por Marisol Oviaño
El hombre en la sombra me ha mandado un artículo que quiere que lea: ¿Qué hacer con el arte de hombres monstruosos? de Claire Dederer
No es un buen artículo, ni siquiera se centra en el tema.
Empieza hablando de los creadores monstruos que se acostaban con jovencitas —el peor de los pecados, según parece— y acaba hablando de lo difícil que es ser madre y escritora. Por el camino, se despacha a gusto contra Woody Allen, que salió absuelto de todos los cargos que le imputaban. Hay una entrevista muy jugosa a otro hijo de Mia Farrow en la que el muchacho asegura que Woody Allen era un buen hombre y que, en cambio, Mia era un monstruo manipulador y maltratador. Pero eso no lo publicarán en El País, así que os la enlazo yo: el caso woody allen…
Dederer establece paralelismos entre Soon Yi y la Tracy de Manhattan
hasta tal punto que, a pesar de que había sido una de sus películas favoritas, cuando intenta volver a ver Manhattan siente arcadas.
Espérate un momento. Claire tendrá mi edad y debe de ser una mujer de mundo. ¿De verdad le escandaliza que una chica de diecisiete tenga una relación con un hombre mayor? Dice que es escritora, ¿a los 17 no se sentía atraída por hombres mayores cultos, educados e interesantes?
Yo sí.
Y diría que todas las chicas en algún momento se sienten atraídas por un hombre mayor: un amigo del padre, un profesor, un entrenador… La curiosidad es innata al ser humano, sin ella seguiríamos en las cavernas.
Yo me inicié en la vida con hombres mayores que yo. A mí me aburrían los chicos de mi edad, que no tenían nada que enseñarme y solo sabían hablar de su moto o del último pedo que se habían cogido. Sin embargo, de los hombres hechos y derechos aprendías mucho. Ellos te abrían la puerta al mundo de los adultos, el mundo real. No era solo la experiencia sexual —que también—; eran las conversaciones profundas, los libros que te regalaban, los restaurantes, los pubs de música tranquila, la gente que conocías…
Uno de ellos solía llevarme a una selecta tertulia en el Gijón en la que había apellidos muy importantes, desde escritores a ministros. Yo siempre saludaba, pedía una cerveza y escuchaba en silencio . Sabía que estaba fuera de lugar, que me llevaban allí casi como a un trofeo, y trataba de pasar inadvertida para que nadie señalara la inconveniencia de mi presencia. Una noche, cuando él y yo nos disponíamos a marcharnos, uno de aquellos hombres insignes me guiñó el ojo y le dijo: “¡Además de guapa, inteligente! ¡Cómo escucha!”. Él me miró sonriente: “Le encanta aprender”.
Me enseñó a creer en mí misma y me dio alas.
Pero para Dederer, solo es un monstruo.
Para mí, un maestro generoso.
2 respuestas a «Mi perspectiva de género»
El linchamiento mediático de Woody Allen es uno de los episodios más lamentables de la caza de brujos desatada por el activismo feminista extremo. La poca repercusión del alegato a favor de su padre por parte de Moses Farrow, prueba hasta qué punto los medios de comunicación de todo el mundo se someten al imperio de esta nueva inquisición, que condena al fuego de la calumnia a un gran artista, declarado inocente por los tribunales ordinarios. Vergonzoso.
Mi perspectiva de género es que hay mucho baboso que restriega sus babas por carnes jóvenes, ingenuas, sin conocimiento. Vírgenes pues para las babas de los viejos decrépitos casposos que triunfan en territorios aún sin datos, siendo ellos conscientes de esa ventaja, no así ellas.
Esto y mucho más, en el fondo la cotidianeidad del día a día, me han hecho feminista («principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre.»), que no feminoide, ni feminazi.
Y salgo a la calle luchando por lo mismo que luchaba a mis 14 años, 40 años después. Mi lucha sigue siendo diaria.También voy a las manis con tacones, minifaldas, maquillada… todo lo contrario al supuesto «feminismo». Las feministas de ahora no lo entienden; como no llevo el uniforme actual recelan de mí. Ni soy «boyaca», ni voy tatuada, ni agujereada, ni odio al hombre. Pero sí estoy en contra de la desigualdad.
Es muy fácil conquistar territorios conocidos, esos que siempre estuvieron al alcance de ‘hombres libres’, -curiosamente nunca, o muy pocas veces de ‘mujeres libres’-.
A mi también me gustaron los hombres mayores, muy pocas veces sinónimos de maduros.
El último de mis ‘crash’ fue Eduard Punset (con quién tanto fantaseé y a quién nunca conoceré).
Me gustaría pensar que mi hija no caerá en esas aguas fatuas y engañosas de que el hombre maduro es sinónimo de profundidad, conocimiento y blablabla (blablacar). Porque fue mentira y sigue siendo mentira (tengo tantos amigos más allá de los 50 que se aprovecha de esas armas para embaucar jovencitas y jovencitos).
Ya no mido 1’68 (ahora 1’64). Ya no peso 49 kilos (ahora 53). Sigo teniendo esa mierda que llaman «un tipazo». Y lo que sigo viendo es el deseo del poder machoide sobre el grupúsculo inmediato.
Como dicen mis amigas «travelas», «abro las patas y que me coman el coño bien comido uno detrás de otro».