposición popular”. ¿Una oposición eficaz? En opinión de este sabio de 86 años, el efecto que puede esperarse de este movimiento es “allanar el terreno para la construcción, más tarde, de otra clase de organización”. Ni un paso más.
Bauman califica a este movimiento, como es bien evidente, de “emocional” y, en su parecer, “si la emoción es apta para destruir resulta especialmente inepta para construir nada. Las gentes de cualquier clase y condición se reúnen en las plazas y gritan los mismos eslóganes. Todos están de acuerdo en lo que rechazan, pero se recibirían 100 respuestas diferentes si se les interrogara por lo que desean”.
La emoción es (¿cómo no?) “líquida”. Hierve mucho pero también se enfría unos momentos después. “La emoción es inestable e inapropiada para configurar nada coherente y duradero”. De hecho, la modernidad líquida dentro de la cual se inscriben los indignados posee como característica la temporalidad, “las manifestaciones son episódicas y propensas a la hibernación”.
¿Se necesitaría un líder acalorado? ¿Varios líderes temperamentales? “El movimiento no lo aceptaría puesto que tanto su potencia como su gozo es la horizontalidad, sentirse juntos e iguales, lo que, en importante medida, les niega el superindividualismo actual”. La superindividualidad (de la modernidad líquida) “crea miedos, desvalimientos, una capacidad empobrecida para hacer frente a las adversidades”.
El estrés es la enfermedad que acompaña a esta sevicia. “Las gentes se sienten solas y amenazadas por la pérdida del empleo, la disminución del sueldo, la dificultad de adaptación al riesgo. El estrés es corriente entre los parados pero también en los empleados, acosados por los cierres y despidos, las prejubilaciones o los salarios cada vez más bajos. En Estados Unidos el estrés produce tantos daños económicos como la suma conjunta de todas las demás enfermedades”. Las bajas laborales por estrés llegan a costar, dice Bauman, 300.000 millones de dólares (216.600 millones de euros) al año y la cifra no deja de crecer.
¿Llegará todo esto a provocar un giro en el sistema, un colapso o algún cambio sustantivo? Su respuesta es que, en estos momentos, prefiere hablar de “transición” y no de “cambio”. Necesitaría hechos más netos para pronunciarse sobre el alcance de los actuales trastornos. “Antes, hacía falta mucho tiempo para preparar unas protestas masivas como las del 15-M, pero hoy las redes sociales permiten enormes concentraciones en muy poco tiempo”. Pero volvemos a lo mismo: de igual manera que se concentran y actúan con velocidad, muy poco después se detienen.
El movimiento crece y crece pero “lo hace a través de la emoción, le falta pensamiento. Con emociones solo, sin pensamiento, no se llega a ninguna parte”. El alboroto de la emoción colectiva reproduce el espectáculo de un carnaval que acaba en sí mismo, sin consecuencia. “Durante el carnaval todo está permitido pero terminado el carnaval vuelve la normativa de antes”.
Puede decirse, declara el profesor, que “nos hallamos en una fase especialmente interesante, como en un laboratorio de acción social nuevo”. Tarde o pronto la crisis terminará y, sin duda, las cosas serán diferentes pero ¿de qué modo?
“No me pida que sea profeta”, implora Bauman. “En algunos lugares, no en todos, el movimiento ha logrado conquistas importantes pero no es extensible a todos los países”. Lo líquido sigue siendo válido para la previsión del porvenir. La modernidad líquida se expresa, obviamente, en su falta de solidez y de fijeza. Nada se halla lo suficientemente determinado. Ni las ideas, ni los amores, ni los empleos, ni el 15-M. Por eso teme que tal arrebato acabe también, finalmente, “en nada”. No es seguro, pero siendo líquido, ¿cómo no pensar en la evaporación?
elpais.com
Os habeis dado cuenta de que Juan Garcia Olivier era en realidad un muñeco??.
El hombre que esta justo detras en primer plano es ventrilocuo!!.