Por César de las Heras
Fotografía en contexto original: ojodigital
Vaya, el sol sobre Santiago, y entre los robles la delicadeza. En Galicia los bosques andan agrandados, completos. Las carencias impuestas por la falta de agua aquí son inexistentes, y los helechos se suben a las ramas para divisar.
Sentado en la plaza de Quintana, comencé a preguntarme sobre el color de la tierra, y empecé a caminar. He recorrido cien veces las calles paralelas, y he pisado las losas de granito contribuyendo con mi peso y mi transcurso al desgaste lento; pero ahora, buscaba tierra que tocar, tierra para oler, y dejé atrás la Rua Nova, y giré a la derecha, y salí de las calles y me fui al robledal para cambiar impresiones con los árboles que miran a Santiago.
Se llama Feidaulón, tiene trescientos dos años y un tronco cercano a treinta personas abrazadas; a los tres metros se divide en dos grandes ramas y a partir de aquí enarbola caricias y pende estructuras complejas para que se rasque el vento. Mira de frente a la catedral y busca decidido la contemplación de la plaza del Obradoiro, pero las casas crecen al gusto vertical, y Feidaulón se agranda lento, con la sabiduría del que espera y confía, con la sobriedad del que se agarra a la tierra con fuerza, con la seguridad a salvo entre los brotes nuevos. El tronco es de musgo verde y su reflejo me torna vegetal, y me van creciendo las raíces en torno a las palabras, y fluyo entregando a la savia frases inconexas, frutos de una derivación prudente que me atrae a Galicia cuando las horas dejan.
Un robledal mira a la ciudad desde Santa Susana, y sentado junto a Feidaulón me llega un abrazo solar, calor anaranjado que dispersa al verde. Ladran cuatro perrillos de tamaño similar, la gente pasea un poco mas abajo. Todo brilla a lo lejos y entre la penumbra que me impone la espesura pienso un poco mais, siento, me rebusco. A mí también me llueve. Mi crecimiento es tan lento cómo el de Feidaulón, pero no dispongo de trescientos años, y aunque nuestros objetivos se asemejan, la fortaleza es dispar. Me canso sedente, y me va apeteciendo prolongarme; ir a buscar aquellos olores que me excusan de seguir mirando, y mojar los tobillos en todas las aguas dónde acabe la mar.
Abitación 27, Hostal Barbantes
CESAR DE LAS HERAS
0 respuestas a «CUADERNOS DE INQUIETO DIEZ»
Querido Feidaulon soy una mujer olmo de unos 250 años en buen estado de conservación, gracias al milagro de Santa Juana, que se apreció en el secarral de la Sagra en 1.500, he logrado escapar de la grafiosis, esto quiere decir que aun estoy de buen ver, tengo un tronco fuerte pero esbelto y mis raices se meten entre los cimientos de una pequeña casa de labor. Domino un jardin centenario, lleno de colegas de otras especies maravillosas: olivos, hayas, árboles del amor………
y conozco los secretos de una familia desde hace 100 años.
Si me pasas tu direccion de email me gustaria que comenzasemos a conocersos mejor