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Reaccionar con nombre y apellidos

por Inés Zarza

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En ocasiones sufrimos en la vida ataques ante los que aparentemente no podemos reaccionar. Se nos pide que, con el tiempo y una caña, aprendamos a sentir compasión por aquella persona que de forma voluntaria y sistemática ha dedicado parte de su tiempo y de su energía a hacernos daño.

En ocasiones, el ataque ni siquiera es real, sino virtual. Internet y su democrática forma de actuar da altavoz equitativo tanto a doctos como a ignorantes. A creadores como a destructores. Este es el mundo de hoy y en el tenemos que vivir. El anonimato permite dislates que no se permitiría alguien sin disfraz.

En ocasiones, aquellos que hemos tenido el valor o la osadía de mostrar nuestro trabajo al mundo y firmarlo con nombre y apellidos, nos podemos ver sujetos a una campaña de desprestigio personal que nada tiene que ver con aquello que presentamos al mundo: un libro, una canción, una reflexión. Se habla de nuestra vida, nuestra condición sexual, nuestra moral sentimental. Con maldad.

Duele, pero sobre todo desconcierta.

Se tarda un año de vida más o menos en construir una obra literaria. Unas horas o minutos para leerla. Sólo unos segundos para valorarla. Apenas un clic para denostar a su autor.

He recibido críticas literarias de toda índole desde que decidí arriesgarme a publicar. Las más duras siempre me han servido para mejorar. Y los pocos lectores que han pasado con mi trabajo un buen rato, o la sensación de compartir una forma de mirar, consiguen que el esfuerzo solitario de escribir merezca la pena.

Sé que tengo una atacante virtual. Ignoro sus motivos o sus razones para haber regado el escaso espacio virtual que ocupan mis 20 años de escritora, con comentarios dañinos vertidos durante cinco largos meses respecto a mi último libro. Sus motivaciones se me escapan, y a mis editores también. Mi libro no se ha vendido ni más ni menos por sus comentarios. Mi vida personal permanece amable, tal vez reforzada; a mis seres queridos no les gusta que me ataquen.

Aunque no la conozco, sé quién es porque ha dejado tras de sí una huella reconocible de veneno que la delata, aun escudada a en su anonimato, y la delatará en el futuro si mantiene la energía de atacar a una modesta escritora de provincias.

Y mi sencilla forma de reaccionar es seguir escribiendo con nombre y apellidos.

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