Categorías
Familia General Lecciones de la vida Morirse no duele, pero molesta

El suspense

por Marisol Oviaño

Una semana después del anterior capítulo de esta serie , fuimos a la consulta de neuroradiología. El doctor nos dijo que él cree que los desmayos de Eude no se deben a bajadas de tensión, y nos mostró en la pantalla de su ordenador que, además de la malformación aneurismática que ya conocíamos, hay también un gran aneurisma. Nos explicó que el riesgo de que reviente es de un 2-3% anual; es decir, un riesgo exponencial como el de la ruleta rusa. Nos comunicó que no van a tocar la malformación, pero que creen que podrían cerrar el aneurisma, y que la intervención tiene también un riesgo del 2-3%, Eude no se lo pensó dos veces:

– Quiero operarme.

Si los problemas de salud dislocan la rutina de cualquier familia, suponen un auténtico desafío organizativo para una familia monoparental como la nuestra; en la que la que la persona que ha de acompañar al enfermo, es la única que pone el pan en la mesa y es una trabajadora por cuenta propia que no tiene derecho a vacaciones o días libres por asuntos personales. Por fortuna están mi madre, mi hijo, mis hermanos y los amigos. Pero estas son fechas complicadas: yo ando con los cursos intensivos, y quien más quien menos anda ya con los planes de las vacaciones.

Alejandro, por ejemplo, pagó hace meses su parte de alquiler de una casa en Gandía; todos sus amigos llevan años pasando una semana en la playa y él nunca ha podido ir, bien porque estuviera de exámenes, bien porque estuviera trabajando. Cabía la posibilidad de que la operación de su hermana coincidiera con sus días de vacaciones, y entonces perdería el dinero. Y si coincidía con mis clases, yo tendría que hablar con mis alumnos para ver si había posibilidad de que cambiáramos los días, porque no me puedo permitir el lujo de pagar a alguien que me sustituya. Necesitábamos saber la fecha de la intervención cuanto antes.

El neuroradiólogo nos había dicho que no sabía si podría ser a finales de julio, porque primero había que hacer todo el preoperatorio, y él calculaba que tardarían tres semanas en darnos fecha para las pruebas, con lo cual ya nos meteríamos en agosto. Y como sabía que Eude estaba deseando operarse cuanto antes para recuperar su vida, nos dijo que cuando saliéramos de la consulta del anestesista nos pasáramos por la suya, para fijar la fecha. Nos dieron cita para el preoperatorio mucho antes de lo que él pensaba, con lo cual volvía a abrirse la posibilidad de que intervinieran a Eude a finales de julio.

La semana pasada tocó analítica de sangre, placa de tórax y electrocardiograma. Anteayer estuvimos con la anestesista, que nos informó de que tras la intervención Eude tendría que estar 24 horas en la UCI. Salimos de su consulta a las cuatro de la tarde y, tal y como me temía, en neuroradiología ya no estaba ni el que barre: seguíamos sin saber la maldita fecha. Mientras, a mi móvil no dejaban de llegar guasaps de familiares y amigos que pueden resumirse en una sola palabra: “¿Cuándo?”.

Mi primera idea fue pasarme el viernes por la mañana para hablar con el doctor. Pero corría el riesgo de que él estuviera en alguna operación de esas que duran tres, cuatro, cinco o seis horas, y entonces perdería toda una jornada laboral esperándole. Y los días que no trabajo, en mi casa no se come. Por suerte mi amiga Paqui es médico en el mismo hospital, la llamé para contarle el problema y se ofreció a preguntar a su compañero a qué hora le venía bien que fuera.

Mientras, Alejandro se subía por las paredes: todos sus amigos se iban ya a Gandía. Él trabaja hoy en el catering hasta la una de la madrugada y mañana tiene que coger un autobús, pero no se atrevía a sacar el billete.

Paqui llamó al final de la mañana. Le habían dicho que casi con toda seguridad intervendrían a Eude en septiembre, porque en julio tienen programadas operaciones de esas que pueden complicarse durante muchas horas –como la de mi hija-, y no están seguros de tener un quirófano libre; y además parte del equipo empieza a irse ya de vacaciones. Aun así, el neuroradiólogo quiere que me pase el martes a verle.

Nos habría gustado quitarnos ya de encima este marrón para que se acabe de una vez este sinvivir, esperar a septiembre supone casi dos meses más de angustia. Pero este es un partido muy importante, y también yo prefiero jugarlo con los titulares.

En cuanto terminé de hablar con Paqui, llamé a Alejandro para que se sacara el billete a Gandía. Por un lado se alegró mucho, pero por otro empezó a desesperarse.

– Joder, esto se nos está haciendo larguísimo, no se acaba nunca el sufrimiento.
. Míralo por el lado positivo: tú podrás disfrutar de estas vacaciones, que te hacen falta más que el comer; Eude podrá divertirse todo el verano y yo tendré más tiempo para organizarme.

Esperemos que el martes me den ya una fecha y se acabe por fin todo este suspense.

5 respuestas a «El suspense»

Un abrazo a todos, desde aquí estaremos pendientes en julio, agosto o septiembre, lanzando nuestras mejores vibras para que todo salga muy bien. Feliz verano y un abrazo

Nosotros tambien estamos a vuestro lado desde aquí. Os queremos a los tres. Os manadamos energias para la espera y paciencia para el gran día.

En el Todo a 100 de la esquina me he comprado un brazo incorrupto del Padre Pio, que procedo a colocar en una hornacina junto al frigo para impetrarle que os eche una manita cada vez que me coma un yogurt.

Suerte, fortaleza de ánimo y, sobre todo, mucha confianza.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *