por Juan Hoppichler
(desde Bogotá)
Llego una mañana a la Fundación y me encuentro con que tengo que cubrir el turno de un profesor del norte que llegó hace dos semanas y que se suponía iba a quedarse indefinidamente.
-¿Por qué no ha venido? –pregunto a la directora.
-Porque no puede. Está deprimido –me responde.
-Bueno…claro, es normal entristecerse a veces. Esto es muy duro.
– No. No es que esté triste. Es que está deprimido clínicamente. Tengo hasta la carta de su psicólogo donde se nos explica que tiene una enfermedad y que no va a volver.
Trabajo doble y maldigo a mi ex compañero. A mí esto de las depresiones me suena a cobardía endulzada con jerigonza médica. En lugar de sobreponerse y seguir, se escuda en una depresión, que es un lujo burgués, claro. Un universitario puede permitírselo. Enseguida vendrá un loquero pagado a darle aval clínico. Si un pobre se deprime, muere: nadie va a llevarle la comida a la cama.
No hay que tener contemplaciones con los depresivos, esos embusteros.
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Una respuesta a «la enfermedad de los ricos»
Depresión no es lo mismo que tristeza y rara vez está relacionada con la cobardía. Ojalá nunca en tu vida sufras una depresión.
Saludos