Por Pedro Lluch
En el primer capítulo de La Regenta de Leopoldo Alas, el Magistral, desde lo alto del campanario, espía con un catalejo a la «heroica ciudad» que duerme la siesta «como el naturalista estudia con poderoso microscopio las pequeñeces de los cuerpos».
Ha habido casos célebres de escritores entomólogos. Citaré sólo a Ernst Junger, cuyo diario, Radiaciones, dando cuenta de los aciagos días del derrumbe de su país en los años cuarenta, deja tanta constancia de los bombardeos como de las floraciones y las mudas de los bichos que, en los paseos que daba en torno a su casa, iba descubriendo y catalogando.
Viene también a cuento el lema de Robert Capa, fotógrafo de guerra y, prácticamente, quien inventara el género: «If your pictures aren’t good enough, you’re not close enough”. Y así, un 6 de Junio saltó de la barcaza de desembarco al agua en Omaha Beach con el 16 Regimiento de Infantería para acompañar a quienes empezaron a liberar Francia.
El artista de hoy, de aquí, de ahora, debe ser naturalista. Debe acercarse a las pequeñeces de los cuerpos con mirada de entomólogo, y, con cojones de fotoreportero torero, debe clavarle al bicho las agujas con que lo fijará en su cajita, muerto y expuesto al escrutinio del espectador o del lector.
Acercarse al objeto, confundirse con él. Ser él. Penetrarlo. Vivirlo. O haberlo vivido. O al menos haberse acostado con él.
Dos puntos que son, o pueden ser, problema: cómo escapar al yoísmo, al ensimismamiento. Y cómo ser artista si hemos de dedicar nuestras horas a ser lo que nos toca ser en estos tiempos: un homo consumerans (en feliz expresión de Lipovetsky en La felicidad paradójica (Ed. Anagrama): recomendable libro que analiza la sociedad del hiperconsumo en la que vivimos).
Superar estos dos escollos requiere esfuerzo. Y en arte, además de técnica y empeño, requiere experimentación. Vuelvo a Leopoldo Alas: «En el arte la experimentación es ya la obra del artista, que coloca en la disposición conveniente los datos recogidos». Experimentemos, pues, con la distancia corta.
Pero ojo: que no nos pase como a la industria del porno. Los medios técnicos, la alta definición concretamente, permiten una claridad, una nitidez chocante. El verismo extremo deviene micro-cortes, pieles pubianas con granitos de rasurados apresurados, cartucheras y pieles de naranja, o cicatrices de cirugía mamaria que antes, con el método analógico no se apreciaban. Lo cuenta el NYTimes. Pero es lo que hay: la gente quiere ver a gente real. Y la gente real es como es: tiene estrías, canas, arrugas, cicatrices, pecas y varices.
Quizás la distancia corta nos lleve al feísmo.
En cualquier caso: ¡experimentemos! Y disfrutemos entretanto de las pequeñeces de los cuerpos.
0 respuestas a «Naturalismo»
Llevo 20 años dándole vueltas a estas cuestiones. Sólo he llegado a una conclusión segura, el arte debe emocionar.
Y sobre el porno, creo que podemos coincidir en que el porno es la vanguardia semiótica de nuestra época. Junto al género de terror (con el tiene mucho que ver) el estilo del porno de cada época es un indicador adelantado y muy interesante de la evolución de la sociedad. Yo me quedaría con el porno de los 70, y con decir eso ya me he retratado. ¿no?
Entonces, amigo Miguel, esto te gustará: http://www.petardastube.com/v/287/: transpira años setenta: el gorrito de ella, el ficus, la pelambrera…
Muy bueno. De los ficus mejor cuidados que se han visto.
Mira tú esto. Un recuerdo de cuando aun existía un canon femenino de belleza creado por y para heterosexuales. (Y una teoría posible, cuanto más femenina es la mujer, menos necesidad de hacer atléticas cochinadas para conseguir el mismo efecto en el espectador)
http://www.redtube.com/1423