por Claudio Molinari Dassatti
Hubo una época en que estaban de moda las películas de desastres. Recuerdo una sobre una sociedad que se alimentaba de unos cubitos verdes algo más grandes que un caldo Starlux. Los cubitos estaban hechos de personas muertas. Todos consumíamos esas películas encantados –que no los cubitos— aunque nunca sabré si lo hacíamos porque las historias nos parecían fantásticas o porque aquello era lo que negábamos en el doble fondo de nuestras mentes.
Ahora ya no hay películas, ahora no hay nada. Hoy un tipo de nuestro refugio consiguió una pila AA y pudo hacer funcionar una radio antigua que tenía escondida. Aunque no logramos captar ninguna emisora. Por lo visto, las antenas aún no transmiten nada. A veces encontramos libros, pero son inútiles. La vida de Lola Flores, La vida de Julio Iglesias o La vida de Rocío Jurado no te van a enseñar nada sobre cómo generar energía solar o arreglar un motor. Por eso muchos los usan para limpiarse el culo o para escribir una nota a un pariente desaparecido y clavarla en la pared.
Ahora bien, cuando tenemos la fortuna de encontrar una enciclopedia para niños sobre tecnología no la usamos de combustible. Por más sencilla que sea, siempre nos quedamos contemplándola en silencio, maravillados de lo que fuimos. De lo que teníamos. Pero si se viene el frío fuerte, si un día de estos el viento helado empieza a bajar de la sierra, la cosa se va a poner difícil y todo irá a parar al fuego. Julio Iglesias y la enciclopedia. Y los que tengan machetes van a empezar a talar los pocos árboles que aún quedan en la ciudad. Eso haría yo, si tuviera mi machete terminado. A eso hemos llegado. A ser la civilización del machete… del machete y el fuego.