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Adicta a escribir

Por Inés Zarza

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A Peter Hook

A los ocho años decidí que quería ser francesa. Treinta y pico años más tarde sigo en el exilio existencial que me permite ser extranjera. Escribo porque fui una niña asmática que veía jugar a los demás niños desde la ventana. No me importaba, si tenía a mano un lápiz y un cuaderno para acallar toses y sibilancias. Escribo para escapar de la soledad, tan honda, tan larga.

La primera vez que leí un poema de Miguel Hernández se me llenaron los ojos de lágrimas y las cuartillas de interminables imitaciones. Ganaba los concursos de redacción del colegio y ése era mi único premio. Escribir me enfrenta a mi lado masculino, que no soporta la virginidad de un folio en blanco. Escribo ante la magia de las palabras: alborada, luz, árbol, encuentro, que, repetidas muchas veces, son únicas en su capacidad de convocar presencias y ahuyentar fantasmas. Y para lidiar con un ego infinito. Por mi amor a los libros; portentosos ingenios de árboles y palabras. Porque siempre me he sentido un poco garbancito ante tanta sangre limpia: tan rubios, tan perfectos, tan champú anti caspa. Escribo cuando me queda madre dentro. Escribo porque me enamoré con quince años y desde entonces no he dejado de parir cartas de amor, incluso por encargo. Escribo para publicar, publicar, publicar.

Escribo para contar, para contarme y, sobre todo, para desenredar lo que antes de escrito me parece una maraña incomprensible. Para no olvidar, para releer, para impresionar. Escribo porque quiero hablar de los tiempos en que dios era mujer y estaba viva. Y para resucitar el lenguaje telúrico de los olmos. Porque mis orgasmos también están hechos de las palabras que el mar susurra al oído de las mujeres escritoras. Escribo para mi hijo y, tal vez, para mis nietos. Desde luego, también, porque ya no me gusto tanto en el espejo, y porque soy cobarde y tengo miedo, mucho miedo a los sentimientos. Escribo para despertar y despedir amores. Escribo como postura política ante la vida, y porque ya no se puede fumar en los aeropuertos. Para reconciliarme con mi magullado lado diestro. Escribo para acallar tantas voces dentro, y para encontrar mi propio silencio.

Escribo porque mi nombre en yiddish significa isla-milagro, y yo, sin embargo, tengo alma de archipiélago.

0 respuestas a «Adicta a escribir»

…Y nosotros tenemos suerte de que escribas, y esperamos que la pluma (o el teclado) se convierta en una extensión de tu brazo y no lo dejes nunca.
Me encantó tu texto.

Me han traido estos dos poemas a la memoria:

Escribo porque todos los que me han de leer
sepan como he gozado del aire y del placer
porque sepan las gentes, y las generaciones
que ese tejer el tiempo guirnaldas de estaciones,
y la lluvia y la nieve, y el ciclón y la calma
en ningún sitio han sido más bellos que en mi alma.
Escribo porque el verso me finge la alegría
De que acaso mañana me quieran todavía
Y acaso alguno deje a la amante una y cierta
Por el amor sin besos de la poetisa muerta….

—-
No aspiro a la apariencia de un falso arte sonoro
Mi anhelo más ardiente, mi más soñado empeño
Es que los demás sueñen lo mismo que yo sueño
Y que los demás lloren lo mismo que yo lloro;
Que el ritmo de mis versos arrulle con sus sones
A un corazón que sienta lo que he sentido en mi,
Que un alma – una siquiera – comprenda mis pasiones,
Que vibre con mis versos, que sepa mis canciones,
Aunque en la vida sepa que que yo las escribí…

[…] Inés Zarza decidió a los ocho años que quería ser francesa. Casi todos los escritores sienten la llamada de la vocación desde muy niños. Pero, a medida que crecen, muchos dejan de escuchar la voz que les ordena escribir y se dedican a otros afanes que les alejan progresivamente de la literatura, hasta que ésta se convierte en un recuerdo impregnado de nostalgia. Sólo los escritores de raza continúan escribiendo contra viento y marea. […]

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