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Envejecer es revolucionario

Por Hijadecristalero
Fotografía en contexto original: redecorando

Unas amigas me han regañado porque no me tiño las canas.
Como si verme envejecer les recordara que también ellas cumplen años bajo sus cabelleras eternamente jóvenes.
La cosmética me ofrece la posibilidad de llevar el pelo en los tres o cuatro colores discretos con los que se atreven las mujeres de mi edad. O de ir hecha un mamarracho con el pelo azul, verde, naranja… La naturaleza me ofrece la posibilidad de asistir a mi proceso de envejecimiento.
No quiero parecer más joven.
No quiero frenar el paso del tiempo.
No quiero ser esclava de lo que diga la tele.
No quiero que los hombres deseen a una mujer diez años más joven que yo. Quiero que me deseen a mí y que gocen de lo que la experiencia me ha enseñado. Hasta que llegue la hora en la que el deseo quede inscrito en el pasado, como tantas otras cosas.

Tengo la edad grabada a fuego en la mirada, en la manera de levantarme de la silla, en el carácter, en la manera de disfrutar lo que la madurez me ofrece.

Algo me dice que, si me tiño una vez, lo haré siempre.
Pero no me atrevo a decir de esta agua no beberé.

Quizá no teñirse las canas sea un gesto revolucionario.

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