A Yamila le avisaron que ya están los resultados de sus exámenes y debía ir a buscarlos. Debatimos si debemos pasar o no por el Museo Real de África Central, una institución que sigue causando controversia, pues es un monumento a los africanos y a la vez a los colonialistas que los dominaron. Y como se trata de un legado de Leopoldo II, el dueño del Congo Belga, sus descendientes no saben muy bien si restaurarlo o demolerlo.
Al final yo me abro y me voy a la Arcade du Ciquantenaire. En esas fechas había bajo la columnata un show itinerante de coches modernos y antiguos. Pero yo me dirigí a otra ala, a la del Museo de las Fuerzas Armadas e Historia Militar, un espacio inmenso y rectangular como un garaje, ideal para una exposición de aviones. Entre el medio centenar expuesto: un Spitfire, un F-86, un Phantom F-4 (mi favorito) un par de MIG’s rusos y hasta un Tornado.
No sé si lo sabrán, pero muchos de esos aparatos tan destructivos son sorprendentemente pequeños. Da la sensación de no estar frente a un coche, sino junto a un descapotable. Ah, y como quien se olvida el paquete de cigarrillos en el coche, en el patio trasero de la Arcade se oxidaban tres tristes tanques.
—-
Ver todas las entradas de esta serie: Diarios neerlandeses