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La madre que parió a Picasso

por Robert Lozinski

La gente sencilla, del montón, y también los niños piensan en términos de tripa y corazón y no se extasian fácilmente ante nada que no sea de fácil entendimiento o de uso concreto. Es más, son capaces de derrumbar con un solo gesto, una burla o una cerilla encendida toda una pirámide de valores que las minorías cultas tienden a edificar en torno a ciertos productos artísticos.

Unos rumanos entraron la pasada primavera en el museo de Rotterdam y trincaron unos cuadros a cual más cojonudo, de Picasso, Matisse, Gauguin. Su valor en el mercado supera varios millones de euros. Después llegaron con lo robado, tranquilamente y sin que nadie les molestara, a su aldea natal. Ocultaron los lienzos en casa de una tía que ni sospechó lo que guardaba bajo el techo de su miserable hogar. Pero la pasma se enteró y vino a rescatar las obras. Tras el registro policial la casa de la mujer quedó totalmente destrozada pero ni rastro de las telas. La mujer fue sometida a un brutal interrogatorio. Con los nervios hechos polvo y llorando de rabia maldecía a Picasso y a sus dos amiguetes cuyos nombres no sabía pronunciar, culpables de la desgracia que le estaba ocurriendo. Las obras nunca fueron encontradas pero sí sus cenizas. Los ladrones, asustados por la magnitud del escándalo, las llevaron al jardín donde las quemaron.

Hace un par de años estaba de inquisidor en un examen de español. La prueba consistía en un trabajo de final de curso que el alumno preparaba y presentaba ante el tribunal. Una niña eligió “Retrato de mujer”, del mismo pintor. No sabía contestar muy bien las preguntas. Tartamudeaba o simplemente se callaba mientras que nosotros la mirábamos tontamente esperando que dijera al menos algo. A mí se me ocurrió preguntarle si le gustó cómo Picasso dibujó a la mujer. La pobre dijo que sí, seguramente creyendo que esa era la respuesta esperada. La nota que sacó fue bastante mala. Al final de la jornada, cuando ya habíamos hecho públicos los resultados y queríamos largarnos a casa, vi en una de las papeleras repletas de folios con apuntes un ejemplar del trabajo “Retrato de mujer”, de Pablo Picasso. La chica, cabreada con la calificación, lo había tirado a la basura ensuciando con palabrotas la memoria del artista.

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Robert Lozinski es autor de La ruleta chechena

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