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El examen de literatura

por Robert Lozinski
Fotografía en contexto original: afindemes

Entre todos los exámenes que tuve que aprobar, hubo uno que me marcó. Pero no por su importancia para mi carrera, sino porque me enseñó que lo que tú te tomas en serio, a otro le importa un pimiento. Y siempre conviene estar preparado para las pruebas de la vida.

Me examinaba de literatura universal. Mis colegas, Viasti y Guivi también se examinaban de lo mismo, pero en sus departamentos:inglés y francés respectivamente. Yo ponía especial cuidado en la organización de mis apuntes; subraya en rojo el español, anotaba los libros rusos en azul y para el rumano utilizaba el verde. Todo muy bonito y ordenado.

Destinábamos la tarde al estudio. Empezábamos a la una y lo dejábamos a eso de las ocho. A las nueve (da igual la hora exacta, mejor decir una sola que andar aburriendo al lector con media hora arriba o abajo) nos íbamos de marcha hasta las cuatro, y después dormíamos hasta las doce de la mañana. Entonces nos parecía un horario normal.

Una tarde Viasti se acercó a la mesa que yo ocupaba en la biblioteca, me tocó el hombro y me indicó con gesto cómplice la hora en el reloj colgado en la pared de enfrente: Las ocho, hermano hermano. Recogí mis cosas y salimos. Primero fuimos al parque de al lado, donde tomamos unas cervezas. No hacía mucho frío a pesar del invierno, y tampoco había nieve. Curiosamente. no se nos unió nadie y aún no había móviles para llamar a cualquier hora del día o de la noche.

Un pelín colocados ya, fuimos a un restaurante cercano que tenía el curioso nombre de “El Enanito” (a los moldavos les encanta usar diminutivos). Cenamos y tomamos vodka, coñac ,vino y creo que también champán. Se nos colgaron unas pibas que a la hora de pagar se esfumaron. Nos lo tomamos con humor. Total, nos adornaron la tarde con su buen rollo. Cuando el camarero nos dejó sobre la mesa el papelito con las cifras, me di cuenta de que me faltaba el cuaderno con los apuntes para el examen.
– No te preocupes –trató de tranquilizarme Viasti- llevo dinero de sobra.
– Que no es eso, hermano. Que he perdido el cuaderno.
– ¿Qué cuaderno?
– El de los apuntes.

Pagamos y salimos.
Nos dirigimos directamente hacia el banco donde nos habíamos tomado las cervezas. Nada. Cuando ya nos íbamos, me llamaron la atención unas manchas blancas al pie de unos matojos , fui hacia allí y reconocí mi multicolor escritura en aquellas hojas de papel arrancadas que alguien había utilizado para limpiarse el ojete.

Me quedé mudo ante aquel desastre.
Viasti, mientras tanto, se descojonaba.

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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena

2 respuestas a «El examen de literatura»

Que dura realidad la tuya!!!!!!!!, pero es verdad: todo tan relativo!!!!!!!! y cada vez mas, con tremenda ausencia de sensibilidad. Susana ( una mujer argentina).

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