por Víctor Morte
Fotografía en contexto original: jacobinmag
Has perdido, muñeca, y ni siquiera te pido disculpas por llamarte así, muñeca, tú que lo odias tanto. Al fin y al cabo eres tú la que insiste en convertirse en una especie de objeto inanimado de carita linda y carne prieta por el que no pasan los años. Eres tú quien dedica tiempo, dinero y energía en aparentar una edad que no tienes. Un ente que tiene cada vez menos alma aunque, eso sí, pretende lucir una cuidada imagen. Triste resultado de tanta lucha por la liberación y la igualdad.
Has perdido porque querías ser como yo y te has convertido en una torpe imitación, con bastantes de mis defectos pero casi sin ninguna de mis virtudes. Y al mismo tiempo me has entregado gratis lo único que yo quería de ti: disfrutar de tu cuerpo siempre que yo quisiera. Y lo has hecho sin tener la inteligencia de recibir contraprestaciones por ello. Ahora te quejas de que yo y los de mi género huimos de comprometernos, de atarnos. Si puedo follarte, ¿por qué voy a aguantarte para toda la vida? Si puedo conseguir gratis lo que más me gusta de ti… ¿por qué voy a pagar por el resto? Ahora pasas por nuestras manos de forma sucesiva y casi anónima, y dices que abuso de ti. ¿No querías ser como yo? Pues no te quejes por serlo, bonita.
Ahora te lamentas porque te sientes barata y vuelcas tu rabia sobre mí, supongo que por tu rechazo genético a asumir la responsabilidad de tus actos. Tu tendencia natural al autoengaño solo te conduce a la rabia y a la insatisfacción. Y además envidias la capacidad de olvidar y rehacer la partida que tenemos los hombres. No entiendes que la cercanía a la violencia en la que habito desde hace miles de años me produce un placentero y saludable efecto terapéutico. Cuando tengo un problema con alguien, me reviento la cara con él y cuando terminamos nuestro sangriento ritual, nos levantamos, limpiamos las heridas y nos damos la mano. Tú no. No entiendes la violencia. Por ello cada conflicto se queda indeleblemente tatuado en tu interior. Tanto mal rollo acumulado, imposible de resolver a base de hostias, se acumula en esa especie de basurero emocional que es cada mujer. Tú, y y las que son como tú, habéis ido sumando resentimiento por generaciones y cada vez os cuesta más encontrar a quien echarle la culpa.
Por eso adoras los crímenes de «violencia de género» que salen en la televisión. Te permiten seguir teniendo a alguien a quien culpar de todo lo malo que te pasa. Por eso te encantan los programas del corazón, dónde otras personas se lanzan a la cara sus angustias y miserias. Lavas tu mierda con detergente hecho con porquería de los demás.
Dicen que hubo una guerra de sexos. Esa contienda duró miles de años; hasta que te pasaste de lista. Lo siento, pero has perdido. Muñeca. Podías haber seguido viviendo más años que yo, podías haber seguido evitando ir a la guerra, podías haber seguido disfrutando de una vida sin preocupaciones. Pero preferiste dejar que el mezquino resentimiento acumulado dirigiese tus pasos. Y ahora debes pagarlo.
Pero debo decirte, mujer, que si viviera mil vidas, mil veces preferiría ser hombre. Porque solo un hombre puede disfrutar tu belleza, tu complejidad y tu inteligencia. Solo un hombre puede disfrutar la maravilla de tu esencia. Solo un hombre te puede admirar y amar, ya que tú misma eres incapaz de hacerlo. Y el día en que definitivamente dejes de ser mujer para convertirte en muñeca, no habrás perdido sola. Habré perdido yo también.
Una respuesta a «Has perdido, muñeca»
Nunca me he acostado con una «muñeca», no me ponen.
Pero al autor del artículo, sí. Se acuesta con: » especie de objeto inanimado de carita linda y carne prieta por el que no pasan los años. Eres tú quien dedica tiempo, dinero y energía en aparentar una edad que no tienes. Un ente que tiene cada vez menos alma aunque, eso sí, pretende lucir una cuidada imagen». Y tú el que se acuesta con ella, cachondo.
Puedo entender que haya tíos a los que les pongan las mujeres recauchutadas.
Lo que no entiendo es por qué después de acostarse con una mujer sin alma, se queje de que parezca una muñeca.