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Lecciones de Fukushima

por hijadecristalero
Fotografía en contexto original: cinabrio

Antes de empezar, quisiera dar las gracias y rendir un homenaje a esas personas que la prensa denomina los héroes de Fukushima. Simples trabajadores anónimos, en muchos casos jubilados, que van a sacrificarse para intentar controlar los reactores.

La tragedia de Japón nos ha conmocionado a todos, que en algún momento nos hemos sentido identificados con ese japonés que deambula entre montañas de tablones, buscando inútilmente a un ser querido.

Imagínate, perderlo todo de golpe… me han dicho muchas veces estos días.
Un terremoto, un tsunami, una tragedia nuclear son algo excepcional porque afecta a muchas personas a la vez. Pero no porque alguien pierda todo de golpe.
Todos podemos perderlo todo en cualquier momento. No hace falta un terremoto, ni un tsunami, ni siquiera tener luz eléctrica generada con energía nuclear. Puedes estar trabajando en tu huerto y sufrir un infarto, tu hijo puede tropezar bajando una escalera y partirse el cuello, a tu mujer puede atropellarla un coche, puede estallar una guerra que tú no puedes controlar, los ríos pueden desbordarse, un rayo puede caerte en la cabeza…

Pero nuestra sociedad nos hace creer que la muerte no existe, que se puede ser eternamente joven, que el sexo nunca trae complicaciones, y que podemos comprar la seguridad. Cuanto más miedo tengamos a morir, más fácil será manipularnos, sólo tienen que asustarnos: Cuidado, que los moros están a bombazo limpio y nos quedamos sin petróleo; cuidado, que va a haber una hecatombe nuclear, cuidado que si coges el coche puedes matarte en la carretera…

En el telediario cuentan que los norteamericanos están agotando las existencias de pastillas de yodo. La cara de satisfacción de quien consigue hacerse con un bote es la de quién está convencido de que acaba de comprar un antídoto contra la muerte.

Afortunadamente, todos vamos a morir.
Y saberlo, ayuda:

– Pierdes el miedo a muchas, muchas cosas.
– Te centras en lo importante.
– Disfrutas cada día como si fuera el último.

Es decir: vives.
Y, cuando vives, eres menos egoísta: te preocupas de querer a los tuyos, de sonreír a los ajenos y de dar a los otros lo mejor de ti. Porque sabes que, en cualquier momento, podrás perderlo todo.
Y entonces no habrá tiempo para rectificar.

Una respuesta a «Lecciones de Fukushima»

Que bueno leer algo tan sensato y real. Ante la catástrofe de Japón: mi condolencia enorme. Me remite tambien a lo que la autora del relato expresa: Vivir. Con las mejores ganas y fuerzas que podamos. Lo que nos dure: de la mejor manera. Susana ( una mujer argentina).

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