No es el maracanazo, es el messiazo, el argentinazo, el muslerazo. La República Oriental del Uruguay no puede ser la de los 30 con sus dos mundiales, en un universo sin romanticismo en el que ya todo el mundo juega al fútbol y está todo inventado. Pero todavía, a veces, puede hacer estas cosas, tumbar a la Argentina del falso profeta y la soberbia, a domicilio, jugando casi una hora con uno menos.
Una Argentina que juega con un ex futbolista como Gago de organizador, y cree que así se puede ir a alguna parte, porque es Argentina y juega en casa, ¿qué puede fallar?. Empate a uno con Bolivia, a cero con Colombia, victoria ante la potente Costa Rica y todos a subirse al globo. A mirar a Uruguay por encima del hombro.
La demografía dice que es imposible, que no puede ser, un país que casi ni existe, con 3 millones de habitantes, no puede ganar a nadie. Que sería un mialgro si…
Y sucede que el «Cementerio de elefantes» vive 120 minutos dominados por Muslera, infinito, el hombrecito con aspecto casi frágil que lo tapó todo, que se enfrentó cara a cara con Higuaín, con Messi y con Tévez, y los fulminó a los tres. El portero sin planta de portero, que nació en Buenos Aires para que todo sea más doloroso cuando dice «yo soy uruguayo».
Pero bueno, tampoco pasa nada. Argentina volverá. Tiene fútbol de sobra. Tiene a su doble balón de oro tintineando al caminar. Y además, ya lo dijo anoche Batista, «esto no es un fracaso». No, es un milagro.
Dios anoche era celeste.