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Hoy he viajado en metro

Miguel Pérez de Lema

Hoy he viajado en Metro.

Sabed que creo el Metro anticipo sutil del infierno, lugar donde se abandonan todas las esperanzas, y cada vez que debo descenderlo me siento abatido y alarmado, como quien espera un castigo, o teme un mal encuentro. Viajo por él dispuesto al horror y sin Eurídice alguna que buscar.

Efectivamente, hoy, en la estación de Tetuán ha entrado en el vagón un hombre mutilado al que le faltaba una pierna, pidiendo dinero para comprarse una pierna.

Una buena escena infernal, para sentir su dolor del alma, su amputación visible, su miseria vergonzante, su aviso a navegantes en tiempos de ruina, e incluso, no sabría decir por qué, cierta ironía malsana en mí.

El hombre era un despropósito, un harapo, y una cicatriz. Y yo no le he dado nada. Y he malpensado, además, con certera crueldad española: «Seguro que quiere el dinero para gastárselo en vino». Aunque le faltara una pierna.

Hoy ha quedado todo mi día arañado hasta la sangre por la angustia, y los malos sentimientos que viven en el Metro.

5 respuestas a «Hoy he viajado en metro»

(Aclara que no tienes coche -y creo que ni carnet de conducir-, que si no, quienes se meten con tu apellido pensarán que tu chófer había llevado el Bentley al taller).

La solidaridad, como la depresión, es algo que sólo se pueden permitir quienes tienen de sobra. Cuando te falta, quienes ayer te daban pena hoy son tus rivales por un trozo de carne.

Me ha encantado esta idea del metro-infierno. Me acordé de mis viajes en el metro de la ciudad de México a la hora pico-pico, cuando veía a los retacadores en plena acción (son empleados que utilizan una especie de tablones para amontonar a la gente en el fondo de un vagón cuando cualquiera pensaría que no cabe ni un alma más) y me ocupaba imaginándome las historias de los vecinos aplastados a partir de sus caras, de sus manos y sobre todo de su olor…

Es terrible que el hecho de que algunos muestren abiertamente sus deformidades y miserias como moneda de cambio, nos haga ponernos un escudo de aparente insensibilidad.

A mi me sucede igual que a Miguel, siempre desconfío, al mismo tiempo que me justifico pensando que hay albergues, comedores sociales, duchas… pero tampoco puedo evitar sentir ese arañazo en el alma durante largo rato, a pesar de que miro siempre a los ojos, sobre todo cuando les voy a decir que no, que lo siento, que no les puedo ayudar.

Hace tiempo, iba en el coche con mi hija (la mediana), que por aquel entonces contaba con cinco años de edad, y en un semáforo se acercó a pedir dinero para un café un señor mayor, con bastantes dificultades para moverse y hablar, vamos, una lástima. Mi hija me preguntó que quién era ese señor, de que le conocía y que quería; no recuerdo muy bién que le contesté, creo que le dije que quería dinero. No me preguntó nada más, miré su cara en el retrovisor y vi como intentaba digerir la situación, no lo entendía, pero tal vez llegaba a percibir que había algo que no acababa de encajar.

Recuerdo que esa noche no dormí bien, que hablé con mi mujer y le conté la pena que me corroía, lo mal que me sentía por no haberle dado nada, y en definitiva por la mierda de mundo que se abría sin remedio ante los ojos de mis pequeños.

La historia acaba unos meses después, cuando me encuentro a éste señor en una cafetería cuatro calles más abajo tomando una cerveza y fumándose un cigarro.

Insensibilidad.

en bogotá el infierno va en la superficie: busetas chatarra y medigos bravos omnipresentes . el metro de madrid si lo comparamos queda como disneylándico.

Hace muchos años iba y venía de la Granja con frecuencia y un día, a la altura de boca del Asno, subimos al coche a un pobre hombre que iba andando y pidiendo ayuda con la mano.
Iríamos por la cuarta revuelta cuando nos dimos cuenta de que iba al entierro de un hijo en Alcorcón. Venía desde Astudillo en Palencia. Andando y sin dinero.

Nos despedimos de él en una parada de autobús en Torrelodones y le dimos las diez mil pesetas que llevábamos entre mi mujer y yo.
Tres semanas más tarde nos lo volvimos a encontrar en el mismo lugar. Se dio cuenta uno de nuestros hijos y nos avisó. «¿Habéis visto? Era él»

No pasa nada. Es una actividad como otra cualquiera y más honrada que gestionar tu fondo de pensiones privado cobrándote el 2.5% de comisión al año sobre su valor total y encima meter en él deuda de la Generalitat para que las pérdidas te las quedes tú.

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