por nidiosniamo
Imagen: tve
Hace unos días, una gran empresa entrevistó a mi sobrino de 19 años y lo seleccionó para un exhaustivo curso de formación (5 horas diarias, 6 días a la semana) que dura dos meses. Le dijeron que había 150 seleccionados y que, de estos, serían contratados 110. El curso empezaba al día siguiente, pero antes tenía que ir a una oficina del INEM a registrarse en una sección especial. Le dieron un papel en el que constaba el código en el que tendrían que inscribirle y le reiteraron varias veces que, si no se registraba en ese apartado especial, no podría hacer el curso.
El muchacho empieza este año el tercer curso de la carrera, va bastante bien y, aunque en principio parece que tiene derecho a beca, quiere trabajar, por si las moscas. Mi hermana me pidió que lo acompañara. “Lo dejaría solo frente a un perro salvaje, un borracho agresivo, una devorahombres o un jefe déspota”, me dijo “pero es demasiado joven para que lo dejemos solo frente a la ineficiencia del Estado”.
Hace un par de años había gente a las puertas de las oficinas del INEM desde las cinco de la mañana, las colas daban varias vueltas a la manzana y casi todos eran moros, negros y latinos. Ayer llegamos a las 9:00 de la mañana y encontramos una cola de unas cien personas, entre las que apenas había extranjeros. Una funcionaria salió a la calle y explicó, con sorprendente amabilidad, que debíamos hacer dos colas: a un lado los que iban a sellar; al otro, todos los demás. Y aunque nadie le preguntó, ella consideró que debía añadir algo más, para que nos diéramos cuenta de que levantarse de la silla y salir a la puerta de la oficina, era un extraordinario que no estaba contemplado en su convenio.
– Hacemos todo que está en nuestra mano para haceros más fácil los trámites –sonrió solidaria.
Observé al personal durante la hora y media que estuvimos esperando nuestro turno. Entre los hombres abundaban las camisetas de tirantes o de algún equipo de fútbol, los pantalones cortos de deporte (había incluso quien iba en bañador), las chancletas y las barrigas cerveceras. Las mujeres iban un poco mejor vestidas, aunque muchas llevaban demasiado escote, camisetas ajustadas que resaltaban las lorzas o minifaldas que dejaban al aire muslos celulíticos y estriados. Salvo excepciones, la gran mayoría de ellos parecían gente sin formación, cultura ni especialización alguna, expertos en la Liga o las andanzas de Belén Esteban. Muchos ya habían pasado de los 45 y no volverán a trabajar en su vida.
A las diez y veinte estábamos por fin delante de la funcionaria que nos correspondía, toda sonrisa y amabilidad. Mientras le explicábamos el caso no dejó de sonreír, pero se notaba que no estaba escuchando. Mi sobrino le tendió el papel que le habían dado en la empresa y, aunque ella fingió leerlo, yo, que me dedico a esto, me di cuenta de que se había limitado a poner los ojos encima.
Y cuando se levantó a coger el resguardo que una impresora escupía al otro lado de la sala, le dije a mi sobrino.
– Esta se ha limitado a apuntarte como demandante de empleo, no te ha registrado en ese módulo especial.
– Ahora me lo dirá –dijo él confiado.
La funcionaria le entregó el papelito en la mano y yo, no pude evitarlo, pregunté con sorna:
– ¿Ya está todo?
– Sí, ya está todo. Ya le he inscrito como demandante de empleo.
– Pero ¿le has inscrito con el código especial SFX054?
– Ah ¿es qué vas a hacer ese curso? –le preguntó a él muy sorprendida, como si no se fiara de lo que yo le estaba diciendo.
– Sí, te lo he dicho; y además lo pone en el papel.
– Ay, perdona, es que no lo había leído. Ahora mismo lo cambio.
– Sí, por favor –sonreí sardónico-. Que si no, no podrá hacer el curso. Y si no hace el curso, no podrá trabajar. Y si no trabaja, no podrá pagarse los estudios. Parece mentira cuántas cosas dependen de que alguien dé a la tecla apropiada ¿verdad?
Está muy bien que ahora sonrían.
Ya sólo les falta entender para qué les pagamos.
3 respuestas a «En la oficina del INEM»
Yo he tenido «zuerte» en INEM y en Muprespa. Pero es que no me he avergonzado de contar mi caso con pelos y señales, làgrimas y mocos e hipo. Porque tenía razón y detecho. Pero que malos ratos.
A eso antes le llamaban lumpen ,ahora,tal vez,clase media.
Anónimo, eso no es «lumpen» ni «lumpenproletariado», en sentido estricto, en todo caso, se le ha llamado, de otras maneras, según lo que suba la barbilla quien que lo dice. De todas maneras, estoy contigo de acuerdo en que ahora se da por llamar «clase media» a todo el mundo, y el lenguaje nunca es inocente.