por Marisol Oviaño
Chao Lin Kuo llama a la puerta de Andrei Linde.
– Hola, tengo una sorpresa- dice en cuanto le abren la puerta-. A 5 sigma, r = 0,2.
– ¿Se ha descubierto? –pregunta Andrei como si no estuviera seguro de haber oído bien.
No sé quiénes son Chao Lin ni Andrei, no tengo ni idea de qué significa a 5 sigma, r = 0,2, ni qué consecuencias tendrá en nuestras vidas semejante descubrimiento. Pero no importa: en cuanto veo cómo la mujer que está con Andrei se abraza a Chao Lin Kuo, entiendo que los Linde al fin son libres.
Pero Andrei no se fía.
– Espera un segundo ¿puedes repetirlo?
La mujer se separa de Chao Lin, da un paso atrás y vuelve a un segundo plano mientras Andrei se apoya en la hoja de la puerta que permanece cerrada.
– A sigma 5, tan claro como el agua, res 0,2 –repite su discípulo.
Entonces Andrei sufre una especie de minishock: primero mira arriba hacia la derecha, como si buscara a Dios, y después casi deja caer la cabeza sobre el pecho. La mujer le sujeta amorosamente del brazo unos segundos, como si tuviera miedo de que él fuera a desmayarse de la emoción. Pero Andrei no sufre ningún desmayo, baja el escalón que le separa de Chao Lin Kuo y apoya la espalda en la puerta; necesita oírlo otra vez.
– ¿Puedes repetirlo de nuevo?
Y Chao Lin, feliz de ser el mensajero de la buena nueva, lo repite de nuevo.
– r=0,2±0,05
– ¿0,2?
En la siguiente toma los tres están en la cocina abriendo una botella de vino, comentando la jugada. Aunque Andrei está radiante y guapo de felicidad, se niega a dejarse llevar por la euforia.
– Si esto es verdad -dice sin acabar de dar crédito-… Si esto no es un engaño… Siempre vivo con esa sensación: ¿Y si me estoy engañando? ¿Y si creo en esto sólo porque es bello?
Es en ese momento del vídeo cuando, a pesar de que acabo de “conocer” a Andrei, a pesar de que no sé nada de física cuántica, a pesar de que no sé qué son sigma ni res, me echo a llorar. Porque me he hecho las mismas preguntas que Andrei, porque sé lo que es dudar de la propia cordura, porque imagino en cuántas ocasiones habrá sentido tentaciones de tirar la toalla y porque sé cuántas veces habrá soñado con ese momento en el que la vida, al fin, te demuestra que tu lucha ha merecido la pena.
Y aunque Andrei no vaya a leer nunca estas líneas, quiero decirle que no creía en ello porque fuera bello, sino que era bello porque él creía en ello. La inflación cósmica estaba ahí para que tú lo descubrieras, para que Chao Lin Kuo grabara ese momento tan feliz y yo escribiera sobre ello.
Gracias por la esperanza que nos das a quienes luchamos por un sueño, Andrei.
Y enhorabuena.
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