por Robert Lozinski
Fotografía de Céline en 60watss (Si os gusta Céline, probablemente os interese pinchar en el link)
Borges, me parece, dijo “leer mucho, escribir poco y publicar menos o nada”. Publicar, es decir que te publiquen. Una editorial prestigiosa, si fuera posible y disfrutar de miles y miles de lectores y del dinero que estos paguen por tus libros. Creo que hay pocos escritores en el mundo que no sueñan con eso.
Pero el panorama es como es, jodido. Nadie quiere publicarte y los concursos literarios los ganan siempre otros, no tú. Yo tuve la suerte de ganar uno, seguramente porque fui considerado un bicho raro -un moldavo que escribe en español, fíjate- y a alguien se le ocurrió que la cosa funcionaría.
Hace siete u ocho años el panorama no me parecía tan antipático. Las editoriales contestaban los mensajes, pedían el manuscrito o los primeros capítulos y no tardaban demasiado, una eternidad, tal vez, en contestarte. Así me ocurrió a mí con La Ruleta. La envié a Destino. A los pocos días, por mi madre que no estoy mintiendo, me respondieron alabando lo poco que habían leído y aconsejándome que la presentara al Premio Nadal. Me sentí como si me lo hubieran dado.
Todavía me acuerdo de aquella sensación. Trato de imaginarme cómo era aquella persona. No sé por qué pero me la imagino con camisa blanca, gafas y sentada a una mesa. Y una sonrisa, por supuesto. Un ser humano respetuoso con otro ser humano y con su trabajo.
Hoy día trato con espectros. A las editoriales se llega sólo a través de agentes literarios. Me las imagino rodeadas de ellos como de soldados con escudos que no dejan pasar ni a un pájaro volando. Pero ni siquiera los agentes te dicen nada. Envío mis cuatro folios y como si se los hubiera tragado la oscuridad. Me siento ridículo. Luego me olvido del asunto. Con el tiempo ya ni recuerdo a quién, coño, los he enviado. Mi propio trabajo deja de importarme tanto. Las frases del manuscrito, puesto a enfriar, me parecen otras. No me gustan. O me gustan menos, como una comida que sabe mejor calentita. A la mierda con todo, me digo y cojo un libro ya publicado para leérmelo. Cuanto más antiguo, mejor. El libro me atrapa. Las frases son claras y precisas. Me estoy enfrascando con cierto júbilo en la lectura. Es verdad entonces lo que leí en otro lugar que lo que se escribió con escepticismo y amargura se lee con entusiasmo y alegría.
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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena
2 respuestas a «Escribo, me jodo y disfruto»
1.- ¿Camisa blanca? Probablemente no.
La persona que te leyó en Destino fue alguien como yo, que he sido muchos años lectora editorial. Y las cosas pasaron más o menos como tú las cuentas: siempre andábamos a la caza de cosas raras, de universos diferentes… Si yo hubiera recibido tu manuscrito cuando trabajaba para las editoriales, también habría empezado a leerlo por delante de los demás. Por eso recibiste respuesta tan rápida.
Pero ya entonces los escritores españoles podían tardar de medio año a dos años en recibir respuesta. Cuando los escritores noveles se quejan de lo mucho que tardan en obtener respuesta, no piensan que agencias y editoriales reciben miles de manuscritos, y que alguien tiene que leerlo y cobrar por ello. Para encontrar un autor que sea bueno, hay que leer a cientos; pero para encontrar a un autor que sea bueno y dé dinero, hay que leer a miles.
Ya entonces muchas editoriales sólo leían lo que llegaba a través de agente. Y hoy debe haber tantos agentes que tenerlo ya ni siquiera garantizará que te lean. Tú, además, ya no eres un producto exótico: muchos de tus compatriotas viven aquí. Ya ningún extranjero sorprende: ahora te tratan como a cualquier escritor español.
2.-¿Hacerte rico?
Siempre que alguien me dice que escribe para ser millonario, le recomiendo que eche un vistazo a la historia de la literatura, plagadita de gente que vivió y murió en la miseria.
Y el que no murió pobre de solemnidad, murió loco y solo.
Por si te consuela: Al hermano de un querido amigo una gran editorial le publicó hace un par de años una muy buena novela que además podía haber sido un bombazo comercial. Y él sigue poniéndose el traje para ir a la oficina cada mañana y buscando editorial para su segunda novela. Como tantos conocidos que un día ficharon por la megaeditorial que luego pasó de ellos porque no vendieron nada. Por cada escritor millonario que ves en la tele, hay muchos que publicaron con él y jamás llegaron a nada.
Lo de los escritores ricos y famosos ha sido un paréntesis del siglo XX (todavía colea algo en el siglo XXI). Pero para que un escritor sea rico, tiene que haber gente que pueda comprarse libros: la clase media. Y están acabando con ella.
No escribas por dinero. Escribe porque te lo pide el cuerpo. El dinero se acaba; la literatura, no.
Ya lo estoy haciendo. Es decir no escribo por dinero porque nadie, salvo mi propio cuerpo, me lo pide. Podría dejar de hacerlo en cualquier momento. Tengo esta libertad. Pero no lo hago porque hay temas que surgen de improviso. Estos momentos me gustan porque escribo como bajo presión. Hay otros temas que se me ocurrieron hace tiempo y he dejado aparcados en un rincón de la memoria. Estos me obsesionan. Regreso constantemente para añadir o quitar algo. Hasta ahora no he dejado ninguno sin terminar. Nunca me pregunto para qué lo hago. Mi caso es diferente. Sigo teniendo una meta: mejorar mi español. Cada artículo es un paso hacia adelante en mi camino para acercarme al lector.