Mientras ignoro a Supertoff, que sinceramente es un poco pesado, veo pasar por delante de la galería una mujer en bicicleta. Me mira y la miro. Me mira un poco más y la vuelvo a mirar. Nos seguimos mirando hasta que sus cervicales no pueden torsionarse más y desaparece detrás de la estatua de Spinoza.
Su aparición me torturará durante el resto del viaje. Entonces compongo el primer verso de mi poema/performance, que tiene que ser en inglés para no morir aplastado bajo millares de videos de Lady Gaga, Justin Bieber y otros fenómenos angloparlantes. Aquí va:
Women on bicycles,
women on bicycles,
God damn,
these women on bicycles.
Todavía no ha acabado el día y ya nos invitan a una fiesta. Aceptamos gustosos. Será en casa de un músico, amigo de los amigos recientes de mi amiga. Por la Lange Beestenmarkt, creo, después les explicaré por qué. Era una casa ocupada de tres plantas, en parte reconstruida por los inquilinos.
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