por Claudio Molinari Dassatti
Durante varios días parecía que tendríamos tormentas, pero el cielo se va despejando. El viento barre por la calle las hojas del otoño y la basura. Aunque cada vez quedan menos papeles, porque según dicen alguien está fabricando papel higiénico artesanal. Debe doler la hostia. Y algo más debe de estar pasando, porque hay menos cacas y eso significa que hay menos perros. Del paradero de los gatos no se sabe nada. Esos sí que son listos.
La buena noticia es que Ivanka, la mujer que parece haberse caído rodando por un barranco, me contó que AdE trabajaba de ingeniera. Debe de saber muchas cosas útiles, no como yo que solo se usar magistralmente el punto y coma. El caso es que, poco a poco, se ha ido abriendo conmigo. Hasta que ayer al final le pregunté por qué tenía ese aspecto melancólico (de lo desbarrancado no le dije nada). Se lo pensó y al cabo de un rato me contestó que los eslavos eran así, melancólicos y fatalistas. Que por norma son desconfiados y adustos. Que para ellos alguien que sonríe todo el tiempo es o estúpido o norteamericano. Pero que aun así tienen un gran sentido del humor.
-Cuéntame un chiste eslavo.
-Vale –me dijo—. Dos polacos van caminando por el bosque y en un claro descubren una ballena muerta…
-¿…una ballena en el bosque?
-¿No se entiende cuando hablo?
-Sí, perfectamente.
-Entonces déjame contar el chiste.
-De acuerdo.
-Comienzo de nuevo. Dos polacos van por el bosque y en un claro ven una ballena muerta. Un polaco le dice al otro: “Esa ballena no debería estar ahí”. Entonces el otro polaco le contesta: “No, no debería”.