Por Inés Zarza
Estoy rodeada de cajas de todos los tamaños. El camión de la mudanza se acaba de marchar dejándome algo huérfana en esta casa recién estrenada. Entre todas ellas, hay una que abriré la primera. La caja de los cuadernos. En ellos está mi vida a golpe de palabras. Una vez abierta, el primero que acude a mis manos es de color azul pálido, con tapas duras. Cuando lo utilicé, tenía 25 años y estrenaba capitalidad y profesión. Abro una de sus hojas al azar. En una letra, aun de niña, leo:
Vocabulario técnico
Runoff; escorrentía.
Hedge Fund: Fondo de cobertura
Entonces me recuerdo recorriendo a toda pastilla la calle Génova convencida de que se me abría una nueva vida llena de fantásticas escorrentías y fondos de cobertura, de noches de marcha y mañanas con dignatarios de Naciones Unidas.
Ahora tengo en mis manos el cuaderno rojo que escribí durante un embarazo solitario, también en Madrid. Es la poetisa algo tristona que anticipa el gran cambio de dará su vida, una vez decidida a ser madre en solitario. “Hoy te saludo hijo cara de luna”.
Voy sacando casi todos ellos. Los cuadernos de temática mixta son los que más me gusta releer llenos de poemas, listas de la compra y propósitos de año nuevo que nunca cumplí: 1. Beber menos cerveza. 2. Escribir más. 3. Olvidarme de fulano (Fulano tiene un nombre distinto casi todos los cuadernos pero todos son el mismo hombre).
Unos minutos más tarde, acaricio la tapa del único cuaderno que escribí a medias con alguien. Es un cuaderno de un viaje a Andalucía, rojo y breve.
Cuadernos con reflexiones, poemas, gritos, miedos o pesadillas, con números de teléfono que prometen aventuras, localizadores de vuelo y títulos de libros. Cuadernos escritos durante la infancia de mi hijo que atesoran dibujos infantiles y restos de Kinder bueno. Cuadernos con sabor a mar cantábrico y agitación política.
Hay uno que me duele en especial. Ya no está conmigo. Se trata del cuaderno con el borrador de mi primera novela: La mujer olmo. Se lo envié por correo a un hombre del que estaba locamente enamorada. No he vuelto a ver a ninguno de los dos.
El último que compré hace apenas dos meses, tiene un relieve en la tapa me recuerda al tronco de un árbol. En sus, casi todas, hojas blancas se esconde la promesa de mi segunda novela. Cada vez que lo veo me siento de nuevo una novelista a estrenar, llena de ingenuidad y energía creativa.
Mi mente regresa a esta habitación llena de cajas por abrir. Sin embargo, sé que el contenido de esta primera es la escuadra de mi barco.
0 respuestas a «La escuadra de mi barco»
«La realidad supera el espacio de las páginas» (Sandro Chiri). Gracias Inés por hacerme recordar que tengo cuadernos que reviven mis realidades mejor vividas. No añoro esas realidades, ahora páginas… añoro la mágica inspiración que me ayudó a escribirlas.
Un cordial abrazo,
Mario
qué alegría saber que mantienes la adicción a la palabra escrita
ya la primera vez que te leí experimenté un suave placer, más profundo que el de lo hablado, que brota sin meditar, como un acto reflejo, acto sin pensamiento? y qué?
tus escritos son frescos como el día que empieza
la próxima vez espero tardar menos en hacértelo saber
yo diria que nada supera la magnitud de los recuerdos,solo al volver a ciertos lugares o espacios en donde hemos vivido alguno,nos hacen caer en la realidad de que no eran tan grandes,ahora siguiendo tu metafora marina,te digo que si cierro los ojos veo entrar tu barco,con las velas recogidas,solo con el impulso de una vela como oreja de burro que me indica que fondearas en el puerto ,un poco cansada por la travesia y sonriente por haber llegado.
Ahora llega el momento de plegar velas,escribir en tus cuadernos de bitacora ,lo que leeras un mañana o por que no,en un descuido te los robe por un ratito tu cara de luna y vea ,o mejor dicho magnifique algun dia en su recuerdo al capitan del barco de su vida.
Inés, es una pasada lo que estás consiguiendo!!! Desde que te leo he comenzado a escribir yo… algo que tenía abandonado desde hace tiempo. Gracias por eso y por hacerlo tan bien, tan desde dentro, tan hermoso…