por Marisol Oviaño
Los niños duermen.
Las campanas se abren paso entre el viento para llamar a misa de doce. Cuando callan, sólo se oye el rumor de mar de los álamos, como si a los pies de nuestra casa hubiera una playa.
Las cortinas bailan ingrávidas,
el gato se frota contra mis piernas.
Nirvana.