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El Moleenbeck castizo

Miguel Pérez de Lema

Para conocer este Madrid hay que bajar a Lavapiés.

Tiene su rollo este ensayo de aluvión global (vecinos de 80 nacionalidades), sobrepuesto a las últimas ancianitas castizas, al que se suma ese otro aluvión de clichés culturales ibéricos en forma de jóvenes inmigrantes de la provincia cruel que se despendolan cuando llegan a la capital con-su-maleta-llena-de-ilusiones, y que parecen un casting de un anuncio de Podemos. Siempre hemos pensado que están sobreactuados, como un niño eufórico el primer cuarto de hora en un parque de atracciones,  pero cualquiera coge, va y se lo comenta.

La Plaza de Tirso de Molina y la de Lavapiés son el Serengeti madrileño, y hay que frotarse por sus esquinas, poner la oreja y tratar de hacerse una idea de lo que allí se cuece. Los domingos, Tirso es tomado por los tenderetes anticapitalistas que venden parafernalia rancia y ahora extrañamente de moda, entre los que destaca el veterano puesto que enarbola una gran bandera del partido del Grapo. No está uno más a favor o en contra de esto de lo que puedan estar nuestras autoridades y FF y CC de Seguridad del Estado, ni piensa tomar más iniciativa que ellos al respective.

El resto de la semana, Tirso es una corte de los milagros en versión distópica. A un lado del Metro, los yonkis, al otro los ciudadanos subsaharianos que escapan de la superpoblación de sus pisos patera, en un ambiente tenso que todos relajan dándose unos tragos de cerveza caliente que compran en el Lidl de enfrente. Una hora detrás de otra, un día sí y otro también. El sueño español, para muchos, acaba aquí, esperando un golpe de suerte.

La Plaza de Lavapiés es más familiar pero también un poco inquietante. Como una pequeña ONU, en los bancos que la rodean se forman grupitos étnicos de tres, cinco, seis personas, cerrados y compactos, que jamás se entrecruzan una palabra. Conviven en paralelo, con un pacto implícito de no agresión, que puede ser a ratos una forma de armonía, todo hay que decirlo. Y además siempre hay niños alrededor, que es algo noticioso en sí mismo en este Madrid post humano, y esa es quizá una nota de esperanza porque los niños sí se juntan en cuanto se separan de sus clanes, comparten colegio y son un poco una auténtica nación universal fiel a su propia infancia. Ya veremos si la cosa se tuerce, y en qué medida. Esa es la verdadera clave de este posible Moleenbeck castizo. Si estos niños superan el gueto y al infra educación pública que hay en el barrio (quien lo probó lo sabe) y se incorporan en igualdad de condiciones a la vida adulta o si son carne de cañón para las freidoras de macnaguets, los gangs, y los populismos de la próxima década.

Veremos a ver.

 

 

 

 

4 respuestas a «El Moleenbeck castizo»

Leí ayer que en el nuevo plan de seguridad que plantea Ahora Madrid (o como se llame el conglomerado de siglas de Podemos en la capital), se plantea la implantación de una policía vecinal y jurados populares (que a mí me acojonan mucho más que la policía de toda la vida). Y parece ser que la experiencia empezará en Lavapiés. Me llamó la atención que esto se hacía, entre otras cosas porque “Varios colectivos mostraron una clara animadversión a la presencia policial”,
Ahora ya entiendo a qué se referían.

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/07/04/madrid/1467654532_576514.html

La ‘policía de barrio’ es una idea calcada de la Cuba castrista, cuyo precedente histórico más exitoso fueron los ‘familiares’ de la Inquisición española: el control total de la población *desde abajo*. En Lavapiés, la tentación es capitalizar el descontento vistiéndolo de ideología. Podríamos llamarlo el ‘síndrome de La Cenicienta’. O ‘empezar a pescar en las aguas más revueltas’.

Eso de la policía de barrio es teóricamente terrorífico, pero esto es España. Se trata, simplemente de ordeñar un poco más la vaca, crear más administraciones paralelas, más tráfico de influencias, más enchufismo. Y no van a hacer nada, como el propio ayuntamiento de Madrid, que lleva un año soltando paridas y no ha hecho nada. Lo más gracioso es que dicen que nos va a salir gratis. Los cojones 33.

Me quedo con el gran Agustín de Foxá -uno de los mejores conocedores de la esencia del iberismo- quien afirmó en su columna de ABC aquello de: «Efecitvamente, el franquismo es un dictadura, aunque muy atenuada por la incompetencia».

“Varios colectivos mostraron una clara animadversión a la presencia policial”.A mi esto me huele a chamusquina.
Si analizamos el primer vídeo, vemos dos agentes de policía deteniendo a un sujeto (no sabemos por qué), y a un montón de gente que se enfrenta a ellos , hay palos, tiros, vamos, un pifostio como dios manda.
El colofón final del vídeo «..redadas racistas..» es acojonante. Osea, a ver si me entero, detienen a un negro solo por ser negro, ¿no? que cabrones.
Entonces, ¿a los delincuentes de raza negra se les puede detener?, ¿sí o no?.
La verdad es que no mola nada estar con los colegas ahí sin hacer nada y que vengan los maderos a cortar el rollo.

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