Por hijadecristalero
Fotografía en contexto original: lamesadelaschikis
Hay muy poco, muy poquito movimiento, mucho menos que cuando ingresé en el mundo ventanil.
He terminado el borrador de una novela.
Ahora reposa el tiempo de los justos y no tengo otra cosa que hacer que mirar por el escaparate y subirme por las paredes de aburrimiento.
Me siento vacía después de haber echado el resto en una obra que ni a mí convence. Sé que todavía le queda mucho y no estoy segura de que desee que vea la luz algún día. Me siento hueca, caja de resonancia de la nada, intento entretenerme leyendo a Pessoa y escribiendo tonterías que rompo al final de la jornada.
Pasa un día, y otro, y otro, sin que entre un solo cliente.
Sólo la necesidad les trae aquí: ventanas que se han roto. Una, dos como mucho.
Todos se llevan las manos a la cabeza cuando les doy el presupuesto.
Casi ninguno vuelve.
No hay que ser un lince financiero para saber que me echarán tarde o temprano.
También en el bar de enfrente hay menos trasiego.
Paso las horas muertas rumiando la crisis, analizando cómo está afectando al hombrecito más triste del mundo, al cura, al ama de casa que siempre se detiene a charlar un rato conmigo…
No tengo ganas de escribir, ni de releerte, Pessoa.
Tengo ganas de acción.
Ya he aprendido la lección de la disciplina, la humildad y la paciencia.
Comandante, sácame de aquí.