Miguel Pérez de Lema
Aquí siempre hay un tonto que se descalabra dando brincos por el monte, un iluminado al que se le funde la linterna en el fondo de un pozo, un barbas que pierde cuatro dedos en un glaciar y necesita contarlo, o un vivalavirgen que se tira por un puente cantando una jota.
Aquí hemos pasado de tirarle piedras al tonto del pueblo a reírle las gracias, cuando no a convertirlo en el pequeño-gran héroe del barrio. Ese legendario vecino que ha trascendido nuestro tedio y anda por ahí, haciendo monerías, con sus arneses, sus piolets y sus mochilitas y sus ponchos hechos con tejidos de última generación.
Lo cual que bien, a favor.
Ahora, el otro día, ha salido muy enfadado y muy digno uno que se ha escurrido y se ha deslomado en el fondo de una cueva de las selvas peruanas del Perú. España no ha fletado un vuelo urgente, movilizando a los mejores hombres de sus cuerpos especiales, para rescatarlo. Y se ha quedado el hombre un poco plof.
Desde el Gobierno no se han dado explicaciones pero se puede leer en el aire, a poco que uno se fije, un mensaje que dice: «Usted perdonará, señor aventurero, pero en un país en el que estamos cerrando los quirófanos por las tardes y un millón de niños meriendan telarañas, pues como que no tenemos el coño para estos ruidos, y no, no le vamos a enviar un equipo transoceánico a costa de piel de contribuyente».
Al final, mira tú por donde, han sido los peruanos los que han corrido con los gastos de la cuchipanda. Y aquí, luego, eso sí, hemos recibido al herido como si hubiera descubierto las fuentes del Nilo, y el hombre ha dado hasta una rueda de prensa, donde ha dicho: «Nunca me habían hecho tantas fotos» con una sonrisa en la cara y, tras una breve pausa ha matizado «¡en mi vida!».
También ha dicho que, respecto al Gobierno de España está «decepcionado», que «si es por España todavía estoy dentro de la cueva». En cambio, «me quedé sorprendido por la respuesta del gobierno peruano». Ha dicho que creía que le llevarían en burro a la población más cercana pero fue trasladado primero en helicóptero y luego en un Hércules «para mí solito» hasta Lima. Como un marqués.
La madre de la criatura, que ha tenido también su media hora de fama, ya ha advertido que en cuanto el muchacho se recupere, se malicia que va a meterse en otra igual o más gorda. La criatura tiene 44 años.
Sólo queda desearle una pronta recuperación y animarle a que a partir de ahora todas estas juergas se la corra, siempre, en Perú.
Una respuesta a «El tonto de la cueva»
No entiende usted nada. La mano protectora del padrecito Estado ha de ser como el protocolo del ébola: sin fisuras y sin fronteras. Me apresuro a abrir una recogida de firmas para que los españoles que hacen balconing en coma etílico en los hoteles de Nueva Zelanda sean repatriados en clase club y con derecho de pernada sobre las azafatas. A su llegada al aeropuerto serán recibidos con banderas autonómicas, fanfarria, sándwich de Iberia, Paco el del Bombo y un ipad de regalo.
En el párrafo anterior se ha deslizado un gazapo que podría acarrear la destrucción fulminante de los repatriados. ¿Cuál es?
(Respuesta: el sándwich de Iberia).