Por Marisol Oviaño
(Dedicado a mi hijo)
Entre la foto que encabeza el artículo y la que lo cierra, han pasado cinco años.
Entonces era un niño, pintar la trinchera proscrita fue su primer trabajo de hombre. Cuando le dije que tenía que ayudarme, protestó: a ninguno de sus amigos le pedirían que dejara de jugar a la consola y se pusiera a pintar. A ellos sólo se les exigía aprobar y, en muchos casos, ni siquiera eso. Y él tenía muy buenas notas, no era justo que yo quisiera ponerlo a trabajar. Pero en cuanto vino a la trinchera proscrita y vio la ingente tarea con la que cargaba yo sola, se arremangó y trabajó como un hombre.
Desde entonces ha pintado varios pisos, ha desescombrado jardines, ha buzoneado, ha trabajado de cajero los fines de semana, de ayudante de pescadero en la temporada de Navidad, de camarero en un catering de lujo, de distribuidor de revistas de «alto standing»… Todo mientras estudia un doble grado y saca un curso por año.
A sus 20 años tiene más experiencia laboral que muchos de 30, y una descarnada visión del mundo que pondría los pelos de punta a cualquiera que ronde los 50. El otro día tuvo una entrevista de trabajo para currar de camarero en una franquicia durante Navidad. El encargado era tan consciente de que pagaban una miseria, que les informó de lo que cobrarían antes de empezar a hablar con cada uno, por si alguien quería irse y no perder el tiempo. Pero nadie se fue.
– Qué triste es todo –suspiró cuando terminó de contarme cómo había ido todo.
– ¿Por?
– Porque es tristísimo que esté rezando para que me den esta mierda de trabajo. ¿Sabes a cuánto me sale la hora? A menos de cinco euros.
Menos de cinco euros la hora por trabajar en Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo… Hace dos años le pagaban exactamente el doble. Y Montoro en la tele diciendo que los sueldos de los españoles no han bajado.
En los cinco años que han pasado entre la foto que encabeza el artículo y la que lo cierra, ha perdido la inocencia.
Quizá por eso, cuando el otro día le llamé y le dije que cogiera las herramientas y se viniera a la trinchera proscrita a ayudarme, sólo dijo:
– Vale.
—-
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2 respuestas a «la familia como resistencia (construyendo, 12)»
Gran tipo, Alex. Felicitaciones a su madre.
¿Y qué pasó con su vena musical? ¿Sólo hobby?
Sigue guitarreando, pero no lo contempla como salida profesional: él quiere ganar pasta gansa 😉