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Crónica de la inauguración de la librería

Todo el mundo vino a los fastos de la librería proscrita con ganas de celebrar, algo de agradecer en estas fechas. Y también trajeron ganas de apoyar: vendimos tantos libros que hoy he tenido que preparar un nuevo pedido. Mil gracias a todos. Así da gusto.

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En el momento álgido de la fiesta, estábamos como sardinas en lata; y eso que siempre había algún grupito de fumadores en la calle. Había tanta gente –y todos querían que les recomendara un libro- que tardaba una hora en atravesar la trinchera proscrita.

Las fotos que he colgado bajo estas líneas no hacen justicia al fiestón, ya no quedaba casi nadie cuando las hicimos con mi cámara. He preguntado en Facebook a mis amigos si alguien había hecho alguna con el móvil, pero nadie tiene ninguna: no estuvieron pendientes del teléfono, señal de que se lo estaban pasando muy bien. También Bárbara, que tuvo el detalle de sacar el suyo para contar que estaba proscriteando en su cuenta de @Bárbara Top Chef .

Así que no hay documentos gráficos de cuando había que abrirse paso para moverse, ni de mi hija Eude sirviendo las bebidas a los invitados, ni de mi hijo Alejandro ejerciendo de “tesorero”. (Qué orgullosa estoy de ellos). Salen en las fotos, pero ya relajados.

Cuando planeé la fiesta, pensé que para esa tarea contaría con la inestimable colaboración de el hombre en la sombra; pero fue imposible coordinar las fechas para que no le coincidiera con un viaje de trabajo a México. De modo que del núcleo duro sólo estaríamos Miguel y yo. Me subiría a una caja de libros para hablar de la sacrificada y apasionante lucha proscrita, cerraría mi discurso presentando la colección Famélica y cedería la palabra a Miguel.

Pero Miguel no llegaba. “¿Y Miguel?”, me preguntaban sus admiradores. “Eso me gustaría saber a mí”. Hasta una hora y media después de que diera comienzo la fiesta, no tuve un momento para mirar si me había dejado algún recado en el móvil. Cuando pude hacer un alto para comprobarlo, vi que había muchos mensajes, pero ninguno suyo. Y decidí llamarle:

– Miguel, ¿dónde estás? –pregunté deseando que me contestara: “en el autobús, llegando”.
– En casa.
– Pero ¿no vas a venir?
– Es que estoy malo. ¿Por qué? ¿Hay mucha gente?

El hombre en la sombra volviendo de México. Y Miguel, en la cama. Ayer fue la primera vez que celebramos un evento proscrito sin la presencia del núcleo duro al completo. Si mis compañeros de trinchera hubieran venido, se habrían repartido el protagonismo fotográfico conmigo y yo no parecería la Olivia Valere de Torrelodones ;-).

Pero estaban otros proscritos: Cris, Aída y Juan Hopplicher; todos mis alumnos, muchos exalumnos, amigos, familiares, lectores a los que no conocía…
Lo pasamos genial.
Una vez más, GRACIAS A TODOS.

Por cierto, la riquísima tortilla, las no menos riquísimas croquetas y los canapés de jamón eran del Café Sociedad Geográfica.
Y el Val de los Frailes, de Tomevino Torrelodones

2 respuestas a «Crónica de la inauguración de la librería»

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