según el María Moliner: (del lat. «desidia», pereza, indolencia) f. Falta de cuidado en el arreglo de sí mismo, en el de las cosas propias o en el trabajo que se hace. Abandono, dejadez, *descuido, incuria. *Pereza. Desidioso, *sucio.
Yo nunca me deprimo.
En cuanto la vida me da un revés, me falta tiempo para darle la vuelta a la moneda y encontrar el lado positivo. Cuando comprendes que nada pasa por azar, aprendes a interpretar las señales. Y todo resulta más fácil. No me preguntéis cómo se hace, es algo innato, un sistema defensivo de serie heredado de mis padres. Creo.
Pero este mes de julio me levanté deprimida un día. Y otro, y otro y otro. Afortunadamente, tenía muchas clases y no me quedaba más remedio que levantarme cada día –la baja por depresión es algo que sólo se pueden permitir los ciudadanos de primera-; además, mientras estaba dando clase, la tristeza se quedaba agazapada en un rincón, sólo tenía que esperar a que los alumnos me dejaran sola para enseñorearse de mí. Y cuando llegaba a casa, me tumbaba en el sofá y me ponía a ver la tele.
La vida se me hacía tan cuesta arriba, que bastaba que uno de mis hijos me preguntara qué había de cenar para que me entraran ganas de tirar la toalla.
Pero me limitaba a cambiar de canal.
Desidia.
Esa es la palabra.
Comprendía lo que sienten quienes hace años empezaron a caer y todavía siguen cayendo, y me di cuenta de lo fácil que es rendirse: ya se encargarán otros. Y es entonces, cuando renunciamos a la lucha, cuando la vida pierde su sentido.
En esto, me llamó Inés y nos invitó a ir a pasar unos días a Getxo con ella y su hijo Ignacio. La desidia me pedía que rehusara la invitación y pasara el mes de agosto tumbada en el sofá, compadeciéndome de mí misma; pero la voz de la supervivencia que me guía me ordenó montar el circo en otra parte. Y así lo hice: metimos el equipaje en el maletero, salimos a la carretera y abandoné a la desidia en la primera gasolinera que encontramos.
La playa, los pintxos, el paisaje, la agradable temperatura, la cálida compañía, las enriquecedoras conversaciones con Inés, las intensas discusiones políticas con el apasionado Ignacio, y los agradables y largos paseos (Andar es vivir, dice mi amiga) han sido el bálsamo de fierabrás que todo Quijote necesita.
Y aquí estoy otra vez, preparada para seguir desfaciendo entuertos.
Que no nos falte la lucha.
2 respuestas a «Desidia»
Bienvenida, pues.
Bien hallado, Ricky