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Diarios neerlandeses, 22

por Claudio Molinari Dassatti

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¿Qué diferencia hay entre un ucraniano y un moldavo? Muchas. Casi las mismas que entre un nigeriano y un senegalés. O ninguna si uno se cree el centro del mundo. Un día mi amigo Ken, que además de su expresividad inglesa cuenta con toda la pasión latina de su familia sueca, me dijo: “Creo que era por Kenia o por ahí…” Se refería a África.

Los vecinos del Matongué son congoleños. Pero por las dudas se lo voy a preguntar a mi amigo Ellington que es negro y belga y ahora quiere dedicarse a instalar paneles solares. Él se marchó de allí cuando era un niño. Lo conocí a través de mi amiga Mariana que también es belga, pero de pasaporte. En realidad ella se había criado en Ibiza, pero para obtener el pasaporte belga, y por tanto europeo, había tenido que instalarse en Plombières, un pequeño ciudad fronterizo con Alemania. Le pregunté a mi amiga al respecto:

-Estaba obligada por ley a vivir allí seis meses. También puede que fuera un año o que fueran dos, es difícil asegurarlo.

Yo he tenido la desgracia de haber visto fotos de un pueblo llamado Leck en el norte de Alemania. Si Leck es como la portada pesadillesca de un disco de Tom Waits, Plombières ha de ser inimaginable. Mariana, hija del flower power, no consigue olvidarlo. Al oír Plombières aún hoy se deprime.

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