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General Lecciones de la vida

la hija de la escritora

por Marisol Oviaño
Fotografía: David Luna, 2006

No me importa no poder salir a tomar una caña –por suerte, tengo buenos amigos que se hacen cargo de mi situación y me invitan-; ni vestir con la última moda de mercadillo de hace dos años, ni prohibirme a mí misma la entrada a librerías.

Pero me habría gustado mucho llevar a mis hijos una semanita a la playa, este año se lo han ganado. Tenía una completamente infundada fe en que iba a ganar un concurso de relatos, pero hace dos semanas que el jurado anunció el ganador y mi teléfono no sonó.

– La vida no es justa –farfulló la pequeña el otro día cuando les dije que no vamos a ir a ningún sitio.

Su mejor amiga es una pésima estudiante, tiene padre y madre y pasa casi todo el verano de playa en playa. Mi hija entiende que yo estoy al cargo de todo y que trabajo mucho para sacar la familia adelante; entiende que su amiga es hija única y sus padres funcionarios (esto es: sueldos fijos y pagas extras), y que su situación económica es muy distinta de la nuestra. Entiende la lógica del asunto.

Pero eso no impide que se sienta víctima de una injusticia: sin comerlo ni beberlo, perdió a su papito querido –que no está muerto, sino vivito y coleando a veinte minutos de aquí, no ha llegado muy lejos en su huida-, y le costó cuatro largos años superarlo y deshacerse de la rabia que la estaba devorando. Fue una larga lucha, pero ha aprendido que es de idiotas estar toda la vida lamentándose por la leche derramada, y ahora se siente como si hubiera salido victoriosa de la batalla. Y, por si eso fuera poco, este curso se ha esforzado para aprobar todas: cree que la vida le debe un premio.
Con razón.

A veces le explico que la vida es muy larga y se toma su tiempo, que el sufrimiento de hoy es la sabiduría de mañana, que su amiga dentro de unos años no podrá aspirar a nada más que a sobrevivir con trabajos de mierda y que, por el contrario, ella probablemente podrá elegir y trabajar en algo que le haga feliz. Como yo. Y me escucha atentamente, sonríe con sorna y dice dándome una palmadita en la espalda:

– Vale, vale. Pero, por si acaso, tú no dejes de escribir.

6 respuestas a «la hija de la escritora»

Como tu misma dices, dentro de no mucho tiempo, la vida le pondrá en el lugar que le toca, y quizás no elegirá irse de vacaciones a la playa, sino algo mucho más importante, disfrutar de cada día que le toque vivir siendo ella misma y no una marioneta social.

Muchos éxitos, y a por el próximo concurso. Esperamos pronto tu nueva novela

No creo que a esa niña le tenga que ir ni peor ni mejor que a tu hija, por el hecho de tener una situación estable en su casa/vida y se pueda ir cada año a la playa. Al igual que no creo que tu hija necesite ese tipo de falsa consolación.

Siempre digo que, pensamos a cerca de los demás, según nos vaya a nosotros y eso, es erróneo y perjudica la salud mental.. nos confunde.

Silasoy, o yo no me he explicado bien, o tú me has entendido mal.
Yo intentaba hacer ver a mi hija que quien se esfuerza lo tiene, a la larga,más fácil que quien nunca ha pegado chapa.

Su amiga tiene 16 años y está en segundo de ESO, le han quedado seis a fin de curso -es fácil que repita por tercera vez, si es que se puede- y probablemente no acabará ni la enseñanza secundaria obligatoria.
Pero a sus padres no les importa, no le exigen nada: se limitan a pagarle todos los caprichos.
Y ni son altos funcionarios (están en lo más bajo de la escala) ni millonarios.
¿Qué futuro crees que le espera a su hija analfabeta?

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